lunes, marzo 15, 2010

El aparatito de Lumiere - AN EDUCATION


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El tono de comedia melodramática preside este entretenido e interesante filme británico, sorpresa en las nominaciones de los oscar por la presencia en al terna a la mejor actriz principal de su joven protagonista, Carey Mulligan, además de estar nominado a mejor guión adaptado y a mejor película. Como filme, tal vez no sea para tanto, pero lo cierto es que An education cumple con creces su propósito de ofrecer una historia muy bien traída (guión de Nick Hornby, director de Alta Fidelidad y productor de esta cinta, basado en una historia real) y un curioso retrato de la Gran Bretaña de principios de los 60, cuando el reino de su Graciosa Majestad era aún un antiguo imperio en decadencia lleno se intelectuales trasnochados, aristócratas, snobs varios y una burguesía bastante gris: Todo cambió en pocos años cuando el surgimiento del la Beatlemania y de la era pop convirtió al Reino Unido en al vanguardia cultural y social de todo el universo. Ese periodo de tiempo previo al estallido (1960-62) es lo que trata de recoger esta cinta fijándose en la increíble historia de Jenny, una adolescente de 16 años madura e inteligente cuya rebeldía ante sus padres y ante los convencionalismos de la sociedad se manifiesta en su decisión de llevar a cabo una relación con David (Peter Sarsgaard) un atractivo y seductor treintañero aparentemente muy bien relacionado socialmente, y que parece la perfecta vía de escape para Jenny ante el empecinamiento de sus padres (Alfred Molina y Clara Seymour) de que se matricule en Oxford mas que nada para guardar las apariencias burguesas. Una vida de viajes a París, aventura, subastas y lujo de bon vivants parece abrírsele camino a Jenny, pero ¿es eso tal como parece?


La estupenda directora danesa Lone Scherfing dirige con clase una historia muy british en donde la estupenda interpretación de Carey Mulligan (que en realidad cuenta con 24 tacos) lo ilumina todo. Una bonita crónica de un cambio generacional y del fin de unos convencionalismos hecha con sencillez y ternura, y además, perfectamente creíble.

domingo, marzo 14, 2010

NOVENTA AÑOS CON DELIBES



Daniel el Mochuelo, Paco el Bajo, Azarías y la Milana, Nini, Pedro, Carmen y Mario... campos, caminos, pueblos, caza y aves. La sombre de Miguel Delibes es alargada.

Nadie supo escribir en castellano como él. Y nadie supo contar las cosas del día a día como él. Pura realidad.

Le seguiremos leyendo

LOS ENVIADOS

Un nuevo relato de ficción que acabo de escribir. Para todos aquellos que alguna vez han vivido en otros mundos



Prólogo: Cuatro historias



I. La historia de la hechicera


La magia no pudo hacer nada. No pudo evitar que su madre muriese hace casi dos años, ni que atropellasen a su perro, ni que le dejase su novio tras casi tres años juntos, ni tampoco que le despidiesen de aquel trabajo de mierda, aunque esto último si se miraba bien al final no fue tan malo, ya que el curro era poco menos que un infierno. Eso si, toda la bronca final, mejor podía no haber existido. Pero seguía creyendo en la magia, en aquello que desde pequeña había leído y disfrutado, visto y oído. En libros, películas, cuentos. Pero no solo eso, además estaba convencida de que algo de aquello lo había vivido. Ella se veía con un don, un algo especial e insólito que desde pequeña le había acompañado. Al principio, no sabía la razón exacta de aquello, podía pensar que era por su extremadamente especial naturaleza y por su carácter soñador, o tal vez porque en realidad no perteneciese a este mundo. Más tarde, supo que en su familia materna había tíos abuelos, bisabuelas, hermanos de bisabuelas o primos de la familia de su abuelo por parte de madre, con aquel don o facultades parecidas. Pero ella, ya en su adolescencia, estaba convencida de lo que era, aunque se guardaba de no difundirlo demasiado, por temor a ser tachada de loca: ella era una hechicera, un hada, una brujita, un habitante del mundo de las hadas que por alguna razón había sido enviada al mundo sórdido y terrible de los mortales. Tiempo después, a punto de cumplir los 30 años, y aunque en realidad seguía siendo consciente de que no era más que una profesora de inglés en una academia, su corazón sabía que detrás de aquella convencionalidad cotidiana, para ella misma y para muchos seres queridos, ella verdaderamente era Natalia, la bruja buena.



