jueves, agosto 05, 2010

RASPUTIN, EL GRAN ENIGMA


Nunca sabremos quien fue realmente Grigori Yefimovich Rasputin (1869-1916). ¿Visionario? ¿Iluminado? ¿Charlatán de feria? ¿Un hombre sobrenaturalmente mágico? ¿Conspirador? A la historia a pasado como una suerte de villano enigmático cuyos fines reales y sus motivaciones jamás se han conocido. Se le atribuye intencionadamente la caída de la dinastía Romanov (en 1917) y el fin del régimen de los zares en Rusia, en los albores de la revolución ruso que llevó a la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Su figura esta aún rodeada de leyenda y de misterio y no le faltan atribuciones prodigiosas y sobrenaturales que no hacen sino añadir un halo más inquietante a su ya de por sí extraña y desconcertante historia. Rasputin, el barbudo místico ruso, el hechicero que convirtió un importante y decisivo pasaje de la historia de principios del siglo XX en un torpe cuento de brujas, el hombre que llego a fascinar y embaucar a todo un país y tal vez a la historia: señores del jurado, ante ustedes Grigori Rasputin.




El incierto origen



Lo mas notable que ha recogido la historia sobre Rasputin y el pasaje por el que ha sido identificado este personaje a través de los años, fue su decisiva influencia y “amistad” con la zarina Alejandra, esposa del zar Nicolás II, gracias al poder sanador que este santón cristiano ortodoxo demostró al tratar con éxito las dolencias del pequeño zarevich Alexei. Pero lo que se sabe sobre Rasputin antes de su llegada a la corte de San Petesburgo es más bien incierto y a menudo la realidad se funde con la leyenda. La persistencia del debate de si Rasputin tenía realmente poderes mágicos o si era un timador que utilizaba la sugestión y métodos científicos para sus supuestas acciones prodigiosas, indica que la verdad sobre el personaje, cuanto menos, tardará tiempo en ser conocida totalmente. Se sabe que Grigori Yefimovich Rasputin nació en Siberia, en la aldea de Prokovskoya el 22 de enero de 1869 (el año exacto se ha podido conocer recientemente) pero se desconoce prácticamente todo sobre su infancia. Al parecer, sus padres eran unos humildes granjeros y tuvo dos hermanos, Dimitri y María, que fallecieron de niños trágicamente. Según se cuenta, el pequeño Grigori tenía ya poderes paranormales, como el de ver acciones pasadas y averiguar la autoría de hechos. De la adolescencia de Rasputin no se conoce mucho más, pero se cree que fue en aquella etapa en donde Rasputin tuvo su primer contacto con el mundo de la religión.



La controversia de si Rasputin fue un personaje maquiavélico que trató de vivir a cuerpo de rey en la corte de los zares gracias a sus triquiñuelas y su poder de engatusamiento sobre el pueblo ruso o si fue un loco, un hombre trastornado que se creía ser realmente un santo en vida, podría hallar respuesta si se conociese a fondo su adolescencia o juventud, pero desgraciadamente, ya hemos visto que esto no es así. Lo que es evidente es que Grigori Rasputin no fue nunca trigo limpio, tal y como demuestra el hecho probado de su disoluta vida en la capital rusa. Parece ser que en su adolescencia se dedicó al hurto y que en penitencia por ello pasó tres meses recluido en el monasterio de Verkhoturia, hacia 1887. El aseguró haber tenido una visión de la Virgen María tras en su vuelta al hogar tras abandonar el monasterio, lo que le llevó (junto con su experiencia ascética monacal) a la determinación de convertirse en una especie de místico errante. Contra lo que se creyó en su momento, Rasputin jamás fue monje, sino que fue “a su bola” en cuanto al ascetismo se refiere, si bien sus contemporáneos una vez que se convirtiera en figura pública afirmaban que pertenecía a la secta conocida como los flagelantes (los khlysty), los cuales se dedicaban a alcanzar el éxtasis místico por medio de violentas penitencias y del sexo. No se ha podido comprobar si esto era cierto




