sábado, noviembre 29, 2008

CUANDO EL SPECTRUM DOMINABA LA TIERRA: LA PREHISTORIA DEL ORDENADOR PERSONAL


En la sociedad occidental hubo un antes y un después de la popularización de los PC, el acrónimo de Personal Computer que a mediados de los 80 comenzó a difundirse en todos las campos y ámbitos de la vida. Eran los primeros ordenadores personales, tal y como se conocían a los primigenios PC en España, cuya mención en el periodo 1982-84 evocaba un todo un mundo de posibilidades y de adelantos para la vida diaria que los hacia hacían deseables para todo bicho viviente: al parecer, podías hacer los deberes con ellos (no se sabía exactamente como, pero eso se creía), aprendías idiomas (había en el mercado español algún programa para aprender inglés bastante risible), te ayudaba a llevar la contabilidad del negocio, podías imprimir y guardar documentos (y era más cómodo que la Olivetti), e igual hasta se podía recoger y almacenar datos y datos en plan supercomputadora de la películas. Todo esto, y otras muchas cosas de dudosa utilidad para la vida cotidiana que si se podían hacer (como hacer dibujitos o efectos sonoros, por ejemplo), en realidad formaban parte de una idealización del ordenador personal y fueron las culpables de que el artefacto fuese un objeto de deseo consumista allá por los 1982-87 entre las capas sociales más insospechadas. Claro está, que críos y adolescentes de los 80, pese al engaño al que sometían a sus padres sobre la verdadera utilidad que le iban a dar al PC como regalo de reyes, de cumple, o por buenas notas, sabían cual iba a ser la función del ordenador en el hogar: la lúdica. En otras palabras, queríamos Home Computers simple y llanamente para jugar a los videojuegos


Eran los comienzos de la informática en el puesto de trabajo y en el hogar. En el primer aspecto, la irrupción de la informática - que se había dado en Europa en la década de los 70 aunque no se extenderá masivamente hasta los 80- estaba clara y necesariamente justificada, pero en el segundo, aún era demasiado pronto. Era pronto porque no había aún necesidad alguna de informatizar el hogar, la vida y el ocio, y además a la hora de la verdad nadie se preocupaba por buscar la verdadera utilidad al ordenador personal ni de explotar sus posibilidades: se quería el ordenata para fardar ante las amistades y para hacer gala de estar a la última en tecnología. Y luego, ni contabilidad, ni datos, ni cálculos, ni leches: a jugar todo el mundo al comecocos, al Donkey Kong, o a los juegos olímpicos, desde las aparatosas superpantallas de los PC de entonces o desde la tele conectada al ordenador


¡Quiero un Amstrad!


Los mediados de de los 80 fueron los años de los Sinclair Spectrum, Dragon 32, Lynx, Commodore 64, las diferentes gamas de Ataris y Amstrad, los primeros libros y manuales sobre informática, y la familiarización popular con términos como Basic, Hardware, Software, chips, Kilo bites (los ks), disquette (pronúnciese en castellano “disquete”), chips, silicio, y la extensión polisémica hacia el ámbito zoológico con el ratón y la tortuga. Las otrora inaccesibles “computadoras” llegaban al mercado de la electrónica del hogar y en muy poco tiempo ya eran tan populares como el vídeo, con una irrupción en el mercado tan sonada como la que estos aparatos vivieron a comienzos de los 80 en todo el mundo.


1982 fue el año de pistoletazo de salida de la informática de andar por casa con la comercialización masiva de los PC. La cantidad de memoria de estas ya piezas de museo hoy en día suena a chiste: el megapopular Sinclair ZX Spectrum iba de los 16 Kb. a los 128, mientras que el Dragon 32, su más notable rival en esos años iba desde los 32 hasta los 64 Kb. Dentro de la encarnizada competencia en la edad de piedra de la informática en el hogar, el Spectrum se caracterizaba por ser uno de los primeros ordenadores en ofrecer imagen en color: el entrañable logo del arco iris cruzando la parte derecha del negro azabache teclado (¿Sería Clive Sinclair fan de Pink Floyd?), era de los que se te quedaban garbados en la retina.


Space Invaders: o lo que es lo mismo, los marcianitos



Las impresoras de los ordenadores personales de la primera mitad de los 80 parecían más una multicopista que una impresora propiamente dicha, aunque con impresión a calor, sistema este que estará vigente durante muchos años. Tan solo acordarse en las interminables sábanas de hojas que salían como una cosa mala de las impresoras aquellas produce un ataque de ansiedad retroactiva que hace dar gracias de haber superado aquella época de naftalina silícica. Que a nadie se le ocurriese imprimir las mismas cantidades de hojas que ahora se imprimen; el sistema saltaría por los aires.


