sábado, octubre 16, 2010

Mís 50 discos que te cagas (9): THE VELVET UNDERGROUND AND NICO – THE VELVET UNDERGROUND AND NICO (1967)



El primer disco de The Velvet Underground es tal vez el primer LP de culto de la historia, cronológicamente hablando: no vendió una castaña en el momento de su lanzamiento y ni tan siquiera tuvo buenas críticas (de hecho, prácticamente no tuvo crítica alguna) pero con el paso de los años se convirtió en uno de los discos más influyentes de la historia del rock y hoy por hoy es considerado uno de los mejores discos de todos los tiempos. Y es que, además, este fue el primer disco de rock underground de la historia, concebido por un irrepetible y bizarro grupo de músicos del ámbito neoyorquino: un multiinstrumentista galés obseso de las vanguardias musicales del momento como Terry Riley, La Monte Young o el minimalismo (John Cale), un chico de NYC con problemas de adaptación e intereses musicales similares a los del galés plasmados en su tremebunda guitarra (Lou Reed), una chica que tocaba una extraña batería (Maureen Tucker), y un extraño ejemplar de nerd hippy con versatilidad instrumentista (Sterling Morrison). De esta unión no podía salir nada mínimamente normal en aquel 1967, pero de allí nació también uno de los grupos más interesantes, innovadores y grandes de la historia del Rock. Con ellos y con su opera prima The Velvet Underground and Nico nació una nueva forma de ver el arte y el negocio musical, que a partir de ese momento no tenía por que estar necesariamente circunscrito a lo comercial y a lo que gustase a todo el mundo. Este primer gran opus de rock experimental pudo ver la luz gracias al único hombre que podía apostar por un grupo como la Velvet Underground: Andy Warhol.

En 1965, Lou Reed, cantante, guitarrista y compositor principal, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker llegan a la Factory de Andy Warhol, meca de la juventud vanguardista neoyorquina mas transgresora, provocadora e ida de la olla, la cual cultivaba campos como las artes plásticas, el cine o el teatro pero que hasta entonces no se había atrevido con la música. A Andy es gustó aquel grupo de ruidosas y amplificadas notas y se convirtió en su manager, invitándoles a actuar durante 1966 en su performance itinerante multimedia Exploding Plastic Inevitable. Ante el éxito de sus actuaciones en donde la improvisación y la distorsión brutal de sus instrumentos estaban a la orden del día, Warhol propuso a  los muchachos grabar un disco que el financiaría, imponiendo la presencia en la banda de un quinto miembro, la cantante, actriz, y  modelo alemana Christa Päffgen, nombre artístico Nico, que se había convertido en una de las musas de la Factory. Pese a la reticencia inicial, el grupo acepta y la germana cantaría algunas canciones del disco, el cual además llevaría su nombre junto con el de la banda. La grabación de los temas en la primera mitad de 1966 no salió muy bien y a finales del año tuvieron que regrabarlos casi todos. El disco salió por fin en marzo de 1967, con Andy Warhol acreditado como productor aunque en realidad era productor ejecutivo (el que ponía la pasta), el verdadero productor desde el punto de vista musical fue Tom Wilson con posibles e inciertas aportaciones de otros profesionales. El plátano de la portada, formado por láminas adhesivas que se podían quitar y así “pelarlo”, dejando a al vista su interior sin piel insólitamente rosa, fue una idea de Warhol que se pensó que podía ser atractiva para que el público lo comprase (aunque ese modelo solo se hizo para las primeras copias), pero ni de coña: el contenido de  The Velvet Underground and Nico era de tal calibre (drogas duras, sadomasoquismo, perversiones sexuales) que espantó al público y a la crítica. El 171 fue su puesto más alto en las listas americanas y Andy Warhol a finales de 1967, desiste. Pero afortunadamente, el grupo- ya sin Nico- no.      

