lunes, junio 28, 2010

El aparatito de Lumiere - VILLA AMALIA

***

El drama en el cine no tiene por que ser siempre lo mismo, y una historia de abandono de la vida anterior y de retorno a un nuevo punto de partida, que podría ser del todo previsible (de hecho este tema en concreto es uno de los más tratados en cine y literatura) puede, por que no, ser original y estimulante. Esto es lo que ofrece este más que interesante filme francés, filmado por un director con oficio como Benoit Jacquot y protagonizado por uno de los rostros femeninos más internacionales de la interpretación gala, Isabelle Huppert. Villa Amalia es la crónica de una huida a al desesperada, la que emprende Anne, una concertista de piano en la cincuentena que tras descubrir que su pareja le es infiel y reencontrase por casualidad ese mismo día con un olvidado amigo de la infancia decide dejar atrás su vida anterior, empresa que le es extremadamente difícil y le obligará a llevar a cabo extravagantes acciones literalmente sobre la cuerda floja y tratando de esquivar un pasado que aparece y desaparece, va y viene, y siempre está presente. La huída a la nada, una solución un tanto cobarde, pronto empezará a brindar oportunidades y esperanzas, o al menos un atisbo de ellas.


Esta película tiene un devenir un tanto irregular, sinuoso e impredecible y eso es lo que constituye su principal virtud, ya que no estamos ante un cuento con moraleja clara ni ante un relato en donde el final feliz se atisbe. Hay pistas falsas, momentos de relleno que no son tales, y en general, una historia perfectamente creíble por su imperfección. Una variedad de escenarios filmados por una cámara que entrega literalmente las imágenes al espectador y un soberbio manejo de los tiempos y las pausas consiguen una película brillante y esforzada que quizás pueda pecar de ser algo desconcertante por su inusual tratamiento y su aparente frialdad, aunque su calidez humana se imponga finalmente por encima de todas las cosas.



domingo, junio 27, 2010

EL PARQUE DE ATRACCIONES DE VIZCAYA 1974-1990 - COMPENDIO DE MEMORIAS ARQUEOLÓGICAS (I): INTRODUCCIÓN A UN MITO PERDIDO


Ha sido imposible conseguir una sola imagen antigua del parque de atracciones de Vizcaya, es decir, en todo su esplendor. Nos tenemos que conformar con las deprimentes imágenes actuales. En fin…


Un parque de atracciones en las alturas de Bizkaia

Hubo un Parque de Atracciones en Bilbao. Fue cuando la actual fiebre de los modernos Parques Temáticos era algo totalmente inexistente y la sociedad occidental del bienestar se conformaba con relativamente sencillos complejos recreativos que carentes del boato glam de los parques actuales y sin estar basados en temas o conceptos específicos hacían disfrutar de lo lindo al público de todas las edades, especialmente el infantil. En una capital vizcaina que se encontraba en un álgido punto de desarrollo económico y a punto de despedir la dictadura franquista, se inauguró el Parque de Atracciones de Vizcaya, punto de referencia ineludible para la sociedad vizcaína en los años 70 y 80 y recordado con cariño 20 años después de su cierre por toda una generación de padres y niños que asistieron a él al menos una vez en aquellos 15 años.