Lo que si se sabe es que Rasputin tuvo un maestro. Hacia 1889 conoció a un santón ortodoxo eremita llamado Makariy. Se cree que Rasputin tomó su sabiduría y personalidad de este no menos oscuro personaje. En 1889, con 20 años, se casó con Praskovia Fyodorovna Dubrovina, con la que tuvo tres hijos. Nada se sabe de su vida de 1880 a 1901, año en el que abandona a su familia y se dedica al peregrinaje, viajando Jerusalén. En 1903 llega a San Petesburgo, por entonces la capital del convulso y decadente Imperio Ruso, gobernado por el zar Nicolás II. Por entonces, la gran Rusia era un país con grandes desigualdades económicas y cuya población estaba enormemente descontenta con un anacrónico régimen feudal y la férrea y despótica política del zar Nicolás II. Los starets o guías espirituales cristianos ortodoxos pululaban por muchas ciudades y pueblos con sus discursos y enseñanzas religiosas. Rasputin, en San Petesburgo, se convirtió en un starets más alcanzando cierta fama y reputación.




Un mago en la corte del zar



La familia real rusa en aquellos comienzos del siglo XX tenía grandes problemas y preocupaciones: a parte del gran descontento y odio de la población hacia ellos, la grave enfermedad del zarevich Alexei sumió tanta a Nicolás como a su esposa la zarina Alejandra en la más grande desesperación. El pequeño Alexei nació en 1904 y al poco tiempo se le diagnosticó hemofilia, enfermedad que había heredado de sus antepasados de la familia real británica, aunque dicha enfermedad no se hizo pública. Los médicos aseguraron a la familia real que no había ninguna cura ni posibilidad de supervivencia para el bebé, pero la zarina, que había oído hablar de Rasputin y de sus supuestos poderes sanadores, y en 1905 requirió de sus servicios. El cometido de Rasputin con el niño era el de hacerle sanar utilizando los métodos que le habían hecho famoso, que no eran otra cosa que la oración. Las oraciones ante la cuna del niño por parte del místico parecían surtir efecto ante el asombro de todos: el zarevich estaba sanando. Durante ese año, el niño recobró salud y las visitas de Rasputin al palacio fueron haciéndose cada vez más frecuentes; cada vez que Alexei tenía alguna recaída o sufría alguna herida, la zarina llamaba a Rasputin, quien con su poder sanador mediante la palabra parecía estar curando al niño. Las atenciones del santón hacia Alexei se prolongaron hasta 1912, cuando el pequeño contaba con 8 años.



Durante aquellos años como curandero oficial de la familia del zar, la fama de Rasputin aumentó considerablemente no solo en Rusia, sino en todo el mundo. Nadie sabía a ciencia cierta que era lo que hacía y si tenía realmente poderes, por lo que su imagen comenzaba a ser temida y a provocar cierta inquietud. Sus buenas relaciones con la odiada familia del zar tampoco ayudaron a que Rasputin gozara de las simpatías del pueblo e incluso de cierta clase política. Su desconocido pasado alimentó varias teorías y rumores, siendo la acusación más clara la que le relacionaba con la secta de los flagelantes. El zar, ante el peligro de escándalo público, ordenó investigar sobre el pasado de Rasputin hacia 1909, pero no se consiguió ninguna prueba que bajo el punto de vista del zar fuese razonable para apartar a Rasputin de la familia real. El supuesto místico se había convertido en un amigo personal del zar y la zarina, quienes lo consideraban un hombre santo y un profeta y le habilitaron una estancia en el palacio de San Petesburgo.




El hombre y la oscuridad



La naturaleza de los métodos empleados por Rasputin para aliviar el sufrimiento del zarevich Alexei fue durante mucho tiempo (en su vida y después de su muerte) objeto de debate. Es muy posible que emplease la hipnosis para aliviar la sintomatología de la hemofilia, y es sabido que aconsejó a su familia que los médicos le tratasen lo menos posible para que sus males transcurran naturalmente. También se ha sugerido que podía haber empleado secretamente medicamentos, como la aspirina (inventada en 1899) o incluso había podido utilizar sanguijuelas. Al fin de cuentas, Rasputin puede que no fuese tan “milagroso” como el pretendía aparecer y como la familia real rusa creía. La zarina, quien el tenía en gran estima, fue su protectora en todo momento, incluso cuando la reputación de Rasputin comenzó a oscurecerse por turbios episodios. Rasputin no era pese a todo ningún asceta sexual, y su vida ajetreada erótica pronto empezó a ser conocida por toda Rusia. Rasputin llegó a tener un hijo ilegítimo y también se le acusó de violar a una monja. Pero la principal preocupación de la clase política (y de la iglesia ortodoxa rusa) era la influencia que estaba teniendo sobre la familia real, quien muchas veces parecía actuar bajo los consejos del místico. Casi, se había convertido en una especie de mago Merlín para Nicolás y Alejandra. Pese a que la iglesia ortodoxa había condenado la disoluta vida sexual de Rasputin, esto no cambió su posición en la corte del zar. No obstante, la clase política y la prensa comenzaron a tomar cartas en el asunto y mandaron a espías a las inmediaciones del palacio para seguir los movimientos del personaje. Todos los intentos en aquel tiempo de apartar a Rasputin de la corte del zar por parte de políticos, prensa, iglesia e incluso algunos nobles, fueron infructuosos.