Ella creía en la magia y sabía que la magia creía en ella. En realidad pocas veces le sirvió, para ella misma y para ayudar a otros, ya que eran escasas las veces que ella podía utilizar sus dones, demasiado complicados como para poder usarlos fácil o correctamente, y por ellos no fue extraño que muchas veces fracasase. Pero cuando la magia pudo ser empleada, ayudó, que era lo importante, y Natalia se sentía muy feliz por eso.



II. La historia del guerrero


A Joan no se podía decir que le gustase la violencia, pero era un fanático de las espadas. Y también de las hachas. Y de los mandobles, de las lanzas, de las ballestas, de los escudos. De todas estas cosas, en realidad solo había tenido en sus manos en varias ocasiones brillantes espadas de acero toledano, réplicas de armas antiguas o ficticias. Él mismo tenía algunas, cinco concretamente, en su habitación. La primera, una copia de espada tolkieniana, la compró unos diez años atrás, cuando tenía 22. Sus espadas tenían para él un valor simbólico, eran imágenes de poder y lucha, objetos con los que se hacía justicia luchando y derrotando al enemigo malvado, defendiendo a los inocentes; pero también eran una especie de objetos que conectaban el mundo real con el universo fantástico, aquel que prácticamente desde niño había ido mamando primero en libros y más tarde en juegos de rol. Aquel mundo que a él siempre le aprecio más suyo que el mundo real.



Joan siempre recordaba aquellas tardes en la década de los noventa, en las cuales un buen nutrido grupo de adolescentes (que después fueron universitarios y más tarde licenciados, pero que siguieron haciendo lo mismo) se entregaban con fervorosa pasión al ritual del rol, momento en el cual tenían ocasión de escapar de la rutina académica y de la realidad cotidiana. En la Tierra Media, en los mundos de las mazmorras y dragones, en universos inventados por los propios jugadores. Allí Joan fue mago, fue elfo, fue bárbaro; pero lo que más le gustaba ser era guerrero, valeroso paladín espada en ristre, a veces con arco y flechas, combatiendo las fuerzas del mal. A Joan el ser guerrero era algo que no se le daba nada mal; le gustaba más defender y planear tácticas que atacar y prefería el trabajo en equipo con sus compañeros de fatigas fantásticas que ir haciendo figuritas en solitario. Joan había aprendido mucho de los juegos de rol, entre otras cosas a ser reflexivo, decidido y tolerante. Esa capacidad adquirida gracias al rol de buscar y encontrar alternativas a diferentes cuestiones, problemáticas muchas de ellas, le sirvió muchísimo en su vida. Ahora Joan era un hábil ingeniero de telecomunicaciones, casado hace no mucho, que pese al aparente éxito en su vida solo temía una cosa: que la vida real que ahora vivía al final le diese la espalda por querer ser más un personaje de ficción que una persona “de carne y hueso”. Joan siempre supo que, pese a todo, él era y sería siempre el guerrero. Tal vez se hubiese equivocado de sitio.



III. La historia de la sirena


Como pez en el agua. Así se sentía ella en el medio acuático. Desde muy pequeña coleccionaba medallas de natación en campeonatos provinciales, autonómicos e incluso nacionales. Hasta los 19 años, edad en la que decidió dejar la competición para centrarse en sus estudios universitarios de medicina, perteneció a un privilegiado grupo, que no era otro que el olimpo de los campeones. La palabra campeón siempre trae connotaciones épicas, competitivas y también deportivas, ya que estas tres cosas casi siempre van unidas de un modo u otro. Pero a ella ser campeona se podía decir que le importaba lo justo; aunque siempre era una satisfacción ser la mejor en algo y sentirse admirada y agasajada, ella nadaría solo por nadar. Amaba el agua, el contacto del elemento con su cuerpo, adoraba sentir como se abría a su paso cuando la surcaba como un pez, las gotas salpicando, el placer de sumergir su cuerpo en el líquido. Naiara dejó de competir en natación, pero siguió nadando, en la piscina casi todos los días y también en el agua del mar de vez en cuando. Despedida la adolescencia, atrás quedaron los títulos en braza, espalda, crol. Naiara a partir de ese momento se sintió mas libre, podía disfrutar de su pasión cuando ella quería. Ella ya sabía desde hacía tiempo que era una nereida, o quizás una náyade, o una sirena, o todo eso a la vez.