Aunque tradicionalmente conocido como “el Parque de Arxanda”, por su proximidad con el monte bilbaíno de dicho nombre, en realidad el parque estaba situado en la cima del monde Avril, cercano al Artxanda y en el término municipal de Galdakao. Se encontraba a menos de 10 Km. de Bilbao, una distancia que hoy parece un mierdilla pero que por entonces suponía toda una odisea en cuanto a desplazamiento. El Parque de Atracciones más moderno de Euskadi (bueno, la única competencia en el ámbito local vasco era el parque de San Sebastián…y, en fin, el pequeño y vetusto parque donostiarra inaugurado en los años 40 no podía ser un digno rival, como fácil es de suponer) echó el cerrojo por falta de rentabilidad a principios del año 1990, unos meses antes, en octubre de 1989, el parque había cerrado para su pertinente descanso invernal, en un año en que la asistencia al parque fue la más baja en 15 años. Terminaba así una época en la que miles y miles de vizcainos y vizcaínas disfrutaron de atracciones por entonces tan emocionantes y sugerentes como al montaña rusa (con sus espectaculares vistas de todo Bilbao desde de su punto más alto), el mítico Gusano Loco, el Scanner, el Enterprise, el Pulpo, la Casa Magnética, el Tren Fantasma, o ya fuera de las atracciones propiamente dichas, la coqueta piscina (inaugurada a finales de los 70), la pista de karts (la primera en Bizkaia), el auditorio de actuaciones (durante su existencia el más grande de Bizkaia) y el mini zoo, dentro de su espacio de 10 hectáreas. Desde muchos puntos de Bilbao se podía ver a lo alto en el monte Artxanda-Avril la inconfundible silueta que conformaban las pirámides anaranjadas que culminaban la estructura de los edificios de hormigón que se encontraban por aquí y por allá en el recinto (la cafetería-restaurante, las salas de juegos recreativos, acuarios, aviarios y otras dependencias del zoo, oficinas administrativas), la inmensa noria y si uno se fijaba bien, las líneas curvas de la montaña rusa. Tras su cierre, las pirámides de metal con punta de cristal de este parque aún no desmantelado del todo en lo que a sus estructuras fijas se refiere (aunque las atracciones de carácter montable se quitaron en su práctica totalidad) han seguido persistiendo y continúan, descoloridas y enrroñecidas, dominando el “botxo” bilbaíno desde las alturas, cual restos arqueológicos erguidos por civilizaciones antiguas y pérdidas. Son ya 20 años sin que las instituciones (Diputación Foral de Bizkaia, Ayuntamiento de Bilbao) sepan que hacer con estos restos que hoy asemejan a un paisaje futurista pseudoapocalíptico, una feliz ciudad utópica que en algún momento fue arrasada por una lluvia ácida o por una explosión nuclear.


En los últimos años muchas iniciativas han tratado de recuperar la memoria de este estándar de la memoria sentimental vizcaína del siglo XX que fue el Parque de Atracciones de Vizcaya, mientras los mandamases de devanan los sesos para encontrar un futuro al desolado emplazamiento: proyectos de documentales, páginas web, alguna bizarrada surgida de mentes neoiluminadas… pero aún se echa en falta algún estudio o biografía completa y rigurosa sobre el complejo recreativo, algo que según parece está en camino. La intención de este artículo no es llevar a cabo tal análisis y/o historia del PAV, sino trazar las claves del parque en su época y rememorar algunos de los buenos momentos que este que suscribe tuvo en su niñez como visitante del Parque. Espero que estos recuerdos sean compartidos con muchos lectores/as vizcaínos de este blog, intentando que la memoria de este pequeño oasis de la gris sociedad vizcaína de los 70 y 80 siga manteniéndose viva.





Una historia para reír…


Principios de los años 70. La sociedad española vive inmersa en los últimos años del franquismo, con un dictador anciano y agonizante, un régimen al que no le quedaba más remedio que irse abriendo aunque sin renunciar a su autoritarismo, y una sociedad civil que demandaba el urgente cambio político y social. Bizkaia, una de las provincias más prosperas del estado español gracias a la actividad industrial (siderúrgica, principalmente) gozaba ya de un importante nivel de bienestar, por encima del de la media española, y en el periodo 1972-1974 cualquier iniciativa económica supuestamente rentable y no necesariamente relacionada con la industria iba a ser bien recibida como un plus para el desarrollo económico del territorio. Había crisis económica mundial aquellos años, sí, pero desde hacía tiempo la sociedad del bienestar y del ocio estaba plenamente consolidada en la sociedad occidental, y aunque España llegó con retraso a ella, los esfuerzos por ponerse a la altura de otros países en aquellos años previos a la transición a la democracia fueron notorios.