The Velvet Underground and Nico se adelantó cinco años al glam, diez años al punk, quince al afterpunk y veinte al rock alternativo. Lo que en su día sonó lunático, áspero y retumbante por un lado, e inquiete y oscuramente reposado y sensual por otro, en pocos años fue aceptado como un magno momento seminal de la historia del rock.  La VU en sus tres discos de estudio siguientes iría evolucionando su sonido sin abandonar la experimentación y el tono marginal pero consiguiendo que cada disco sonase singular y diferente del anterior; en ese sentido TVU&;N  pese a sus imperfecciones técnicas y de grabación es el disco de la Velvet con diferencia más cautivador y emocionante. El disco es a partes iguales tanto de la VU como de la “intrusa” Nico, que con su poderosa personalidad y su profunda voz semimasculina hace suyos lo tres temas en los que ejerce de vocalista principal. No obstante, en un disco donde las canciones son bastantes diferentes unas de otras, las piezas mas memorables y conocidas de este LP tienen a Lou Reed como cantante, una presencia por entonces tan turbadora y enigmática como el de la propia Nico: I´M Waiting For The Man  es todo un clásico (no solo para VU sino para el propio Reed en solitario) que habla de camellos, chicos en busca de una dosis y desencuentros raciales con la voz suave pero forzada de Reed sobre el piano desquiciado de John Cale y las guitarras atonales y repetitivas de Reed y Morrison, mientras que Heroin es una oscura oda al chute de caballo con acompañamiento instrumental minimalista,  crescendos taquicárdicos y la voz de Reed tornándose teatralmente desesperada en los momentos clave. Tanto en esta canción como en otras la base instrumental ejecuta anárquicas notas principalmente servidas por la viola eléctrica de Cale, que suena a pesadilla en la inquietante The Black Angel´s Death Son uno de los dos temas coescritos por Reed y Cale y en donde el bueno de Lou declama más que canta, una de las señas de identidad más características de su larga carrera.

En TVU&N hay notas sostenidas hasta la distorsión, efectos de sonido desagradables, disonancias instrumentales varias (a veces en largos soliloquios instrumentales), pero los temas cantados por Nico resultan todo un contraste ya que son de lo más plácido, como Femme Fatale, bello tema dedicado a otra musa de Warhol, Edie Sedwick  o I´ll Be Your Mirror, una balada casi convencional que en la voz gélida de Nico suena hipnótica. Pero la palma de la triada de la cantante teutona se la lleva la espectacular All Tomorrow Parties, con la vocalista y toda la banda dándolo todo y haciendo un deslumbrante compendio del sonido de la primera VU en un tema majestuoso y arrebatador. Era patente la influencia de la Chanson francesa y de la vanguardia musical europea en los temas de Nico y también en Sunday Morning, tema melódico y  preciosista con la voz de Reed suavizada al máximo.  Nada que ver con Venus in Furs inspirada en el libro del mismo título de Sacher-Masoch y que resulta la primera aproximación de la música popular al masoquismo envuelta en una instrumentación tremebunda y ruidosa con la voz de Reed abriéndose paso solemne y etérea. Algún momento de accesibilidad como el de There She Goes Again, tema pop que anticipa el Glam Rock, complementan un disco verdaderamente grande. Años después, con la Velvet Undergrund ya disuelta, este será el disco de cabecera de David Bowie, Marc Bolam, King Crimson, Van Der Graff Generator, Talking Heads, Joy Division, Suicide, Patti Smith y muchos otros. La marcha de Nico y el fin de la relación de la banda con Andy Warhol marcaron el final de la primera minietapa de la Velvet Underground, aunque lo que vino después y hasta la disolución del grupo en 1971 tuviese también la categoría de obra maestra. Y en 2010 el plátano de Warhol sigue en posters, en camisetas y en los CDs de mucha peña. Que a nadie le importe que en su edición en CD de este disco el plátano de la portada no se pueda pelar (aunque ponga aquello de Peel slowly and see), que mientras se tenga este disco en la estantería, uno ya puede decir que tiene algo musicalmente descomunal…y culturalmente inmortal


