domingo, mayo 23, 2010

LEOPOLDO FREGOLI, EL HOMBRE DE LAS MIL FORMAS


A finales del siglo XIX y principios del XX, cuando el mundo del teatro y del espectáculo se había convertido en un fenómeno de masas, surgió en Italia la figura de un artista y actor que revolucionó el mundo del entretenimiento inaugurando un nuevo género teatral y actoral: el transformismo. Leopoldo Frégoli (1867-1936) fue un genio de la interpretación y un auténtico atleta del escenario que en los primeros compases del siglo XX se hizo mundialmente famoso por sus espectáculos en donde en cuestión de segundos cambiaba totalmente de disfraz y de complementos (pelucas, prótesis) para encarnar a distintos personajes en una misma función. Su habilidad para cambiar de voz y para imitar voces le hacían capaz de interpretar a cualquier personaje hasta el punto de que aparecía realmente imposible que esos caracteres que se iban sucediendo en el escenario a velocidad de vértigo fuesen realmente la misma persona. Pero era cierto, solo había un solo personaje cuando el telón se levantaba y ese no era otra que el rey del disfraz, Leopoldo Frégoli, el padre del transformismo y de hecho el mayor transformista que haya conocido la historia.


Eran los tiempos en que a las cosas aún se las llamaba por su nombre, y el transformismo, género teatral que Frégoli puso de moda, era el arte de disfrazarse perfectamente a gran velocidad y de aparecer cada poco tiempo ante el público con una apariencia diferente: médico, soldado romano, anciano, militar, caballero del siglo XVIII, cura…También se incluía la caracterización de celebridades a las que se trataba de imitar a la perfección: En definitiva, el transformismo era algo más que el concepto que en la actualidad se tiene de el, el de travestirse de mujer y hacer cuatro chorradas. Era todo una disciplina que Frégoli convirtió en arte.


La vida artística profesional de Frégoli transcurrió de 1887 a 1922, años en los que dio la vuelta al mundo y se convirtió en uno de los miembros de la industria del entretenimiento más famosos internacionalmente. Leopoldo Frégoli vino al mundo en Roma el 2 de julio de 1867. Poco se sabe de su infancia y adolescencia a parte de que desde temprana edad ejerció diversas profesiones y que a la edad de 15 años hizo sus pinitos como cómico con compañías de medio pelo en las que demostró variadas habilidades (ilusionismo, actuación). El joven Frégoli llegó a la conclusión de que quería ser comediante pese a las reticencias paternas que a punto estuvieron de abortarle su carrera. Su progenitor no lo vio nada claro hasta que un día se confundió a su retoña vestido de mujer y comportándose como tal con una dama. Pero no iba a ser fácil iniciarse en el escenario. En 1887, con 20 años de edad, como muchos jóvenes italianos de su quinta, se va a la lejana África colonial para realizar el servicio militar. En Abisinia pasará Frégoli varios años de su vida en una interminable mili bajo el calor sofocante del sol africano. Un servicio militar tan largo podía dar para mucho, para comenzar a aprender o ejercer una profesión, por ejemplo. Las habilidades de Frégoli le iban a llevar a ejercer por primera vez de entretainer en un entorno bien insólito e inusual para debutar en ello. Es fácil suponer que Frégoli era el típico personaje gracioso, encantador y carismático para el resto de al soldadesca, a los que entretenía con sus números de imitaciones, mímica (fue también un pionero del mimo artístico) e incluso de ilusionismo, ya que fue un consumado prestidigitador.