A Naiara la mitología griega le fascinaba, pero también tenía querencia por las hadas, las ninfas y los duendes, presentes siempre sus efigies de papel recortado o troquelado en las carpetas de su etapa estudiantil. De niña tenía sus libros y cuentos con gnomos, hadas y otros seres de fantasía. Pertenecían a un mundo en el que a ella le gustaría vivir, pasando de frustraciones, problemas con amigas, en el trabajo, con novios. Ya tenía 26 años pero se sentía insegura ante el futuro. La inseguridad es siempre más grande en las personas sensibles y marcadas por algo. Naiara a los 23 años se despidió de su padre, un Ulises navegante al que una enfermedad primero le dejó varado en Itaca sin poder embarcarse más y que después le arrebató la vida. Ella, sin embargo, veía a su padre más bien como Poseidón, tal era su dominio de los mares, y ella misma como una sirena de mar, aunque ya sabía que estos seres originariamente no eran marinos, sino hermosas mujeres ante cuyo canto era imposible no sucumbir. Desde hacía varios años, poco antes y ya después de la muerte de su padre, la sirena marina tubo que cuidar de una madre a la que la salud tampoco estaba acompañando. Debido a las muchas las horas de hospital con sus padres, ella en algún momento deseó morir y convertirse por fin en un ser inmortal, pero la fuerza otorgada por su relación sentimental, le estaba haciendo aguantar. En aquellos días, en los meses primaverales o estivales, iba a al playa a sentir el abrazo liberador del mar. En verano, eran muchos días en los cuales Naiara aparecía en la playa, iluminando con su bello y atlético cuerpo de sirena rubia casi siempre semidesnudo, el mar y la arena.



IV. La historia del vampiro


Ser inmortal hoy por hoy no esta al alcance de nadie. Ningún humano es inmortal. Y es inútil buscar algo que otorgue una vida eterna en al tierra, pues nada de eso existe. Pero Alex conocía ciertos casos, irreales claro, en los que eso podía ocurrir. Para ello, había que vencer al miedo, comprender que es en realidad lo que distingue al bien del mal, y comprender cual es el sustrato de la vida. La sangre. Alex había gastado mucho de su tiempo consumiendo cantidades enormes de relatos de humanos a los que la ingestión de sangre otorgaba vida eterna y vencían a la muerte. Sangre humana, que más da; otros seres humanos mueren para alimentar al vampiro, eso no importa. Los nosferatus no tiene por que ser malos.



Alex era un chico carismático entre sus amigos, inteligente, aunque algo reservado. Y raro, muy raro. Con 22 años podía haber encajado más en la primera mitad de los ochenta dentro de aquellos muchachos y muchachas que se hacía llamar siniestros en aquel oscuro submundillo que formaron lleno de cardados, rimel negro, ropas oscuras y música de Joy Division, Siouxiee and The Banshees y The Cure. Más de 20 años después, Alex era uno de los herederos de aquellos seres crepusculares de carne y hueso, inserto como estaba dentro de las hordas góticas del siglo XXI. Su imagen no era tan excéntrica ni tétrica como la de algunos de sus amigos del clan, pero el color negro era en él sempiterno, en sus ropas y a veces en su ánimo. La incomprensión y extrañeza que le profesaba su familia era de esas que inauguran conflictos y disputas por la más leve anécdota, pero el, no sabía por que, se sentía bien así, autodesplazado. Un vampiro no tiene porque compartir su existencia con los mortales, al fin y al cabo. Volar por la noche, escaparse, amar la oscuridad, sentir el poder se la sangre, burlar el destino, saberse un ser superior, sentir la eternidad…esa era la vida de un vampiro.






