martes, febrero 23, 2010

El aparatito de Lumiere - I´M NOT THERE


**** y 1/2


Cuando los experimentos y las propuestas arriesgadas salen bien, el resultado siempre es excelente. Eso se puede ejemplificar con este filme dirigido por Todd Haynes, una inusual “biografía” de uno de los más grandes músicos (y personalidades) del siglo XX, Bob Dylan. Resulta incomprensible que I´m not there llegue a nosotros con un retraso de casi tres años, habiendo además recibido incontables premios y una nominación al oscar para Cate Blanchett en la edición del pasado año, además, claro está, de aclamación por parte de la crítica internacional. Pero el caso es que ya esta aquí esta estupenda película-homenaje (más que un biopic), cuyo fin es mostrar las claves de la vida, obra y pensamiento de Bob Dylan dramatizadamente pero de una manera muy sui generis: Bob Dylan como personaje no aparece ni es mentado en ningún momento, en su lugar, seis alter-egos protagonizan una serie de historias independientes con claras correspondencias con Dylan. Es decir, la figura de Dylan aparece desdobla en seis personajes (ninguno llamado Bob Dylan) que muestran diferentes lados de la personalidad del cantoautor -personaje complejo donde los haya- así como de sus diferentes facetas vitales. Lo más sorprendente es sin duda la variedad de condiciones de esos seis intérpretes: de todas las edades, americanos, ingleses, y hasta una mujer (Blanchett) en rol masculino y un afroamericano que ejerce como tal. Tenemos a Arthur, el Dylan poético (Ben Wishaw, el protagonista de El Perfume), Woody, el Dylan preadolescente, negrito de 12 años aventurero correcaminos y admirador de Woody Guthrie (Marcus Carl Franklin), Jack Rollins, el Dylan ídolo y fenómeno social redimido (Christian Bale), Jude Quinn, el Dylan burlón y en conflicto consigo mismo (Cate Blanchett), Robbie, el Dylan amante y buscador de la felicidad (Heath Ledger en el que fue su penúltimo filme completo), y Billy McCarthy, el Dylan maduro y huraño atrapado en su propio universo y legado (Richard Gere).


Sin seguir una secuenciación entre los diferentes episodios, los cuales aparecen superpuestos, esta biografía que los pedantes llamarían “deconstruida” trata de ofrecer con éxito una visión somera y completa del personaje de manera poética pero realista y cotidiana al mismo tiempo, con un planteamiento artificioso e irreal en donde se roza la caricatura, aunque la cordura se impone en todo momento. El director echa mano de todos los recursos que él cree convenientes para llevar este experimento a buen puerto (falso documental en las secuencias de Jack Rollins, blanco y negro en las de Arthur y Jude, juego de imitación y de personalidades en los personajes de Jack y Robbie, los únicos interconectados) y el resultado es una auténtica delicia. El espectador puede perderse en este pulular de imágenes y situaciones, por lo resulta fundamental entregarse a la película desde el primer momento; solo así se consigue el objetivo fundamental del filme: captar en su plenitud la figura del cantante de Minnesota.


Y la pregunta del millón, ¿es necesario ser fan de Bob Dylan para disfrutar con esta película? La respuesta es no, pero esta claro que los seguidores de Dylan y que además les guste el cine con mayúsculas, se emocionarán con este filme. Se combinan pasajes auténticos de la vida del cantante (por increíbles que algunos parezcan) con invenciones libremente basadas en la vida del personaje, imágenes simbólicas con momentos cotidianos, poesía y prosa, mentira y realidad, personajes reales e inventados. Hasta el director se atreve con otorgar finales alternativos a algún alter ego del músico, basándose en el “What If”. Todos los actores protagonistas están muy, muy bien, en especial Cate Blanchett como un Dylan divo, bufón (humor judío), cargante pero dubitativo e inestable. El chavalín Marcus Carl Franklin resulta un descubrimiento, en el papel del jovencísimo Dylan que (esto es real) falseaba y fantaseaba con su biografía y llego a visitar a su maestro, el legendario cantante protesta Woody Guthrie, en el lecho de muerte. Todas las secuencias son excepcionales- la de Ben Wishaw, que homenajea a Rimbaud, el inspirador poético del cantante, es más bien monólogo- aunque la de Richard Gere, siendo la más poética y pretenciosa de todas, resulte tal vez por ello la más flojita.


Son muchísimos los matices de esta película, tantos que seguramente se escapen a la hora de enumerarlos. Tantos como los de Bob Dylan. Y obviamente, es mencionable la banda sonora, repleta de canciones del maestro, en su voz la mayoría pero también interpretadas por los “otros Dylan” del filme. En fin, una maravilla de película cuyo único pero sería su hermetismo y su en ocasiones poco digerible poesía. Eso sí, la lección magistral de cine es impresionante.

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