Ya había parques de atracciones en ciudades hispanas tan importantes como Madrid o Barcelona y resultaban muy rentables, ¿por qué no iba a haber en una ciudad del nivel económico y de las dimensiones de Bilbao? En 1972 la empresa gestora del Parque de Atracciones de Madrid en la Casa de Campo convenció a la Diputación de Vizcaya (por entonces dependiente del Gobierno Civil de Vizcaya, la institución “mandamás” en la provincia vizcaína durante el régimen de Franco) de la idoneidad de construir un complejo recreativo similar al madrileño en Bilbao, si no dentro de los límites urbanos si en emplazamientos cercanos o en las afueras, tal y como ocurría en muchos parques de atracciones de las grandes ciudades del mundo. Se creó aquel año la sociedad Parque de Atracciones de Vizcaya, compuesta por la citada empresa madrileña del parque de la Casa de Campo (la principal gestora del futuro complejo), la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao, la Caja de Ahorros Vizcaína y Bankunion. El emplazamiento finalmente elegido fue el de un terreno entre montes Avril y Ganguren cerca del municipio de Galdakao (entonces Galdácano); las obras comenzaron en el mes de julio de 1973 y se prolongarían durante 14 meses. Este fue un proyecto ilusionante para la sociedad vizcaína por lo novedoso de su factura y su inauguración en septiembre se 1974 (inicialmente se previo que el parque estuviese listo en el mes de agosto) fue esperada con ansia tanto por adultos como por niños. En la fecha de inauguración del PAV, el parque estaba compuesto de las atracciones, la pista de Karting, y la mayor parte de los locales hosteleros; el auditorio no se inauguraría hasta principios de 1975 y además estaba previsto dotar al complejo en un futuro de un pequeño zoo (el primero en todo el País Vasco) y de instalaciones deportivas. Incluso se barajó la idea de dotar al Parque de un safari fotográfico, idea que finalmente no se llevó a cabo. El coste final del parque fue de 360 millones de pesetas de entonces.


Durante sus primeros 3 años de existencia (1974-1977), el PAV llegó a convertirse en la principal referencia de ocio de toda Bizkaia, y no era para menos. Había atracciones fundamentalmente para niños (tiovivos, barcas, minimotos, coches Ford T sobre raíles, fuerte y campamento indio…), otras más dirigidas a adultos (Montaña Rusa, Karting, Formula V, Tren Fantasma, Gusano Loco, “entretenimientos electrónicos”, una pista de tiro al blanco…) y el recinto estaba perfectamente equipado con su aparcamiento (para unos 1.000 vehículos), cafetería, puestos de golosinas. Gente de Bizkaia y de otras provincias limítrofes acude en masa al PAV y este vive en la década de los 70 sus mejores años. El principal handicap era que el complejo estaba demasiado alejado del casco urbano bilbaíno y su emplazamiento en el “quinto carajo” de la geografía vizcaina (en pleno monte) no era algo que resultase muy atractivo a priori para el público a la hora de decidirse a acudir, pero se solventó el tema inicialmente ampliando la frecuencia de autobuses, pese a los no pocos caos de tráfico que esto ocasionó en la época en la que las decisiones municipales eran aún más ilógicas y chapuceras que las actuales. Estaba claro que en sus primeros años de vida el PAV, siendo la gran novedad, iba a tener una mas que notable frecuencia de visitas, pero, ¿qué ocurriría cuando el efecto novedad desapareciese? En la década de los 70 el PAV estaba abierto en primavera y verano todos los días y en otoño e invierno fines de semana y festivos. En su inauguración se encontraban trabajando en él 130 personas.


El parque fue completando hasta el final de la década de los 70 lo que le faltó el primer año (zonas verdes, merendero, auditorio para 6.000 personas). Es cierto que hubo quejas por lo abusivo de los precios tanto de la entrada general como de los tickets de las atracciones (en comparación con los de los parques de Atracciones de Madrid o Barcelona, por entonces las únicas ciudades de España con recintos de este tipo), pero esto no fue un obstáculo para el éxito del PAV en sus primeros años, como tampoco la tardanza y los precios de los autobuses. Lo cierto es que el parque era una maravilla para la época (se llegó a decir incluso que unos de los mejores de Europa) y además tenía una original estética, entre Bahaus, el futurismo, Las Vegas y el neofaraonismo setentero (por algo había pirámides, ¿no?), tanto en la arquitectura de sus estructuras (metal y hormigón) obra de Ricardo del Campo como en el diseño de sus novedosas atracciones, la mayor parte de ellas (tanto las que estuvieron en el principio como las que se fueron añadiendo en los años sucesivos) calcadas de las de su hermano mayor, el parque de Atracciones de Madrid. Música a todo volumen de Boney M, Supertramp y Miguel Bosé en la megafonía, el ruido del gentío y de las atracciones colándose por los conductos auditivos de la concurrencia y una atmósfera de escapismo y alegría en la convulsa sociedad vizcaína de la transición.