Interludio: Breve introducción sobre la condición de los seres mágicos que habitan en nuestro mundo



Cuando habitan entre nosotros criaturas y seres mágicos o irreales, estos, tarde o temprano, tienden a agruparse. Esto lo saben muy bien los vampiros, vampiras y las damas de medianoche, que en nuestro mundo real tienden a ir en grupo por que si no, se extinguirían en su mágica condición; también las brujas y brujos al final se terminan conociendo puesto que comparten aficiones, filias y secretos inconfesables que normalmente solo se revelan entre ellos y rara vez lo hacen con los “mortales”, que muchas veces les temen sin razón por que creen que todo lo que hacen tiene que ver con el mal, aunque lo que en realidad a lo que los seres del mundo corpóreo tienen miedo es a que les muestren cosas que ellos no conocen y que les hagan replantarse su visión de la realidad. Los guerreros, que tienen también algo de magos o de alquimistas, poseen también gran facilidad para unirse y compartir sus crónicas de batalla.



Es muy común también que los vampiros contacten con hechiceros, sobre todo si les gusta, aunque sea solo estéticamente, la oscuridad y la tiniebla. Los hechiceros y hechiceras también consideran de su clan a todo tipo de hadas, ninfas, y algún que otro guerrero, ya que magia y espada muchas veces van íntimamente unidos. Los genios femeninos, véase, hadas, brujas, sirenas, sílfides, tienen muy buen trato entre ellas, puesto que la condición femenina de los seres fantásticos que moran entre nosotros lleva consigo una hipersensibilidad en sus poderes que hace que el encuentro entre ellas sea inevitable y posteriormente se desarrolle una enorme e indestructible amistad, basada en los vínculos de la magia.



No hay que olvidar que, pese a que algunas veces parezca lo contrario, los seres mágicos nacidos en el mundo real son bondadosos. Puede haber excepciones, si, pero son casos que representan un grano de arena dentro de una playa. El hecho de ser excepcional en un mundo desagradable y frustrante, conlleva casi innatamente luchar por el bien por encima de todas las cosas y ayudar a los seres ordinarios en todos sus problemas. Por algo han sido enviados a este mundo.




1. El encuentro



Tal y como cabía esperarse, Natalia, Joan, Naiara y Alex llegaron a conocerse. La bruja buena, el guerrero, la sirena o ninfa marina, y el vampiro. Pese a que vivían en ciudades diferentes, alejadas unas de las otras, sus mágicos sueños, sus poco ordinarias aficiones, su común ansia de evasión de esta perra vida, y sobre todo el hecho de poder compartir sus problemas y frustraciones, hicieron surgir entre ellos una sólida amistad en la distancia. La herramienta mágica del tercer milenio, la red virtual e invisible, el lazo eléctrico del espacio de la información, lo hizo posible. En pocos meses, ya habían formado entre ellos cuatro un colectivo de criaturas fuera de lo común unido por una gran amistad y admiración y respeto recíprocos. Sus encuentros, sin verse nunca las caras corpóreamente, eran casi siempre nocturnos y allí comenzaron a compartir sus mágicos secretos. Luego, ya cada uno seguía con su vida, Joan en la empresa de telecomunicaciones en la que trabajaba, Naiara como médico residente, Alex terminando sus estudios de periodismo, y Natalia con sus clases de inglés. Cada uno con su respectiva vida familiar y afectiva que para nada afectaba a la virtual y cada vez más alucinante relación entre ellos establecida.



Por cierto, al principio ninguno de ellos sabía de la pertenencia a los “otros mundos” del resto. Su encuentro fue casual, como casi todo lo que ocurre por la red mágica, que tal vez fue concebida por una raza superior de magos que deseaba el encuentro entre los seres extraordinarios para salvar al mundo mortal de la mediocridad. Lo más sorprendente, sin embargo, fue aquella circunstancia, desconocida por ellos al principio, que unía a los cuatro en su sufrimiento en la vida real