FICHA TÉCNICA

Géneros: Rock Underground, Rock Experimental
Publicación: marzo 1967
Producción: Andy Warhol (acreditado, pero en realidad prod. ejecutivo), Tom Wilson
Duración: 48:51
Músicos:
Lou Reed: voz principal, guitarras
Nico: voz principal en Femme Fatale, I´ll Be Your Mirror y All Tomorrow Parties, coros en Sunday Morning
John Cale: viola eléctrica, piano, bajo, coros, celesta en Sunday Morning
Sterling Morrison: guitarras, bajo, coros
Maureen Tucker: batería, percusión


Track listing

1- Sunday Morning
2- Waiting For The Man
3- Femme Fatale
4- Venus in Furs
5- Run Run Run
6- All Tomorrow´s Parties
7- Heroin
8- There She Goes
9- I´ll Be Your Mirror
10- The Black Angel´s Death Song
11- European Son


martes, octubre 12, 2010

El aparatito de Lumiere - BURIED



***

Un impresionante ejercicio cinematográfico el que nos ofrece realizador gallego   Rodrigo Cortés, un arriesgado experimento que se ha saldado con éxito y que además pone de manifiesto que cualquier director, sea de donde sea, si dispone de los medios adecuados (incluido un gran guión) puede firmar títulos que nada tienen que envidiar a la maquinaria hollywoodiense incluso en sus obras con pretensiones. Buried, una producción española rodada en Barcelona pero con apariencia de producción norteamericana (en realidad hay bastante participación yanki) y protagonizada por un canadiense afincado en EEUU, es una película alucinante, inquietante y sobrecogedora, pero enormemente brillante y sólida. Su premisa argumental no puede ser más angustiosa: Paul, un transportista norteamericano que se encuentra trabajando en Irak que despierta un día encerrado en una angosta caja de madera, completamente a oscuras. Sin saber como ha llegado allí (algo relacionado con su último recuerdo antes de quedar inconsciente: un ataque armado que sufrió su convoy) y con la única iluminación de un mechero y la ayuda de un teléfono móvil que alguien ha dejado en la caja, intentará poner sobrevivir y poner remedio a tal kafkiana situación. Lógicamente, la empresa será desesperada.

Sólo hay un actor presencial en este filme, Ryan Reynolds, quien hace un trabajo realmente soberbio, del resto de personajes solo oímos sus voces por el móvil del protagonista, en medio de su desesperada lucha por que le saquen de su sepulcro en vida. Prácticamente todo el peso argumental de la película reside en las conversaciones y llamadas de móvil de Paul, más oportunos e inteligentes detalles puntuales, todo ello salpicado por los momentos de “silencio” y lucha interna del protagonista, dispuesto por todos los medios a luchar por su vida. El único escenario del filme es la susodicha caja enterrada, en donde Paul lleva a cabo su particular cruzada de supervivencia que ni Rambo en la jungla de Camboya, esto es algo mucho mas serio. La soberbia interpretación de Ryan Reynolds transmite la angustia necesaria al espectador para sumergirse en esta imposible historia de angustia inenarrable en donde llegamos incluso a sentir las claustrofóbicas sensaciones del personaje. La verdad es que esta es una película muy difícil de rodar, con cuatro pequeñas paredes y el actor casi todo el tiempo tumbado, lo cual enriquece y valoriza el trabajo tras la cámara de cortés, quien se marca todo un tour de force cinematográfico al mismo nivel que Reynolds se ve obligado a dar un recital interpretativo. Una historia que pese a estar situada en escasos metros cuadrados pone de relieve los absurdos y muchas de las miserias la sociedad moderna: burocracia inservible,  los intereses ocultos de las corporaciones, la inutilidad de cierta clase mandataria, el caos de la política internacional, la deshumanización de la sociedad occidental…y todo desde una caja. Sin duda un gran guión el de Chris Sparling, un joven guionista al que en EEUU todas las compañías rechazaron su guión y tuvo que vender su moto en Europa.     