La gente, por aquellos años en realidad no tenía muy claro para que quería un ordenador personal en su casa en una época en donde no había ni internet, ni office, ni profusión de software informático (los disquetes eran aún flexibles y delicados, además de caros), ni necesidad alguna de hacer dibujitos con programas gráficos en donde el concepto de píxel era sustituido por el de cuadritos digitales que componían geométricamente cuadriculados monigotes. La sensación 25 años mas tarde es que el mercado de los PC nació demasiado apresuradamente y pronto, en una sociedad de consumo que no estaba aún puesta al día sobre los beneficios y la utilidad real de la informática. Es cierto que el mundo de la empresa, la comunicación y los negocios en aquellos años vivieron un gran impulso gracias al auge de la informática, pero la gente de a pie poco partido podía sacarle a su Amstrad, Commodore o Atari. Por cierto, en aquellos 80 las marcas y modelos de ordenadores eran tan conocidas como las de los coches, algo que en la actualidad no sucede ni por asomo. No obstante, los críos de entonces ya sabían para que querían su ordenador: para fardar de máquina, como el que tiene un reloj o unas zapatillas, y sobre todo para jugar. Muchos padres de la segunda mitad de los 80 sufrieron el engaño de sus vástagos y el ordenador se convirtió en el regalo de reyes de cumpleaños estrella.


Los juegos de ordenador de los primeros tiempos del PC merecerían un capítulo aparte. Siempre hay que empezar diciendo que la industria de los videojuegos nació en varios frentes a parte del de la informática, ya que los mismos primeros juegos podían aparecer tanto en las primeras videoconsolas, como en las entrañables máquinas de bar (que revolucionaron el concepto de las máquinas lúdicas en los bares, terreno hasta entonces copado por las máquinas tragaperras y las de petacos) y en los rudimentarios videojuegos de bolsillo, aunque casi siempre en versión digital. De hecho, los videojuegos surgidos a principios de los 80 obtuvieron su popularidad en muchos países gracias a las máquinas de los bares (juegos conocidos como “arcade games”), cuando aún las videoconsolas y los juegos de ordenador eran un preciado objeto futurista. Ya en los 70 se habían aparecido con cuentagotas juegos arcade de echar moneda como la Computer Space, con su temática de space opera precursora de todo lo que vendría después, y el entrañable Pong creado por la Atari y sus dos rayitas a los lados de la pantalla golpeando la “pelotita” en el primer juego comercializado con consola para jugar en la pantalla de televisión, allá por 1975. Los ordenadores de los primeros 80 tendrían su espacio reservado a ya míticos juegos que surgieron a en su mayoría finales de los 70 y en los que la peña se dejaba el sueldo en las máquinas de los bares: Space Invaders, Ave Fenix o Pac-Man. A estos se unirían a mediados de los 80 Donkey Kong, Frogger, Centipede, Xevious y otros muchos, disponibles tanto en videoconsola como en programa de PC, aunque hasta los últimos 80 este último formato no sería el dominante en el mundo del videojuego, desplazando a los Arcade. Con todo, ordenadores como los Atari ya disponían de una amplia gama de videojuegos para PC, no en vano esta compañía fue creadora de muchos de los primeros videojuegos de la historia. A años luz del realismo de los videojuegos actuales, bits de luz formaban daban vida a las esquemáticas naves especiales, monigotes de rudimentarios movimientos, estrellitas de puntos de luz y el compulsivo abrir y cerrar de mandíbula amarilla del legendario Pac-Man, aka Comecocos en tierras hispanas. Muchos ordenadores venían ya con sus juegos incorporados para disfrute de los pequeñajos de la casa, a los cuales sin ellos saberlo se les estaba inoculando el germen de la informaticamanía, pese a tenerlos delante de la pantalla del ordenador/televisor durante varias horas: comparando aquel tiempo que muchos pasaban de ese modo con la total videoconsoladependencia de la chavalería actual resulta hasta añorable aquel inocente enganche. En Donkey Kong, por cierto, uno de los primeros videojuegos en donde había una “historia”, hizo su presentación el ya mundialmente conocido Supermario, entonces llamado Jumpman y decidido a liberar a su chavala de las garras de un émulo de King Kong. El Spectrum venía también con su juego, Horacio y las arañas.