2. El auge del reino de la oscuridad



En el tiempo en el que los cuatro se conocieron, Joan estaba viviendo un mal momento personal. Los ahorros que sus padres habían acumulado cuidadosamente durante años para la adquisición de una vivienda en la costa que iba a pasar en breve a ser en breve propiedad de Joan y su mujer, iban a desaparecer en un abismo negro en muy poco tiempo. La urbanización de chalets unifamiliares donde se ubicaba la casa no cumplía la ley de costas a sabiendas de la administración de turno y de los promotores, y nadie pudo hacer nada por evitar la orden de derribo del juez. No hubo comprensión posterior en ningún sitio, muchas familias iban a ver destruida su esperanza y Joan veía asistía alucinado al espectáculo de mentiras y confusión que ponía en jaque su futuro. La mayoría del resto de los ediles de la localidad donde se encontraba la urbanización era siniestros personajes corruptos, maléficos señores feudales y brujos negros fabricantes de paraísos artificiales con los que engañaban a las gentes. El concejal de urbanismo, el señor oscuro del lugar, tenía varios negocios con sus hermanos Precisamente una hermana suya, residente en otra ciudad, era propietaria de una prestigiosa academia de estudios en donde Natalia daba clases.



La vida de Natalia, que parecía haber encontrado una estabilidad otrora inexistente, volvió a tambalearse cuando en el trabajo le dijeron que iban a prescindir de ella en breve, siendo una de las mejores profesoras del centro. Las razones no eran claras, y a falta de una versión oficial -la real no era otra que las penurias económicas y la necesidad de que alguien pagase el pato- pronto surgieron todo tipo de acusaciones en boca de jefes y supuestos compañeros, con el beneplácito de la directora. Una bruja malvada rodeada de su ejército de trolls y orcos, tan estúpidos como dañinos, intentando atacar a la hechicera blanca. Pero Natalia, en toda lucha o vicisitud partía con una ventaja, que era el poseer un poder mágico existente y no inventado, dentro de un mundo de seres normales. Eso la distinguía de Naiara, Alex o Joan. Natalia a veces soñaba cosas que luego se cumplían, y una vez soñó que unos guerreros oscuros, vestidos con capas negras y en caballos del mismo color asaltaban su casa de cristal, destruyendo todas sus pertenencias, sus libros de magia, sus pociones, destruyendo además su refugio trasparente para ser luego arrojada a un bosque oscuro de árboles grises y pelados. También soñó que su amado, un caballero valeroso y noble que conquistó su corazón, era encerrado en el interior de un árbol hueco por los orcos y los guerreros negros. Natalia temía que su despido pusiese también en compromiso la viabilidad de su inminente boda. Ella, que también podía leer el pensamiento de muchas personas si se encontraba con fuerzas para ello, jamás pudo penetrar en la mente de esos sus nuevos enemigos, pero le era posible conocer a veces lo que estaban pensando personas queridas y conectar con ellos, lo que le fue de gran ayuda cuando quiso solucionar su problema.



Natalia no lo sabía al principio, pero lo cierto es que un íntimo amigo de su jefe de personal, un siniestro sicario de la malvada hechicera, un día capturó a una sirena. Es muy difícil conseguir eso, el amor de una sirena es pues un gran premio para todo marino. La prometió un amor imperecedero, pero aquel pescador errante era demasiado aventurero buscavidas y también bastante mercenario de corazones, y cuando vio que su aventura con la sirena le exigía demasiada responsabilidad, la abandonó. Naiara no entendía al principio como él había podido dejarla, cuando pensaba que era el amor de su vida. Más tarde comprendió que su navegante no quería comprometerse con la hija de una madre enferma a la que había que cuidar constantemente, hecho que él siempre alegaba que restaba tiempo a la relación. También se dio cuenta que él tampoco deseaba estar con una joven que le había confesado tener muchas veces momentos de tristeza y melancolía y cierto carácter depresivo que trataba de corregir con ayuda y paciencia. Pero no, él se dio cuenta que no la quería y no había más que hablar. La sirena quedó entonces en un profundo estado de tristeza y desesperación que le volvía a traer las galernas más cruentas y oscuras de su vida.



El prometido de la sirena era un niño rico que trabajaba como gerente de la empresa de seguridad de su padre, la cual tenía representación casi todo el país. Dos guardias de seguridad de esta firma la tomaron con un grupo de jóvenes góticos en la entrada de un local nocturno. Se formó un tumulto en el que gente que no pinchaba ni cortaba en el asunto se inmiscuyó para insultar a los vampiros, a las criaturas de la noche y a las demonesas. Los guardias alentaron a jóvenes clientes del local y también a gente que pasaba por allí para dar su merecido a aquellos indeseables, y entre todos bien que lo hicieron. Aquella noche, los vampiros y los señores y damas oscuras la pasaron en el cuarto de socorro o en el hospital. Ni la luna llena que brillaba se puso de su lado para salvarles. Alex, que sufrió una luxación, varias contusiones y una hemorragia nasal, deseó aquella noche ser lo que era realmente. Una denuncia de una falsa provocación y agresión a guardias de seguridad también pesaba sobre él.