Esta claro que este filme no es un palto para todos los gustos: claustrofóbico, tenso, desasosegante. Pero merece la pena verlo. Puede que tampoco se trate de una obra maestra, pero películas como esta, de vez en cuando, nos recuerdan que cualquier recurso dentro del cine es posible. 

lunes, octubre 11, 2010

1980: LA PRIMERA CONQUISTA VASCA AL EVEREST


El 14 de mayo de 1980 por primera vez en la historia un alpinista vasco llegó al Everest. Era Martín Zabaleta, uno de los 12 hombres que integraba la segunda expedición vasca al Everest, la primera que llegó a su objetivo. Además de ser la primera vez que montañeros vascos llegaron al Everest, también fue la primera vez que alguien del Estado Español alcanzó la cimbre más alta del mundo, hasta entonces solo conquistada por neozelandeses, británicos, chinos, norteamericanos, hindúes,  coreanos, japoneses, eslovenos, croatas, italianos, austriacos, polacos, y por supuesto, nepalíes. Después de esta expedición, vendrían otras muchas de todas partes del mundo, pero en aquellos comienzos de los 80 escalar el Everest era aún todo un reto, toda una aventura al límite que suponía una experiencia de esfuerzo, superación y tenacidad extrahumano. Y aquellos 12 muchachos de Euskal Herria, ayudados por un voluntarioso grupo de sherpas, se retaron a ellos mismos y tocaron el cielo             

Subir al Everest. Hasta bien entrado el siglo XX fue un sueño imposible. En 1953 un neozelandés espigado y desgarbado, Edmund Hillary y un sherpa más bajito pero con muchos metros a sus espaldas, Tenzing Norgay, fueron los primeros humanos en llegar a lo más alto del planeta tierra: la conquista del Everest había comenzado. Tras aquella expedición británica, muchas oros se sucedieron conforme avanzaba el siglo XX y la ciencia y la técnica evolucionaban…y el alpinismo también. Hay gente, como los sherpas, la etnia de los hombres del Himalaya, que han nacido para subir hasta lo más alto, en mitad de la nieve y el hielo. Y muchos dicen que los vascos también han nacido para subir montañas (en plan más modesto que los sherpas, claro), siempre estimulados por la visión en cualquier parte del paisaje vascao de montañas y montes que se suceden por doquier y un tanto anárquicamente, esparcidos en diferentes lugares del mapa. Será por esa razón que el pueblo vasco siempre ha sido un pueblo montañero, que además no se ha conformado con subir varias veces en la vida de cada persona todos los montes de su entorno, sino que ha buscado en los cinco continentes más y más cumbres que subir, cuanto más altas mejor. Es por ello que el alpinismo vasco históricamente siempre ha sido de los más importantes de Europa con gran número de figuras de este deporte de reconocimiento internacional (Juanito Oiarzabal, Edurne Pasabán, Hermanos  Iñurrategi, Juanjo San Sebastián…) y no es de extrañar tampoco que los vascos fuesen unos de los primeros pueblos europeos en llegar al la montaña más alta del mundo, el Everest con sus 8.848 metros, siendo además la primera región del Estado español en concluir con éxito una expedición destinada a coronar la cima del gigante nepalí.  

En 1980, la segunda expedición vasca al Everest (la primera y fallida fue en 1974) logró alcanzar la cima y poner la bandera en el famoso trípode chino que allí se encuentra desde 1975, cuando la segunda expedición china quiso dispar cualquier duda de su llegada a la cumbre- tal y como había ocurrido en la primera y oscura expedición de 1960- y demostrar a todo aquel que en lo sucesivo llegase a al cumbre de que ellos habían estado allí. Era un época aún extraña para España, con una nueva democracia de tan solo tres años y aún muchas dudas en el horizonte, y aún más convulsa en Euskadi, con el azote persistente de la violencia de ETA y serias dificultades para lograr una verdadera convivencia política debido a al disparidad de opiniones sobre lo que tenía que ser el futuro de Euskadi, aunque el Estatuto de autonomía estuviese recién aprobado. Aquella primera llegada a la cima del Everest tal vez tuvo algo de reivindicación política de corte nacionalista, pero por encima de todo fue un autentico reto que el arraigado montañismo vasco asumió y con el obtuvo  éxito. Durante diciembre y mayo de 1980, 12 de los mejores montañeros de Euskadi y Navarra, es decir, Euskal Herria, lograron una gesta que abrió mentes y puso al deporte de la montaña, por entonces ninguneado en muchos países, en un lugar principal dentro del orbe deportivo.
 