Según cuentan las crónicas, hacia 1890 Frégoli hizo un debut oficial por todo lo al
to como cómico de variedades cuando una compañía de comediantes que había contratado el General Baldissera para entretener a la tropa no pudo desplazarse hasta Abisinia y entonces el general pensó en Frégoli y en su habilidad para divertir a sus compañeros, como reemplazo de estos para el show que se tenía pensado montar. La actuación de Frégoli fue tan exitosa que el General Baldissera envió al joven Frégoli al teatro de Massowah, el núcleo de diversión y espectáculo de la tropa italiana en África, con una recomendación para que se convirtiese en el actor principal y en el dueño del cotarro artístico que los italianos tenían montado en el África oriental. Eran el año 1891, y Leopoldo, que había vuelto a la vida civil, no tardó en convertirse en el coordinador del teatro y el casino de Masssowah. Antes de su regreso a Italia, Frégoli ya había consolidado su especialidad interpretativa, la de la imitación y la del cambio rápido de disfraz y por ende de personaje. Se hizo con un amplio guardarropa con todo tipo de disfraces (tendero, mujer, bandido, ricachón, diablo, señor de época, etc) que irá incrementando con el paso del tiempo, y literalmente se valía y se bastaba el solo en el escenario para realizar largas actuaciones en las cuales interpretaba pequeñas obras dando vida a diversos personajes (era capaz de representar un juicio entero con juez, abogado, acusado, etc.) monologuizaba según el personaje del que fuese vestido en ese momento, o imitaba a figuras célebres.


En 1891, Leopoldo Frégoli ya se encuentra de nuevo en Italia actuando con su por entonces inusual y sorprendente espectáculo individual en teatros de Roma, Génova y Florencia. Pronto su fama se extiende por todo el país, y todo el mundo quiere ver a ese joven que es capaz de cambiarse de traje y de apariencia en un visto y no visto, y de hacer magia, cantar con diferentes voces…el primer gran showman de la historia. En 1893, para poder llevar una serie de giras que cada vez resultaban más costosas, fundó dos compañías de apoyo, la Compagnia di Varieta Internazionale y la Compagnia fin de secolo, aunque solo habría una persona en el escenario: él. Frégoli recorre toda Italia y acrecienta su fama, ya que el espectáculo era verdaderamente único en aquel tiempo: un actor que a cada instante cambia de disfraz y de personalidad, dando las sensación a veces de que podía tratarse de más de una persona, pero por supuesto, no era así.


Leopoldo Frégoli se había convertido en una celebridad en toda Italia; era una artista que verdaderamente buscaba sorprender al público en cada momento y se esforzaba por mejorar su técnica día a día, de hecho cada año que pasaba sus espectáculos eran mejores y más completos (algo poco pensable en la mayor parte de los artistas del entretenimiento actuales). Obviamente, pronto el país de la bota se le hizo pequeño y hacia 1894 decide darse a conocer internacionalmente. Entre 1894 y 1897 visita Brasil, España, obteniendo un enorme éxito pese a convertir en esta ocasión sus espectáculos en mudos, ya que no sabía ni portugués ni castellano y por lo tanto su nuevo público no era capaz de entenderle. En 1896 debuta en el Olimpia de Nueva York y viajará a Cuba y a Portugal. En 1897 en una nueva actuación en Madrid, Frégoli conoce a Alfred Moul, gerente de uno de los principales teatros londinenses, el Alhambra Theatre. Moul ya se había hecho eco del éxito norteamericano de Frégoli, y siendo en aquel tiempo el Reino Unido la meca del mundo del espectáculo en todo el mundo (antes de que EEUU le arrebatase el título a principios del siglo XX gracias principalmente a Hollywood), era deseable que Leopoldo Frégoli hiciese su aparición en el Reino Unido cuanto antes. Alfred Moul Frégoli ofreció entonces a Frégoli y a su equipo un substancioso contrato de 350 libras semanales por actuar en el Alhambra. El artista italiano aceptó y Frégoli pasó a convertirse entonces en el actor mejor pagado del momento. Frégoli debutó en Londres en marzo de 1897, semanas antes de lo previsto, ya tuvo que sustituir prácticamente última hora al espectáculo contratado para la reinauguración del Alhambra, el estreno del ballet Victoria y la Alegre Inglaterra, el cual no pudo llevarse a cabo en la fecha prevista por cuestiones técnicas. Aunque Maul calculaba que el espectáculo de Frégoli se interrumpiría el día del estreno del ballet (que según los cálculos del empresario estaría listo en dos o tres semanas), lo cierto es que fue tal el éxito del transformista italiano que su show se representó ininterrumpidamente hasta mayo, retrasando hasta esa fecha el estreno del ballet el cual ya estaba listo meses antes. Frégoli siguió representando en Londres los meses siguientes llenando el Alhambra en cada actuación.