Cuando Natalia, Joan, Naiara y Alex supieron de las circunstancias actuales de cada uno, de su desesperación compartida, y de la increíble interconexión entre sus diferentes enemigos, creyeron que era ya el momento de conocerse personalmente. El vampiro, la sirena, la bruja y el guerrero se citaron entonces en una quinta ciudad, ajena a los cuatro, y allí se vieron las caras, se conocieron realmente y decidieron que había llegado el momento de la magia, de revelar sus personalidades reales y luchando contra sus enemigos del mundo de los mortales. Estaba claro, el mundo real había declarado la guerra a los seres mágicos y de leyenda. La guerra, pues, iba a tener lugar.






3. La confrontación



Era una mañana de viernes. La hechicera había estado planeando la noche anterior su venganza. Natalia no le había dicho nada ni a su novio, ni a sus amigos ni a su familia, era mejor que no lo supiesen. Ya sabían que ella era la bruja, pero no debían saber el alcance real de su poder. Natalia llegó ese día a la academia con un aspecto diferente nunca antes mostrado. Llevaba un vestido verde de seda muy fina con una cola en apariencia larga pero que otras veces no lo parecía tanto, ya que parecía a veces como flotar o evaporarse. El vestido llevaba algún motivo rojo y en el cuello de la joven cubriendo su escote pendía un enorme medallón dorado. Su pelo castaño parecía mas largo y claro de lo habitual, y en sus ojos pintados se leía una mezcla de ira y de seguridad. La bruja dejó atónitos a los profesores, administrativos y personal del centro que se encontraban en ese momento antes de que llegase cualquier alumno. Natalia dirigió su mirada a sus compañeros mentirosos y traidores. Una invocación en una extraña lengua se expandió en un eco cavernario al tiempo que el espacio cerrado en el cual había comenzado la escena parecía haberse volatilizado a favor de una bruma que se expandía como en un espacio abierto infinito. De la niebla surgió una bandada de cuervos que se precipitó contra los enemigos de la hechicera, picándoles.



La bruja envió sobre algunos de los señores oscuros rayos de luz blanca surgidos de sus manos. Los enemigos parecían ahora los monstruos que en realidad eran, orcos, goblins y hechiceros negros de deformados rostros a causa de su maldad. Puede que en el mundo real no tuviesen magia con la que contrarrestar, pero la inmundicia ya lo habían cometido y estaban pagando por ello. Otros conjuros salieron de la boca de la bruja verde y todas las fuerzas de la naturaleza, el viento, el fuego, la nieve, la lluvia, parecían estar con ella. Antes de que comenzase a sentirse exhausta por la sobreutilización de su poder, el guerrero acudió a ayudarla. Joan estaba ahora vestido con solo un taparrabos piel de oso, con el torso desnudo y diademas y muñequeras de bronce alrededor de su cuerpo. Su constitución parecía mucho más musculoso de lo habitual, y sus cabellos eran ahora más largos. Armado con una enorme espada, el guerrero se abría entre rocosos escarpados para enfrentarse a la bruja negra, que trataba de huir a lomos de un dragón. Un salto acrobático aproximó al guerrero hasta la bestia, la cual volaba a baja altura, y con una patada derribó a la maligna mujer, la cual fue arrastrada hasta perderse en el infinito por un tornado enviado por su rival, la hechicera a la cual pretendía desterrar.



El guerrero y la hechicera habían librado y ganado la primera batalla. La hechicera se había transformado en unas doscientas diminutas hadas de piel verde, alas de libélula y cabello rojo todas con el rostro de Natalia que se dirigían hacia un agujero que se había abierto en la bruma. El guerrero, a lomos del dragón ganado a la hechicera negra, les siguió.