 “No flotaremos insensibles sobre la densa oscuridad en un mar de estrellas, sino que nuestros pasos medirán metro a metro la helada corteza del planeta, nuestra  respiración dará a la distancia su exacta medida, el sol se moverá sobre nuestras cabezas, lenta, imperceptiblemente”.  Esto escribía en su diario uno de los expedicionarios, Felipe Uriarte, un cuaderno lleno de bellas reflexiones poéticas parte de ellas recogidas en su libro Vascos en el Everest (1982), una hermosa e imprescindible crónica de la épica aventura. La expedición se hizo con vocación de odisea, y como todo largo viaje a lo desconocido que se precie hubo dificultades, calamidades, peligros y dudas. Lo complicado, lo casi imposible, siempre es lo más estimulante para emprender. Y a finales de 1979 un grupo de hombres de la montaña quiso intentar la siempre ilusionante y misteriosa misión al límite. Ellos fueron Juan Ignacio Lorente (Vitoria-Gasteiz, 1939), el jefe de la expedición; Angel Vallejo Rosen (Biarritz, 1942), el secretario técnico, Ramón Arrue (Azpeitia, 1948), Kike De Pablo (Zamora, 1952), Xabier Erro (Lesaka, 1946), Ricardo Gallardo (Donostia- San Sebastián, 1940). Javier Garaioa (Pamplona, 1950), Emilio Hernando (Bilbao, 1953), Luis María Saenz de Olazagoitia “Petxu” (Vitoria-Gasteiz, 1943), Joxe Urbieta “Takolo” (Azpeitia, 1941), Felipe Uriarte (Donibane Pasaia, 1944) y Martín Zabaleta (Hernani, 1949). Cinco guipuzcoanos, tres alaveses (uno nacido en el País Vasco francés) dos vizcaínos (uno nacido en Zamora) y dos navarros. Salvo Gallardo y Takolo, hoy todos ellos siguen vivos.          

Aquel  primer intento vasco de escalar el Everest en 1974 dejó un poso de frustración al montañismo vasco. Fue toda una aventura conseguir financiación para la expedición, y esta se llevó a cabo con dinero privado, el de la empresa Cegasa de Vitoria, en medio de un ambiente de recelo en las esferas deportivas hispanas por la “vasquidad” del proyecto en los últimos años del régimen franquista. La expedición Tximist-Cegasa se quedó 300 metros de la cumbre, pero nada más bajar se volvió a pedir permiso al gobierno de Nepal para una nueva expedición al Everest.  Los años pasaban y no había respuesta. La contestación oficial llegó en 1977 y no permitía la expedición hasta la primavera de 1982, pero un golpe de suerte adelantó la tan esperada expedición vasca al Everest a 1980, cuando la Federación Soviética de Alpinismo intercambió con la vasca su permiso para 1980, ya que el gobierno de la URSS paralizó cualquier proyecto deportivo nacional de envergadura para centrarse en los Juegos Olímpicos que se iban a celebrar aquel año en Moscú. 
     