La disoluta vida de Rasputin (sexo y alcohol, principalmente) era fruto de su peculiar concepción de la religión y el pecado, ya que para él el pecado y el arrepentimiento eran interdependientes y se necesitaba del primero para llegar a la salvación. En los años de la Gran Guerra (de 1914 hasta su muerte en 1916) la vida crapulenta de Rasputin se disparó: relaciones masivas con damas de la alta sociedad de quienes se había erigido en su guía espiritual, aceptación de sobornos, alcoholismo, “sanciones” previo pago. Tal vez, Rasputin llegó a creerse su doctrina de alcanzar la Gracia por medio del pecado carnal, pero se lo llegase a creer o no, lo cierto es que le sacó bastante partido a su goce personal. Rasputin no hizo anda por ocultare esa mala fama, y por si fuera poco su oposición a la I Guerra Mundial le trajo bastantes más enemistades dentro de Rusia hasta llegarle a acusar de antipatriota. Lógicamente, su amistad con la familia real, totalmente desacreditada en los años previos a la Revolución Rusa, no era la mejor tarjeta de presentación y Rasputin se convierte en un enemigo público. Pero el gran “error” de Rasputin fue de órdago: en 1914 aseguró tener una visión en la que previó el fracaso del ejército ruso en la guerra, a no ser que el Gran Duque Nicolás, comandante en jefe de las tropas, primo del zar y enemigo declarado de Rasputin, cediese su puesto al propio Zar Nicolás. Así se hizo por voluntad del monarca, y en buena hora…Durante la ausencia del zar, Rasputin aumentó su influencia sobre la zarina y se convirtió en el hombre fuerte de la política rusa pese a su total falta de popularidad. Comienza a tomar decisiones políticas, a nombrar cargos y a traficar con influencias. El país, se había empobrecido a marchas forzadas a causa de la guerra, y la población, que desde hacía años estaba harta del sistema feudal ruso, comienza a hartarse de la familia real y también pide aunque sin éxito, la cabeza de Rasputin.



El 19 de noviembre de 1916, un discurso del parlamentario Vladimir Purishkevich en la Duma denunció que la zarina y Rasputin eran causantes de los males del momento en Rusia y que los ministros no eran sino burdas marionetas en manos de la monarca regente y su consejero. Poco después Purishkevich y el noble Felix Yusupov acordaron llevar a cabo un plan maestro que podía salvar a Rusia: Rasputin debía morir.




Hay que matar a Rasputin



De acuerdo con algunos historiadores, Rasputin habría sufrido desde 1914 algunos intentos de asesinato. De acuerdo con Greg King (1996) Rasputin, que pese a haber abandonado a su mujer e hijos años atrás les iba a visitar a Siberia cada cierto tiempo, sufrió en una de esas visitas un intento de asesinato con arma blanca por parte de una antigua prostituta con al que el santón al parecer mantuvo relaciones años atrás y a la que este había traicionado o perjudicado. Al parecer, la mujer actuó instigada por el monje Iliodor, un antiguo amigo de Rasputin que en ese momento se había convertido en acérrimo enemigo. En lo que respecta a los detalles del asesinato de Rasputin, todo lo que se conoce posiblemente es en su mayor parte inventado. Aquí hallamos detalles prácticamente de cuento fantástico que de alguna manera entroncan con el carácter casi legendario, tenebroso y pseudo sobrenatural de la figura de Rasputin. Se sabe que los cerebros del asesinato fueron los citados Purishkevich y Yusupov, quienes contaron con la colaboración del Gran Duque Dimitri Paulovich y la familia de Yusupov, en especial su esposa la Princesa Irina. Estos engañaron a Rasputin para que el 16 de diciembre de 1916 este se personase en la residencia de Yusupov, el palacio Moika, para atender a la princesa Irina y a unas amigas suyas. Una vez allí aquel día por la noche, le hicieron pasar al comedor donde se suponía que tenía que esperar hasta la llegada de las damas. Allí, los conspiradores le ofrecieron comida envenenada con cianuro que para sorpresa de los Yusupov y sus compinches, no le afectó lo más mínimo. No se sabe muy bien si el vino y los pasteles que Rasputin ingirió estaban realmente envenenados o si esto fue una invención fantasiosa de sus asesinos para mostrar que estaban tratando de matar a un hombre con poderes prodigiosos. Puede que incluso Rasputin fuese inmune al veneno a causa de una extraña dolencia. Preocupado ante el hecho de que Rasputin pudiese tener en el mejor de los casos algún efecto retardado con el veneno, Yusupov decidió que la mejor manera de acabar entonces con el santón era con un disparo, y así lo hizo valiéndose de un revolver. El cuerpo de Rasputin calló de un disparo por la espalda, pero según sus ejecutores, no murió en el acto.