Un enorme gentío se concentraba cerca de una urbanización cerca de la playa. Una manifestación encolerizada con pancartas y megáfonos, frente a un concurrido grupo de mandatarios escoltados por la policía. Una manada de escavadoras parecía desafiar y amenazar a la encolerizada y desesperada gente, temerosa ante la pérdida inmediata de sus más preciados bienes. Surgida desde el mar, la cabeza de Naiara asomaba a la superficie para observar la escena. Ya no tenía piernas, sino la cola plateada de un enorme pez. Sobre su frente, una estrella de mar pegada, y entre sus pechos desnudos colgaban las perlas cultivadas de un enorme collar. La sirena volvió a sumergirse y buceó hasta la orilla de la playa.



En mitad de la concentración que tenía lugar a varios metros de la mar, dos figuras parecieron surgir desde la nada. Una hermosa bruja vestida de verde y un atlético guerrero armado con un hacha y una espada. Se hizo el silencio entre los atónitos asistentes y al instante se oyó un agudo, fuerte e inhumano grito desde la costa. Los personajes mas opulentos que allí se encontraban, los todopoderosos y corruptos señores oscuros se taparon los oídos mientras lanzaban gritos de dolor, mientras que los gentiles no parecían verse afectados. La hechicera exhortó a los habitantes de la aldea amenazada por la sombra de que huyesen por un sendero que parecía haberse generado repentinamente, a lo que estos accedieron desconcertados y asustados. El guerrero, que ahora vestía una cota de malla que cubría su pecho, ayudó personalmente a huir a su familia, a sus padres, sus hermanos y su esposa, a la que besó antes de que se adentrase sendero arriba con el resto de la gente. El canto de la sirena cesó, y los pocos señores oscuros que aún podían mantenerse en pié tras haber oído el grito ponzoñoso, dirigieron su mirada de odio contra la hechicera y el guerrero. Los que les escoltaban, que asemejaban ahora enormes guerreros con armadura gris y yelmos rematados en cuernos blandiendo boleadoras, se abalanzaron contra los héroes, mientras que las escavadoras mutaron el gigantescos golems o monstruos metálicos con guerreros a sus hombros. La magnífica pericia con la espada del guerrero y la magia de la hechicera fueron suficientes para librarse fácilmente de los enemigos, al tiempo que los señores oscuros eran atacados por campos de energía que les paralizaban o provocaban convulsiones. Pero los golems continuaban su trayecto hasta el poblado con el fin de devastarlo y su fuerza era demasiado descomunal como para que el guerrero y la hechicera les hiciesen frente de manera efectiva. La sirena entonces llegó hasta el campo de batalla, un paraje que ya nada tenía que ver con lo que era al principio, ya que ahora semejaba a un poblado medieval en medio de una gran llanura. Con piernas rodeadas por una vaporosa gasa blanca en lugar de cola de pez, la sirena invocó con sus brazos a su padre, Poseidón, y las aguas del mar comenzaron a violentarse, a aumentar, a revolucionarse. Enormes olas se formaron y llegaron hasta la costa violentamente en forma de salvaje maremoto, barriendo a los golems y precipitando a guerreros y señores del mal hasta las rocas de un acantilado. El mar se puso de nuevo en calma el sol volvió a aparecer tras una densa bruma. El pueblo estaba salvado. Un gran murciélago apareció surcando el cielo y ahuyentó a los guerreros que maltrechos trataban de volver a empuñar sus armas.



Seguía siendo viernes, pero ya había llegado la medianoche. A las puertas de un local nocturno, dos guardias de seguridad pasaban el tiempo con aire arrogante y mediocremente marcial. Allí se dirigió Alex, envuelto en un largo gabán gris perla sobre pantalón y camisa negra. Sus ojos no eran marrones como de costumbre, sino rojos. Su piel era ahora enormemente pálida y no parecía precisar de gafas, ya que esa noche veía perfectamente sin ellas a pesar de su miopía. Una expresión de asco y se dibujó en el rostro de los vigilantes ante su aparición. Antes de que el más bravío de los dos articulase el primer improperio, el cuerpo de Alex por arte de magia se había tornado en el de un murciélago. Los dos mamporreros profesionales no dieron crédito a sus ojos, como tampoco que de repente la calle se hubiese convertido en una especie de tétrico paisaje de hierba gris y árboles negros. El murciélago emitiendo ensordecedores chillidos comenzó a atacar a un grupo de jóvenes bien vestidos que espantando al animal en medio de una densa neblina, parecían ahora ver trasformadas sus ropas en trajes de principios del siglo XIX. Alguno, más atrevido, intentó ahuyentar al murciélago con un puñetazo, pero se llevó un sanguinolento mordisco en la mano por parte de la fiera voladora.



