martes, octubre 28, 2008

El aparatito de Lumiere - EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS (THE BOY IN THE STRIPED PIJAMAS)


*** y1/2


La esperada adaptación del célebre best-seller del irlandés John Boyne (que aún encabeza las listas de ventas en muchos países) ha resultado un filme muy sólido, conmovedor, inteligente y ampliamente recomendable, gracias en gran parte a la soberbia dirección del británico Mark Herman, director especializado en comedias que con este drama histórico de la Alemania nazi a un salto cualitativo. Muy tensa y sin artificios ni adornos rimbombantes, la película nos presenta el holocausto judío a los ojos de un niño de 8 años, Bruno (Asa Butterfield), hijo de un comandante nazi destacado en Berlín (David Thewlis) que tiene que trasladarse con su familia a un campo de exterminio del cual el es el máximo responsable. Ni Bruno, ni su madre, ni su hermana saben que es exactamente aquel extraño cercado que no se encuentra lejos de su nueva mansión. La curiosidad infantil de Bruno le hace acercarse a las inmediaciones del campo de concentración donde tras las alambradas conoce a un chaval de su edad, Shmuel (Jack Scanlon), recluso del campo de concentración y del que Bruno no logra entender como él y el resto de ocupantes de aquella “granja” lucen una especie de pijamas de rayas.


La película, como el libro, tratan de cómo la inocencia puede mantenerse incluso en los momentos mas adversos y en las situaciones más desagradables. El choque entre el ideario nazi y el sentido de la amistad y la lealtad de Bruno provocan fricciones que convierten aquella nueva vida iniciada en una auténtica pesadilla, que poco a poco se va extendiendo al resto de su familia, empezando por un padre criminal nazi cegado por su soberbia y deshumanización y al fin de cuentas débil y vulnerable en algunos aspectos. Las interpretaciones infantiles son excelentes y en general el reparto esta impecable en medio de una historia asfixiante y hermética pero no carente de calor humano. Hay escenas y momentos de un gran dramatismo y angustia, como la escalofriantemente tensa cena familiar, los momentos de intervención del personaje del prisionero Pavel (excelente David Hayman) o los desasosegantes momentos finales, excelentemente presentados. La infausta crónica del holocausto tiene una nueva gran película, que pese a su hondo dramatismo, es recomendable también para el público infantil (de 8 años en adelante), para que conozcan que es lo que ocurrió en aquella época y como lo vivieron muchos críos como ellos.

domingo, octubre 26, 2008

TRES DESTIERROS DEL REINO ANIMAL


Año tras año son muchas las especies animales que se extinguen. En los primeros tiempos de la historia, las causas eran principalmente cambios en el ecosistema, inadaptaciones evolutivas o ataques de predadores. Poco a poco la acción del hombre fue convirtiéndose en la causa principal de la extinción de no pocas especies animales, ya bien sea directa o indirectamente.


Hasta hoy día se dispone de un vastísimo listado de animales extinguidos de los que en no pocos casos se conservan huesos sueltos osamentas e incluso ejemplares disecados. La mayoría de las especies extinguidas identificadas fueron desapareciendo a partir del siglo XVI, el comienzo de la época de la expansión comercial y el colonialismo europeo por territorios inexplorados de otros continentes. La rapiña humana fue la causante de muchas extinciones de animales, en varios casos poco evolucionados o con falta de aptitudes comunes en otros de su clase. Pero en la actualidad aún siguen desapareciendo animales bien dotados y que en otras épocas gozaron de una amplia presencia en la naturaleza: ahí están los casos de peligro de extinción en especies como el lince ibérico, cuya sentencia de muerte parece irremediable. El hombre tiene gran parte de culpa. En la historia de la extinción animal existen tres casos paradigmáticos, ampliamente documentados por la literatura zoológica y por el mundo de la biología: el Lobo Marsupial o Lobo de Tasmania, la Gran Alca y el Dodo. Dos aves y un mamífero que ejemplarizan el significado la extinción animal.