Dragon 32, el ordenador que vino de Gales


Bueno, ¿y que decir de la tortuga, famoso programa de ejecución de gráficos que tuvo plena vigencia hasta finales de los 89? Pues que era la estrella en las primeras clases de informática que se daban en las escuelas, ya que presentaban toda una amplia gama de posibilidades de dibujo, realizables por uno mismo: casas, árboles, muñequitos, tetas, pichas. Se empezaba a dar mal uso a la informática. Y habría que añadir programas de aprendizaje para preescolares (letras y números), hojas de cálculo arcaicas, dispositivos de sonido que no se sabía a ciencia cierta si eran tales…miles y miles de publicaciones sobre Basic (lenguaje de programación vendido como el idioma del futuro), hardware, y mantenimiento de PCs y muchos más signos de primigenia apoteósis informática. Aún Bill Gates y Microsoft no habían extendido sus zarpas en el mundo de la informática (ocurriría a partir de 1985, cuando Microsft Windows puso en jaque al sistema MS DOS creado en 1980 por Seattle Computer Products), y entonces todo empezará avanzar a pasos agigantados.


Ordenadores de 48 o 64 K, sincopados ruiditos electrónicos, brillos de colores sobre fondo negro en la pantalla, teclados de llamativa pinta, pantallas de dimensiones colosales, el molesto ruido de la impresora a calor, recalentamiento aberrante del ordenador por exceso de uso. Esa fue la prehistoria del Home Computer, la era jurásica del ordenata en casa. Se podría escribir mucho, mucho más, pero unas cuantas pinceladas ya sirven para hacerse a al idea de lo mucho que el mundo de la informática ha ido avanzando.

lunes, noviembre 24, 2008

El aparatito de Lumiere - LA BUENA NUEVA


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Resulta reconfortante que pequeñas producciones españolas consigan ser productos de calidad, mucho mejores que producciones hispanas más pretenciosas. Est es el casod el nuevo filme de la directora Navarra Helena Taberna (Yoyes, 1999) que pese a no ser como cineasta anda del otro jueves si se postula como una narradora interesante y excepcional cronista de acontecimientos reales, como ya demostró en su biopic sobre la legendaria militante etarra reinsertada. En esta ocasión, Taberna cuanta la historia de su tío, un sacerdote llamado Don Miguel que durante la Guerra Civil fue párroco de una aldea del norte de Navarra en donde triunfó el alzamiento nacional en medio de un ambiente (el del pueblo), no muy clerical que digamos. Por la sencilla razón de que Miguel pretende seguir los preceptos de moral cristiana y del evangelio, pronto su ideario chocará con la imposición fascista instaurada cuando los falangistas toman el pueblo a pocos días de la llegada del joven cura.


La película es la crónica del enfrentamiento entre los ideales amor y respeto al prójimo y la barbarie de odio y muerte de los señores de la guerra. La película, aunque centrada en la figura del cura Miguel, encarando de manera brillante por un valor en alza como Unax Ugalde, trata de ser coral y presenta a los diversos habitantes del pueblo y su posicionamiento ante al contienda y la nueva realidad del lugar: de ser una localidad roja pasa a ser un municipio fascista por la fuerza y la imposición. Requetés arribistas y chupatintas, valientes viudas de republicanos, los hijos de estas sin bautizar jóvenes falangistas de encefalograma plano, temibles capitanes falangistas, familias católicas contrarias al alzamiento de derechas, seminaristas dispuestos a empuñar las armas, nacionalistas vascos, el médico socialista… No obstante, ningún personaje ni situación esta demasiado perfilado, ya que el conjunto de la película es tan lineal y pasa todo tan rápido y sin demasiadas explicaciones que es imposible que los (interesantes) personajes den más de sí. Las interpretaciones son de recibo y eso que el reparto, formado en su inmensa mayoría por actores vascos, no es de intérpretes conocidos fuera del ámbito de Euskadi y Navarra, a excepción claro está de Ugalde, de Bárbara Goenaga, que interpreta a Margari, la viuda del médico con la que Miguel vivirá un amago de romance, y del madrileño Guillermo Toledo, que encarna precisamente al doctor del pueblo. El personaje de Margari, la maestra local, esta muy mal aprovechado, pese a los esfuerzas de la joven y prometedora Bárbara Goenaga. Como curiosidad, decir que también interviene José María Sanz Loquillo en un curioso cameo como comandante falangista.


Aunque no ha habido mucho presupuesto en esta peli, los esfuerzos en ambientación y vestuario son elogiables. La película responde a las expectativas y cumple su función, que es la de recordar una vez más un hecho infausto de la historia española en su vertiente más humana, y el posicionamiento que una parte de la iglesia católica española tuvo ante un ideario que pese a jactarse de cristiano y de “deseado por Dios”, iba en contra de los preceptos mismos del cristianismo. Ideal para que la chavalería se empape de unos acontecimientos que nunca deberán volver a repetirse.

domingo, noviembre 23, 2008

MIS RETALES FOTOGRÁFICOS (IV)

Luz final sobre el mar II (2008)



Mad Irish Man´s windmill (Quijotesca solución a una sequía) (2008)




Verde (2008)


El libro de arena (2008)