domingo, febrero 25, 2007

El aparatito de Lumiere - CARTAS DESDE IWO JIMA





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Hace cosa de un mes, Clint Eastwood estrenó Banderas de nuestros padres, su crónica sobre la toma de la isla de Iwo Jima por parte del ejército norteamericano al final de la II Guerra Mundial. Tal y como es sabido, rodó casi simultaneamente otra película en el mismo escenario, esta cartas de Iwo Jima, que recoge el mismo hecho desde la perspectiva de los perdedores, el ejército japonés. La verdad es que con respecto a la anterior película los resultados han sido bastante mejores y además se confirma el estado de gracia que esta viviendo Eastwood como director en su madurez. De nuevo con el eficiente Paul Haggis en las tareas de argumentista (guionista de Million dollar Baby y director de Crash), aunque esta vez no firma el guión, y con Steven Spielberg en las tareas de productor, Cartas de Iwo Jima consigue ser algo mas que una película bélica sin recurrir a los típicos artificios de historia de superación personal o de conflicto interno de los personajes (de los que ya echó mano de manera irregular en la película “hermana” de esta), centrándose mas en el estado de locura colectiva, de desesperación y de miedo por parte de los soldados. El hecho de que se trate de la crónica de una cruel derrota da pie a mucho más material dramático que en Banderas de nuestros padres y en ese sentido esta película es un drama desasosegante e intenso que deja con bastante mal cuerpo al espectador, pero que merece la pena sin ningún género de dudas.

La historia refleja bastante bien la disciplina oriental militar y el peculiar código del honor japonés. La lucha entre el deber ciego y el instinto de supervivencia, con el miedo de fondo, es en lo que se debaten los soldados de a pie japoneses, abrumados ante las exigencias de sus superiores y conscientes de que han desperdiciado toda una vida luchando por algo que en un momento se ha desmoronado como un castillo de naipes La cueva donde un grupo de soldados se refugia ante lo desesperante de la situación sirve como metáfora de la huida ante un seguro final atroz refugiándose en los recuerdos, representados por varios flashbacks muy bien dispuestos. Hay escenas verdaderamente antológicas como la autoinmolación sucesiva a base de granadas de un grupo de soldados o el episodio en flashback del pasado de uno de los combatientes como policía militar en una pequeña aldea. El momento del bombardeo americano es también sobrecogedor, aunque en realidad las escenas bélicas propiamente dichas no sean lo más importante de la película.

Rodada en japonés, pese a que Eastwood no sabe ni papa de la lengua nipona, y estrenada también entre nosotros en VO subtitulada, tiene algunas escenas comunes con Banderas…, en incluso aparece brevemente uno de los secundarios yankis de aquella peli, además de intervenir otros actores nortemericanos como prisioneros de los nipones, los cuales protagonizan las escasas escenas rodadas en inglés que afortunadamente también se han dejado en Versión Original. Ken Watanabe, que interpreta a un alto oficial japonés que residió en EEUU, es el actor mas conocido internacionalmente de cuantos intervienen en esta nueva obra maestra de Eastwood. Una película dura pero extraordinaria que es posible que se lleva algún oscar.

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