La inepta ave de Isla Mauricio: la leyenda del Dodo


Si a alguien se le pide que cite una especia animal extinguida hay un alto porcentaje de probabilidades que responda el dodo. De esta ave, desaparecida en el siglo XVII, se ha escrito lo indecible desde el siglo XVIII y no solo desde el punto de vista científico, ya que la peculiar figura de este no muy vistoso pajarraco ha estimulado la imaginación de escritores, artistas, cineastas. Ejemplo vivo del animal extinguido (vaya paradoja), el dodo, desaparecido por la acción del hombre, no dejará nunca de ser “el ave que ya no existe” por excelencia.


El dodo (Raphus Cucullatus) vivió hasta el siglo XVII únicamente en Isla Mauricio, pequeña isla africana cerca de Madagascar en el en el Océano Índico, y que en la actualidad es un estado independiente. El dodo, según algunos estudios pertenecía al orden de los Culimbiformes, pero en si este pájaro no guarda parecido con palomas o tórtolas a excepción tal vez de disposición de su esqueleto y patas. En todo caso, parece probable que el dodo perteneciese a un orden de pájaros desaparecido, de origen muy primitivo, y que se encuentra en estrecha relación con los columbiformes, aves de las que al parecer serían antepasadas. Otra ave extinguida, el Solitario de Rodrigues, pertenecería al mismo orden que el dodo. Se dice que ambas aves posiblemente descendiesen de especies prehistóricas de las que también provendrían las columbiformes, aunque no hay nada probado al respecto. El dodo, junto con el solitario de Rodríguez, se ha encuadrado en una familia (aun sin hubicación en ningún orden), llamada Rafínidos o Didínidos


El dodo era un ave relativamente grande y maciza, de un metro de alto y unos 20 kg. de peso. Su aspecto lo conocemos gracias a varias descripciones, dibujos y pinturas. Su plumaje era grisáceo (aunque existieron ejemplares con albinismo completamente blancos), disponía de alas diminutas que el impedían volar (una de las causas de su extinción), ojos pequeños, enorme pico curvado hacia debajo, y amplias aptas amarillas. Su plumaje terminaba en la parte trasera en una especie de curioso plumero. Al parecer no construían nido alguno, poniendo un solo huevo que incubaban en el suelo. En Mauricio, hasta la llegada del hombre, los dodos no conocieron predador alguno y eso les hizo impasibles ante la presencia de otras criaturas, lo que hacía de su captura una tarea extremadamente fácil. Las primeras expediciones occidentales a Mauricio llegaron a principios del siglo XVI, siendo descubierto el dodo en 1598. La gran oleada de marinos y exploradores, procedentes de Holanda, Portugal, Francia o Inglaterra, fueron a lo largo del XVII. Los viajeros a la isla cazaban al animal fácilmente, con vistas a comerlo: sobre el sabor de la carne de dodo existen discrepancias en las fuentes, ya que si bien en la mayor parte de los casos se afirma que su gusto al paladar era nauseabundo, en otras se afirma que era un alimento pasable e incluso sabroso. Con todo, los marinos hambrientos cosieron a palos a los inocentes y pasivos dodos para matarlos y ventilarseslos, aunque tal vez fue un factor mas importante en al extinción del dodo la introducción de nuevos depredadores en Isla Mauricio traídos desde Europa, como perros, gatos o cerdos.


Muchos dodos fueron llevados a Europa como exótica atracción zoológica en el siglo XVII, el primero a la corte del emperador Rodolfo II de Bohemia en 1599. No obstante, el destino del dodo estaba ya sentenciado, y con una disminución paulatina de su población en la isla, a finales de la década de 1690 el dodo ya no existía. El pobre dodo ha tenido un final trágico incluso después de muerto; el único ejemplar disecado que quedó tras su extinción, expuesto en el Ashmolean Museum de Oxford (y que fue traído vivo a Europa en 1600), se deterioró a mediados del siglo XVIII, y en 1755 terminó en el vertedero, salvo el pico y una pata, las cuales se conservan aún en el Museo de Historia Natural de Oxford. En dicho museo y en el Museo de Hstoria Natural de Dublín existen sendas osamentas completas de dodo, aunque con huesos pertenecientes a ejemplares diferentes. Estos restos óseos han sido durante siglos los únicos que se conservaban del dodo, pero entre 2005 y 2007 una serie de expediciones naturales a Isla Mauricio han encontrado los restos óseos de dodo más completos de los que se tiene constancia.