El murciélago, decidió posarse en el suelo y volvió a su forma semi humana de vampiro. El ser nocturno dirigió su mirada de odio hacia dos No Muertos que guardaban la entrada a una especie de templo. Con una velocidad indescriptible, el vampiro se abalanzó casi en vuelo contra los dos esqueletos armados con mandobles, a los que derribó sus armas y volteó contra la piedra de la pared del templo. Los cazadores y cazadoras de vampiros trataron entonces de rodear al ser, armados con estacas, pero el vampiro tenía la suficiente fuerza y agilidad como para derrumbarles uno por uno y lanzarse acto seguido a su cuerpo para extraerles la sangre con sus afilados colmillos. La hechicera había acudido en su ayuda, primero en la forma de una pequeña hada azul, y después como una mujer de pelo rojo, aunque ahora su ropa eran que ella solía utilizar por la noche, un traje negro de encajes y amplio escote. La hechicera logro destruir cuerpos huesudos de los No Muertos que trataban de hacerla frente e impidió que otros cazadores de vampiros acudiesen al interior del templo encerrándoles en mazmorras de aire. El vampiro bebió la sangre de sus enemigos y podía así proseguir con su inmortalidad.



El antiguo prometido de la sirena navegaba en un catamarán con su actual novia, satisfecho de su vida, orgulloso de su nueva conquista y sin importarle un ápice el destino de Naiara. Los dos nuevos amantes se abrazaban y besaban en una cálida mañana de sábado en la mar, cerca de la costa. La embarcación se estaba aproximando a un acantilado por el cual el antiguo amante de la sirena había pasado cientos de veces. Nunca se veía a gente por allí, por eso le pareció extraño ver sobre una roca a una mujer desnuda. Al acercarse, el amante traidor pudo comprobar que se trataba de su antigua novia, pero no sabía que hacía allí y por que tenía la cola de una sirena y estaba más bella que nunca. Su novia actual tampoco daba crédito a esa extraña visión, pero el catamarán parecía dirigirse por su propia voluntad hacia el acantilado. El barco llegó hasta la sirena. El antiguo amante no parecía tener voluntad ni consciencia alguna cuando la sirena le tomó de la mano y le sacó del barco. Los ojos de la sirena se clavaron en los de su traidor y este no podía apartar la vista de aquellas pupilas azul marino. La escena súbitamente se transportó a un puerto desierto y desconocido. La nueva prometida había salido del barco, y había tomado tierra, como la sirena y su antiguo prometido. Este parecía haber despertado de repente de un sueño, miró con estupor a la sirena y se dirigió a su novia, pero esta pareció no verle y siguió su camino perdiéndose en el interior de aquel muelle desconocido. Ya no tenía a su último amor, ni tampoco tendría otros más, puesto que la sirena le había maldecido. Y comenzaría a perderlo todo, empezando por su embarcación, que comenzó a hundirse lentamente en las aguas.



La sirena dejó a aquel ladrón llorar su merecida desdicha y se zambulló en el mar. Fue buceando hasta la playa, que ahora estaba a los pies de una enorme colina cornada por un magnífico castillo. Fuera del agua, transformó su cola de pez en piernas humanas y se dirigió hacia las inmediaciones del castillo. Un prado verde y un frondoso bosque rodeaban la fortaleza, delante de al cual surcaba un caudaloso río. Cerca de un árbol, la sirena se reunió con el guerrero, el vampiro y la hechicera, que le estaban esperando. Unicornios corrían por el prado, y hadas y genios del aire revoloteaban entre árboles y matorrales. Se veían desfilar ejércitos de guerreros y amazonas. Trasgos, elfos, humanos, centauros, náyades, genios nocturnos y otras especies celebraban la victoria de sus emisarios en el mundo real. Aquel era el mundo del que nunca debieron haber salido.