El éxito de Frégoli en los escenarios londinenses fue sencillamente apoteósico. Colegas de la profesión interpretativa se apresuraron a ver el espectáculo del transformista italiano y se quedaron maravillados. Frégoli tampoco hablaba inglés, pero eso no fue ningún obstáculo para su triunfo, permitiéndole incluso perfeccionar sus habilidades en mímica. No obstante, el artista pudo memorizar algunas frases in inglés para imitaciones de músicos como Wagner, Verdi o Rossini, políticos como Gladstone o Bismarck, o escritores como Victor Hugo. Hubo incluso algunos escépticos que dudaron de que Frégoli fuese realmente una sola persona e insinuaron en la existencia de varios dobles. El transformista invitó entonces a varios periodistas y a otros incrédulos a ver su increíble trabajo de cambio rápido de disfraz ente bastidores


En 1897 Frégoli decide abandonar Londres y viaja a Argentina. Posteriormente actúa en Rusia (San Petesburgo), Alemania (Berlín) y Austria (Viena. Parece ser que en 1898 volvió a Londres, aunque en el periodo 1898-1900 su actividad artística en ele escenario fue escasa o al menos poco se documenta sobre esos años. Sea como fuere, Leopoldo Frégoli se convirtió en esos años en un pionero del cine: en 1898 aterriza en Francia concretamente en Lyon, donde compra un cinematógrafo Lumière, y posiblemente realizase algunas actuaciones en algunas ciudades de Francia antes de llegar a París en 1900. La adquisición de un cinematógrafo fue fundamental para el devenir artístico del italiano, ya que a partir de ese momento realizaría filmaciones de actuaciones privadas (el Fregolígrafo, lo bautizó) en donde, como era lógico de pensar, encarnó a varios personajes muchas veces compartiendo escena gracias al incipiente trucaje cinematográfico a lo Meliés. En total se conservan doce filmes cortos (consta que filmó más) realizados entre 1898 y 1899, entre los que se encuentran Maestri di musica, Fregoli illusionista o Fregoli, danza serpentina. Estos trabajos fueron muy influyentes en el incipiente cine de trucaje y fantasía y se convirtieron en objeto de culto para el futurismo y el surrealismo de principios del siglo XX, especialmente en lo tocante al aspecto visual de estas tendencias.


En 1900, Frégoli, por entonces con 33 años y con su cinematógrafo durmiendo el sueño de los justos, debuta en los teatros Trianon y Olimpia de París, otras de las mecas del teatro europeo. Durante la década de 1900, Frégoli vuelve a establecerse en Italia y realiza continuas actuaciones en su país y en Francia, donde se había convertido en todo un ídolo. En 1910, convertido en todo un mito, realiza su última actuación parisina y durante más de diez años realizará giras en Italia y en Sudamérica. Hizo varias actuaciones benéficas para la Cruz Roja y actuó para las tropas italianas en la I Guerra Mundial. En 1925, con 58 años (algunas fuentes señalan que fue en 1922), en medio de una gira brasileña, Leopoldo Frégoli decide retirarse. El artista decide instalarse en Viareggio y ve como su legado en el transformismo sigue vivo de la mano de “discípulos” como Ugo Biondi (que llegó a conocer personalmente a Frégoli) o la norteamericana Lizzie Ramsden. La fregolimanía seguía viva de la mano del teatro futurista, el cual se inspiraba en gran parte en el trabajo de Frégoli, que en su momento supuso una total revolución. Poco antes de su muerte, escribió sus memorias y colaboró en otra biografía, publicada en Francia en 1936. Ese mismo año fallece en Viareggio. En su epitafio reza “Su última transformación”


Así trascurrió la vida de un genio irrepetible, un revolucionario del mundo del teatro y de la interpretación que es convirtió en el primer gran showman de la historia y en uno de los primeros actores europeos de masiva fama internacional. Creador del concepto moderno de la imitación, maestro de la caracterización artística, sin su figura no hubiesen sido lo que fueron ni Buster Keaton, ni Lon Chaney, ni Peter Sellers. El One Man Show tampoco hubiese existido, ni los monólogos cómicos. Un artista sin límites, un personaje sin igual que para alcanzar la inmortalidad tuvo que ser mas de una persona.

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