A partir del siglo XIX, el dodo, extinguido desde hace mas de un siglo vuelve se convierte en el pájaro de moda no solo entre científicos sino entre artistas y escritores (Lewis Carroll); su carácter mítico de especie extinguida resulta enormemente atrayente. Y hasta hoy día, la sombra del dodo sigue siendo universal.



La tragedia de la Gran Alca


A mediados del siglo XIX fue cuando la gran alca (Pinguinus Inpennis) desapareció del reino animal. Esta ave pertenecía al género Alca, cuyo pariente actual es el Alca Común. Estos pájaros pertenecen al orden de los caradriformes y dentro de él a la familia de los álcidos. Los álcidos son unas aves marinas de pies palmeados que guardan cierta similitud a primera vista con los pingüinos, de hecho el plumaje blanco y negro de las alcas no deja de ser sorprendentemente similar al del pingüino. La gran alca poseía un nombre científico que señalaba la confusión existente entre ambas especies de aves en la zoología antigua.


La gran alca, no obstante, pertenecería a un género de especie diferente del alca común actual, debido a algunas diferencias morfológicas, principalmente en lo relativo al tamaño, ya mientras el alca mide 40 cm., la gran alca medía entre 15 y 85 cm. Su peso era de 5 kg., y al igual que el dodo, sus pequeñas alas le impedían volar, al tiempo que obviamente facilitó este hecho su proceso de extinción. Al igual que el resto de álcidos, las gran alcas eran unas excelentes nadadoras. Habitaban en islotes de las costas de Canadá, Groenlandia, Islandia, Noruega, Irlanda y Gran Bretaña. Esta enorme ave se movía muy torpemente en tierra (en donde ponía un solo huevo) y era atacada por muy pocos predadores hasta la irrupción de los humanos, de los cuales no sentía temor al no ahberles visto nunca, al igual que el dodo. Esto y su ineptitud a la vida terrestre les hacía presa facil del hombre, el cual la mataba por su carne, huevos y sus preciadas plumas, principalmente, aunque también se trajeron muchos ejemplares (vivos o disecados) para museos o estudios científicos. Al parecer la rapiña de la gran alca comenzó desde la antigüedad, con lo que es posible que su población fuese en tiempos remotos enorme.


En la primera mitad del siglo XIX, la rapiña por los huevos de gran alca se disparó y las ejecuciones de estos pájaros fueron masivas. En al década de 1830, ya solo quedaban unas cuantas colonias dispersas de ejemplares que iban menguando. En 1840 un energúmeno mató en Escocia a la ultima gran alca de las islas británicas porque creía que “era una bruja” (sic) y cuatro años mas tarde dos sujetos no tuvieron mejor idea que acabar a golpes y patadas con la que fue la última pareja de gran alcas de Islandia. Aunque en 1852 se avistaron las últimas colonias de estas aves, en pocos años ya no quedó ni rastro de estas aves, cuyo salvaje y despiadado final es una muestra de a lo que puede llegar el salvajismo, la ignorancia y la codicia humana y su nefasto efecto en la con seriación de las especies animales.


Actualmente se conservan varios ejemplares de gran alca disecados en museos, concretamente 81, además de 24 esqueletos completos y varios huevos. Sin llegar a los extremos del dodo, la gran alca tras su desaparición se convirtió en un animal mítico, al que se dedicó novelas (La última Gran Alca, de Allen Eckert) y multitud de referencias en libros y películas. Demasiado tarde para hacerla justicia.



El Lobo Marsupial: el fiero depredador derrotado


La extinción del Lobo Marsupial o Lobo de Tasmania, acaecida a principios del siglo XX, es tal vez el caso de extinción de una especie mamífera más espectacular, dada la condición de carnívoro depredador del animal y sus siempre exóticas características marsupiales. El Lobo Marsupial (Thylacinus cynocephalus) era un mamífero de la subclase marsupial que como la mayoría de las especies marsupiales habitaba en el continente de Oceanía. Aunque habitó en Australia durante largo tiempo, cuando fue descubierto por los europeos en el siglo XVII solo habitaba en la isla de Tasmania, como otras especies, incluido su primo el Diablo de Tasmania, que ahora se encuentra precisamente en peligro de extinción.