En 1975 se inaugura el minizoo (lo primero que se solía ver según se entraba al parque) y tres años después la piscina, para la cual había que pagar entrada a parte. Fue durante mucho tiempo la mejor piscina de Bizkaia, aunque su lejano emplazamiento obviamente no era el más idóneo. El Zoo disfrutó de hasta principios de los 80 de una bien merecida popularidad por la variedad de animales que allí se podían encontrar, ya al final resultó ser más variado que lo que inicialmente se había pensado: había allí jaulas con tigres, leopardos (estrellas del zoo), lobos, zorros, osos, aves, monos. En el interior de un edificio se encontraban acuarios con diferentes tipos de animales acuáticos, un aviario, y otras estancias con animales más pequeños (pequeños mamíferos, reptiles)


En los primeros compases de los años 80 las cosas parecían seguir en buen camino, creándose al menos una nueva atracción por año (tónico que continuó más o menos hasta mediados de la década), pero había claros indicios de que la cosa no iba bien del todo, y esto se vio acentuado con al crisis industrial que vivió Bizkaia entre 1982-1984. El parque quiso modernizarse con la nueva década (en donde el baby boom de la década anterior en el territorio hacía presagiar un incremento importante de las visitas) y en 1981 Parque de Atracciones de Vizcaya S.A acomete una ampliación de capital de 300 millones de pesetas y el complejo trata de relanzarse, pero la crisis vizcaína impedirá una potenciación total del parque. Comienza a lo largo de la década el esperable descenso del público, si bien no había vizcaíno o vizcaína que no hubiese visitado el PAV, ahora rara era la vez que se repetía la experiencia, y el parque tuvo que aferrarse al público familiar (padres y madres con niños) movido por los deseos de los retoños que gozaban año tras año con el parque. El problema de la lejanía seguía persistiendo, lógicamente, aunque los problemas de tráfico se habían reducido. No obstante, el PAV durante la primera mitad de los 80 no perdió en ningún momento su tirón popular y su condición de referencia de ocio entre la sociedad vizcaína fue total. El plan de un día entero el parque era muy normal en aquellos años, aunque se prefiriese fundamentalmente acudir en verano y por ello en otoño o en invierno la asistencia bajase alarmantemente hasta el punto de tener que cerrar en muchos fines de semana durante esos meses. Pero el PAV estaba presente por doquier: anuncios en prensa casi todos los días (especialmente en verano), miles de cuñas de radio, publicidad en vallas. El sobrenombre-slogan de su inauguración “la ciudad de la risa” dio paso hacia 1983 a “Parque de Atracciones, ¡Que gozada!”. El logotipo del parque, la noria detrás del gran ¿abeto? (ahora mismo no me acuerdo de que especie era aquel árbol que se efectivamente se encontraba en el parque y no muy lejos de la noria) fue un auténtico icono en Bizkaia en aquella época, susceptible de encontrarse en las célebres pegatinas para coches de los 80, en multitud de anuncios, en camisetas promocionales…El parque adoptó como mascota a un Basajaun (señor de del bosque), el gigante barbudo y salvaje de la mitología vasca, y su efigie se podía ver en pegatinas y en los carteles de entrada y salida del propio parque. El PAV era un emblema de la nueva Bizkaia, aquella que había sido cimentada a base de industria, capital, trabajo y tesón, que vivió sus buenos tiempos en los compases finales del siglo XX y que tenía en el parque una de sus recompensas, pero que con la reconversión industrial de principios de los 80 (ejemplarizada por los conflictos y el cierre final años después de la empresa Euskalduna) miraba al futuro con pánico.