Según se cuenta, Yusupov, Purishkevich y Paulovich abandonaron el palacio una vez el primero hubiese disparado a Rasputin, pero el noble tuvo que regresar para recoger su abrigo olvidado. Una vez allí, Yusupov fue a comprobar el cadáver de Rasputin, y este se abrió los ojos, trató de levantarse y debilmente exclamó mientras señalaba a su asesino: “Tu, ¡chico malo!”. Los otros dos conspiradores entraron entonces y dispararon sobre el monje, quien cayó de nuevo, aparentemente muerto. Se dice incluso que cuando los tres fueron a arrojar el cadáver de Rasputin al río Neva, se dieron cuenta que aún respiraba, por lo que decidieron estrangularle dándole así ¿muerte definitiva?: incluso cuando fue arrojado al helado río, Rasputin pudo al parecer librarse de las ataduras que sus asesinos le habían puesto una vez disparado por segunda vez, antes de hundirse en las aguas y desaparecer. Tres días después se encontró su cadáver y la autopsia (perdida desde la época de Stalin con la URSS ya fundada) reveló que había ingerido el veneno suficiente para encontrar la muerte… pero el agua que había en sus pulmones revelaba también que estaba vivo cuando fue arrojado al río. Realmente increíble. No obstante, doctores que tomaron parte en la autopsia llegaron a asegurar que no existió nunca cianuro en el cadáver de Rasputin.



Pero aquí no terminan los hechos extraordinarios: su cadáver, enterrado en el jardín del palacio imperial en San Petesburgo, fue profanado por un grupo de trabajadores en la Revolución de Febrero quienes decidieron quemarlo, comprobando para su horror que el cadáver en llamas se movía. Hoy se cree que esto pudo ser debido a que los tendones de Rasputin no fueron cortados antes de la cremación y esto permitió que su cuerpo se moviese y se doblase. También hay que tener en cuenta que los detalles sobre el asesinato de rasputin, aportados casi todos por Felix Yusupov, fueron cambiando y contradiciéndose año tras año hasta la muerte de este en 1967. Tampoco existe acuerdo en el número de disparos y golpes en su cadáver en diferentes crónicas históricas que supuestamente hacen referencia a la autopsia perdida, como tampoco el tipo de balas o armas de fuego que se empelaron para matar a Rasputin. Debido al supuesto uso de un revolver Webley, empleado en aquel tiempo por el ejercito británico, se ha alimentado en los últimos años la teoría de que Rasputin no fue asesinado por rusos, sino por el Servicio de Inteligencia Británico con fines estratégico-militares durante la Gran Guerra. Se sabe con certeza que en aquel momento hubo dos agentes del gobierno británico en San Petesburgo, quienes tenían además relaciones con la familia Yusupov. Pese a todo, la intervención británica en la muerte de Rasputin sigue siendo una poco probada conjetura.