El Lobo Marsupial, como muchos animales de su subclase, era el resultado de la evolución convergente entre placentarios y marsupiales, los cuales en no pocas especies tienen sus equivalentes en ambos grupos: así, el lobo marsupial tenía características de los placentarios del orden de los carnívoros, concretamente de los cánidos; de ahí su similitud con el lobo, el perro y el coyote especialmente en lo concerniente a su dentadura canina. El Lobo Marsupial (también llamado en ocasiones Tigre Marsupial) medía entre 100 y 180 cm. de largo cola incluida (la cual medía entre 50 y 65 cm.). Medían 60 cm. de alto y pesaban entre 20 y 30 kg. Las hembras eran algo más pequeñas que los machos. El pelaje del lobo marsupial era muy corto, de color prominentemente pardo-amarillento con varias franjas negras en su lomo similares a las de una hiena o un tigre. Una de las características más sorprendentes de este animal era su potente mandíbula, inexistente en ningún mamífero actual: podía abrir su boca hasta los 120 grados. Inusualmente en los marsupiales (a parte de en las zarigüeyas), el macho poseía también un marsupio, en la zona escrotal.


El primer encuentro de los europeos con el Lobo Marsupial se produjo hacia 1642 en Tasmania, hábitat en el que siendo su único hogar ya era escaso. No obstante, hubo que esperar hasta 1808 para que se registrase la primera descripción detallada del animal (durante los siglos XVII y XVIII solo se hicieron vagas menciones a su existencia): hay que decir que el descubrimiento de este animal fue decisivo para establecer la historia natural y las características de los mamíferos marsupiales.


En realidad se conoce muy poco de la vida en libertad y los hábitos del lobo de tasmania, ya que casi siempre se estudiaron sus ejemplares en cautividad. Al parecer vivían en bosques de eucalipto en Australia y ya en Tasmania tendían a los bosques y las zonas costeras. Se sabe que eran cazadores crepusculares y nocturnos de enorme fiereza, en cuya dieta incluían canguros, wallabies y wombats. Las razones de su desaparición del continente australiano antes de la llegada de los europeos se debió tal vez a la cacería por parte de indígenas y a otros animales carnívoros, dingos posiblemente. A mediados del siglo XIX, en tasmania, único lugar donde vivía el mamífero, se denunciaron numerosos ataques de lobos marsupiales a los animales de los granjeros asentados en la isla. El lobo marsupial se convirtió desde ese momento en un animal proscrito: en 1830 la Van Diemen´s Land Company ofrecía recompensas por la captura de lobos de Tasmania; entre 1880 y 1909 fue el propio gobierno regional de Tasmania el que ofrecía una libra por un lobo adulto y 10 chelines por cachorro. Durante esos años fueron oficialmente ejecutados más de 2.000 ejemplares aunque es muy posible que fueran bastantes más. A parte de la caza indiscriminada, también contribuyó a la extinción del lobo marsupial la destrucción por parte del hombre del hábitat natural del animal, además de la paulatina escasez de especies de las que eran predadoras. Hay que señalar que muchas veces las denuncias de ataques de lobos marsupiales a gallinas, ovejas u otros animales domésticos eran muchas veces exageradas.


A finales de los años 20 del siglo XX ya quedaban poquísimos ejemplares y el lobo marsupial se encontraba al borde de la extinción. Aunque hubo desde principios de siglo esfuerzos por fundar reservas, no se obtuvo éxito. En 1930 fue abatido de un disparo el que se creía último lobo marsupial en libertad. No obstante, tres años después se descubre un último lobo marsupial que fue enviado al Zoo Hobart en Australia, en el que moriría en 1936 víctima de una negligencia en sus cuidados: desaparecía así el último lobo marsupial. Paradójicamente, algo más de un mes después, el Gobierno de Tasmania declaró al lobo marsupial como especie protegida. A buenas horas, mangas verdes.


En años posteriores, muchos han sostenido que aún existen lobos marsupiales vivos, en los años 60 se recogieron varios testimonios de avistamientos y se localizaron unas posibles huellas, pero no hubo más pruebas. En 1986, 50 años después de la muerte del último lobo marsupial, la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza le declara definitivamente animal extinguido. En la actualidad existen varios ejemplares disecados y esqueletos completos del animal en varios museos, además de filmaciones de especimenes en cautividad.