Mención a parte constituye el éxito que alcanzó el escenario del parque, en donde tuvieron lugar algunos de los conciertos más importantes de música popular en Bizkaia en los 70 y 80: por allí desfilaron figuras de la escena estatal como la Orquesta Mondragón, Hombres G, Alaska y Dinarama, Víctor Manuel y Ana Belén, Radio Futura y alguna que otra estrella internacional que la memoria no me alcanza a recordar. A principios-mediados de los 80, es de suponer que en muchos de los balances anuales las cuentas cuadrasen (o lo hiciesen a medias) con esos conciertos.



…y también para llorar


A partir de 1985 el descenso de público se hace imparable, y si ya en años anteriores la viabilidad económica del complejo recreativo era puesta en duda (se precisaba de una asistencia anual de al menos 1 millón de personas para que fuese rentable, algo que nunca se consiguió), en la segunda mitad de los 80 se comenzaba a especular con la desaparición del parque. No había dinero para acometer ninguna renovación significativa en el recinto, pese a que cada año se tratase de introducir atracciones y “barracas” nuevas de indudable atractivo y se introdujesen novedades tecnológicas punteras en ellas. El mini zoo fue languideciendo y poco a poco el número de animales fue menguando. En 1988 la situación es límite (ese año se recibe solo a 120.000 asistentes) y la Diputación foral de Bizkaia decide dar el golpe haciéndose con el 77% de las acciones del Parque, con lo cual pasa a ser propiedad pública. El compromiso de la institución pública rectora de la provincia de Bizkaia fue el de potenciar y ampliar el PAV.


En 1989 la DFB se gastó una pasta gansa en publicitar el parque de Artxanda, el cual ya tenía un déficit de 188 millones de pesetas. Años atrás, se había decidido que los autobuses desde Bilbao hasta el parque fuesen gratuitos, pero esto no surtió efecto a al hora de incrementar las visitas al recinto, que seguía estando en el quinto carajo pésimamente comunicado por una carretera del montón. A principios de 1990, un estudio de la DFB pone de manifiesto que el PAV no era en absoluto rentable, con lo que en la primavera de ese año se decide cerrar el complejo tras 16 años de existencia. A lo largo de ese año se fueron desmantelando las atracciones aunque perduraron los edificios e instalaciones de de hormigón. Las instituciones comienzan a pensar en el futuro del recinto y surge la idea de un área de recreo y esparcimiento, un planetario o de un campo de golf, dentro del plan de regeneración de la zona de Artxanda, pero no se llega a nada y durante toda la década de los 90 el parque, en ruinas y con sus pirámides y avenidas cubiertas de maleza, se dedica a esperar la decisión de los dirigentes de turno al tiempo que sirve de parque móvil improvisado de la DFB para vehículos precintados y sus antiguas oficinas son utilizadas como almacén provisional. La situación es durante años bastante kafkiana, ya que el mantenimiento y vigilancia de la ruina supone un enorme gasto público para Bizkaia, pero incluso el desmantelamiento total de la estructura del parque aún persistente resultaría enormemente caro y por ello aún a día de hoy no se ha procedido a al demolición total de las ruinas del recinto. En 2001 la Diputación pone el terreno en subasta pero no hay ningún comprador. En 2010 las Juntas Generales de Bizkaia deciden por fin iniciar el proceso para desmantelar, limpiar y reutilizar el área. Veremos en que queda la cosa.


El encanto del perdedor


En los últimos años varias iniciativas han tratado de resucitar la memoria del PAV: el proyecto de un documental y un libro sobre el parque (Parque de atracciones de Vizcaya: el diente del diablo) adelantado en una página web (www.parquedeatraccionesdevizcaya.com) e incluso una serie de visitas guiadas a los restos del parque en plan cool snob que te cagas. Sea lo que el futuro depare al recinto, el pasado del parque de Atracciones de Vizcaya, que recordaremos con más detalle en la siguiente parte de este artículo, es algo que sencillamente, resulta imposible de olvidar.

CONTINUARÁ