Esta es la historia de Rasputin. ¿Un farsante? ¿Un loco? ¿Un hombre que actuó solo para su provecho. Su influencia sobre el zar y la zarina fue pésima para su país, ya que propició el descrédito total de los zares que culminaría con la ejecución de toda la familia Romanov en 1918 tras el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Su nefasta e innecesaria intervención llevó a Rusia al remate del callejón sin salida donde se había metido. Fue odiado por casi todos en la Madre Rusia, pero Nicolás y Alejandra impidieron su caída. Su hija, Maria Rasputina (1898-1977), quien consiguió nacionalidad norteamericana, retrató a su padre en la biografía escrita por ella como un autentico santo. No lo fue, pero tal vez tampoco fue el villano pérfido que la historia nos ha dejado, si no un lunático cuyas bizarras convicciones combinadas con la ineptitud de al familia real rusas tuvieron consecuencias funestas. La extraña leyenda sobre su muerte y lo desconocido de su origen y de la formación de su pensamiento, añaden un extraño atractivo sobre la figura de Grigori Rasputin. Uno de los personajes mas enigmáticos de la historia.

lunes, agosto 02, 2010

El aparatito de Lumiere - TOY STORY 3


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Una delicia. Pocas veces una saga cinematográfica tiene en su capítulo final el mejor de sus filmes, y esto es lo que ocurre en Toy Story, la franquicia de animación parida a mediados de los 90 gracias al proverbial encuentro entre la Pixar de John Lasseter y la Disney. Una coda mucho más que digna para una trilogía que ya ha hecho historia en el campo de la animación. A estas alturas, sobra decir que el primer Toy Story (1995) marcó un antes y un después al ser el primer largometraje de animación íntegramente por ordenador y que marcó la pauta del cine de cartoons que actualmente pulula por nuestras pantallas, mientras que Toy Story 2 (1999) continuó dignamente este clásico de los 90. Ahora, mas de 10 años después y con el cine de animación por ordenador en unas cotas técnicas estratosféricas, la empresa del ratoncillo ha tenido la feliz (y acertada) idea de resucitar al vaquero Woody, Buzz Lightyear, Mr. Potato, Rex y el resto de juguetes del pequeño Andy, en una nueva y tardía tercera entrega concebida en 3D: una excelente manera de conmemorar los 15 años de vida del largometraje de dibujos animados por ordenador. Pero esta entrega, dirigida por Lee Unkrich, no es ningún homenaje autocomplaciente ni destinado a los niños que crecieron con la saga (ahora jóvenes o adolescentes), sino una película con personalidad propia que entusiasmará al público de todas las edades y que de momento es uno de los mejores filmes del año 2010.


Es evidente que en un campo como el cine infografico, las películas serán mejores técnicamente conforme avanzan los años, y esto se aprecia claramente en Toy Story 3: una total sensación de realismo entonos y cada uno de sus fotogramas y en un montaje verdaderamente trabajado y perfeccionista. En ese sentido, la película sigue la estela de Wall E (2008), la última obra maestra de Pixar, que ya nos dejó a todos con la boca abierta. Ahora, la sensación de que se ha llegado al infinito y más allá en realidad no viene tanto de su (indudable) espectacularidad técnica ni del más que acertado uso de la imagen tridimensional, sino de la emoción que desprende una historia verdaderamente encantadora, humana, hecha con inteligencia y apta para todas las edades. Toy Story 3 es la historia de cómo una serie de personajes se enfrentan a su incierto destino tras vislumbrar el ocaso de sus días de gloria: no hay peor cosa que ser un juguete en desuso al que nadie hace ya caso. Woody, Buzz y compañía se enfrentan ahora a una nueva situación, con un Andy a punto de ser universitario y que ya hace tiempo dejó de jugar con ellos. Resignados a ser guardados en el desván, por error llegarán a una guardería en concepto de juguetes donados, pero lo que al principio parecía un paraíso, finalmente se revelará como todo lo contrario ¿debieron de quedarse con Andy, aunque solo fuese para estar guardados en un arcón para siempre? Un guión rico y sublime convierte la historia en una pura delicia, con estructura de parodia de cine de género (acción, aventuras, cine negro) y muchos homenajes a tópicos y lugares comunes del séptimo arte que sin duda harán las delicias de los cinéfilos adultos. Los nuevos personajes en esta entrega son todo un hallazgo: Lotso, un oso de peluche que ha conformado una especie de siniestra mafia juguetil en la guardería, un muñeco bebé que se comporta como un matón mamporrero, Ken el novio de Barbie enormemente panoli, y un oscuro y atribulado payaso de juguete son algunos de los nuevos e impagables fichajes en un filme que exhibe un disfrutable sentido del humor para todos los públicos.


Solos, en familia, con o sin niños, con amigos, esta película es perfecta para pasar una buena tarde de verano y salir del cine con una sonrisa de oreja a oreja y también con cosas que pensar de camino a casa, y también por que no, con alguna que otra lagrimita a punto de salir: el encanto de esta película es mayúsculo.