  Campamento en Lobuche

En la que se llamó Expedición Vasca Everest – Euskal Espedizioa tomaron parte cinco hombres que ya estuvieron entre los 16 de la Expedición Tximist: Lorente, Rosen, Uriarte, Gallardo y Petxu.  A finales de 1979, comienza la nueva aventura, el nuevo intento. El 9 de diciembre, Kike De Pablos y Xabier Erro, la primera avanzadilla, llegaron a Bombay, India, para conseguir material. De allí a Kathmandu, la capital de Nepal, para llevar a cabo la tramitación y permisos. Durante todo enero Erro y Kike preparan material y consiguen oxígeno y butano para ser transportado a Namche Bazar, a los pies del Himalaya y en donde se tenía pensado plantar el Campo  Base. A finales de enero, Xabier Erro, ingeniero de Lesaka, parte de Kathmandu con 105 porteadores que llevan tres toneladas de oxígeno y butano. Junto con el navarro, tres sherpas, entre ellos el que iba ser sirdar o jefe de sherpas de la expedición Pemba Tsering; llegan a Namche Bazar el 9 de febrero.  Dos días después, Xabier y los sherpas instalan el campo base cerca del de la expedición polaca, que en pocos días iba a coronar el Everest. El día de San Valentín llega el resto de la expedición a Kathmandu, donde son recibidos por Kike De Pablo, ya que Erro se encontraba transportando material desde el campo base a Lukla, localidad cerca de Namche con pista de aterrizaje a donde llega el material por avión. Hasta el 29 de febrero (estamos en año bisiesto), el transporte de material de Lukla a Namche es continuo. Ese mismo día allí se encuentra casi toda la expedición excepto Ricardo Gallardo y Javier Garaioa, médico de la misma, quienes han salido a pie desde Lukla hasta Namche con porteadores y Arrue, que aún se encuentra en Kathmandu realizando trámites.  Mientras esperan la llegada de Arrue, el resto de los expedicionarios tratan de aclimatarse a  lo que les va a venir, aprendiendo vocabulario rudimentario nepalí y ganándose la confianza de los sherpas. El dia 3 de marzo, con la llegada de Ramón Arrue, los 12 hombres de la Expedición Vasca Everest ya están en la montaña.    
 
El día 5 de marzo en Namche Bazar es cuando la expedición comienza de verdad, haciéndoles entrega a los sherpas de sus equipos, básicamente anoraks y gorros del doble valor del sueldo que cobran: un detalle que agradecen. Un pequeño acto en casa de Pemba  Tsering, natural de Namche, sirve de “ceremonia” de inauguración de la expedición, discursos del jefe (Lorente) y del sirdar (Tsering) incluidos. Lorente, Erro, Martín Zabaleta y Petxu Olazagoitia fueron de avanzadilla al campamento de Thyangboche para reclutar porteadores y llevar más material al Campo Base, en total casi 5 toneladas más llevadas por 150 porteadores. Se empiezan a montar las tiendas mientras las idas y venidas a Thyangboche en busca de material se suceden. El día 12 la expedición acude al monasterio budista de Thyangboche, donde se celebra la tradicional ceremonia en honor de la expedición de turno al Everest. Nuestros muchachos se preparan para la ascensión al día siguiente y esta se lleva a cabo sin contratiempos en los primeros 5.500 metros  La Cascada de Hielo, el primer gran obstáculo, es subida con éxito por Xabier Erro en compañía de un miembro de la expedición polaca que poco antes había alcanzado la cima, de nombre Valdeck.  Garaioa, Hernando, Lorente, Petxu llegan al Island Peak, a 6.187 metros  en unos días soleados y llenos de ilusión. El Campo base, a donde regresan los escaladores tras haber ido ascendiendo está a unos 2..000 metros de lo más alto hasta donde se llega a mediados de marzo, pero ya se piensa en ir montando otros campamentos más arriba. Casi todos los miembros de la expedición realizan sus ascensiones menores y hasta el día 22 no se encontrará en el Campo Base  toda la expedición.  

La Cascada de Hielo aún tiene que ser abierta para poder seguir avanzando y en eso se afanan los expedicionarios durante varios días. Concientes de lo arriesgado del propósito, dosifican las marchas, hacen trabajo en equipo y el día 26 consiguen abrir la última parte de la cascada. Algo más arriba se encuentran las tiendas de la expedición polaca, allí, a 6.050 metros, se instala el Campamento 1. Ese día, Takolo, Felipe Uriarte, Lorente y Petxu, los escaladores de la Cascada de Hielo, serán los que primeros en dormir en el C1. En los días siguientes llegarán más efectivos procedentes del Campo Base. No obstante, bastantes escaladores se quedan aún allí preparando al logística. Cuandoen el día 31 de marzo varios sherpas tratan de acceder al C1, Ang Lakpa, uno de los más experimentados, sufre una escalofriante caída por una grieta. En estado muy grave, se le traslada al CB a través de la cascada, en una arriesgadísima operación que incluso podía poner en peligro su vida, pero de la que sale indemne. Lakpa pasó la noche en el CB vigilado por Lorente y Garaioa, ambos médicos. A las 2 de la madrugada es llevado a un hospital en Kathmandu por un helicóptero
El Campamento 1

Había contratiempos, si, pero había que seguir ascendiendo. El 3 de abril se han subido ya 6.500 metros y se ha instalado allí el campo 2. La cosa va bien, y todos los sherpas de altitud de la expedición (12 a esa fecha) ayudan con tesón. En el C2 se quedan 3 de los mejores sherpas, cuya ayuda se presumía iba a ser valiosísima: Nima Rita, Gyalzen y Gymri. Kike De Pablo y Javier Garaioa también suben al C2 con intención de hacer cumbre en el Lhotse e ir superando los 7.000 metros de altitud. La escalada por la cara del Lhotse es difícil y Garaioa la emprenden junto con los tres sherpas. Xabier Erro se  une días después a la avanzadilla junto con el sherpa Nin Temba y el dia 10 de abril, junto con Garaioa alcanzan los 7.350 metros en la cara del Lhotse, donde se instala el Campo 3.  Varios miembros del resto de al expedición van llegando al C3 en los días siguientes. Felipe es quien se encargará de abrir camino desde el C3 para llegar al Collado Sur, en compañía de 3 sherpas, pero el tiempo se recrudece con una fuerte ventisca y es imposible continuar el ascenso, por lo que los cuatros hombres vuelven al C3 tras haber ascendido hasta los 1.700 metros. Los problemas se suceden: la Cascada de Hielo esta cortada y esto va a retrasar y dificultar todo intento de ascensión. Por aquellas fechas, Arrue (en el Campo Base), abandona la expedición descendiendo hasta Kathmandu para llevar a cabo asuntos burocráticos y de comunicación. 

El 19 de abril, comandados por Angel Rosen, la mayor parte de los expedicionarios llegan al Collado Sur, a 7.890 metros de altitud, donde se instala el Campamento 4. La cima, más cerca, había que empezar a pensar ya en el principal de los momentos, en la hora de hacer la cumbre. Dado que la empresa era la más delicada y aún quedaban muchos metros por ascender, toda la expedición decidió reunirse en el Campo Base. El día 21 tiene lugar allí la importante reunión sobre la ascensión final: se desconocía que climatología haría, siendo el principal temor la presencia de fuertes tormentas y como se iba a encontrar la gente tras haber superado los 8.000 metros. Se acordó hacer 3 cordadas entre los 11 miembros supervivientes de la expedición vasca, que subirían en orden consecutivo. En la primera Ricardo Gallardo, Rosen, Garaioa, Emilio Hernando y un sherpa por determinar; en la segunda Erro, Petxu, Takolo, Lorente y Pemba Tsering, y en al tercera (sin oxígeno), Zabaleta y Felipe. Kike no tenía interés en hacer cumbre y decidió servir de apoyo al tandem Zabaleta- Uriarte. Las ascensiones de reconocimiento comienzan, y el día 24, Garaioa ya estaba en el Collado Sur, acompañado por Kike, y sin oxígeno. Era la parte más dura de la expedición, y las dificultades no tardaron en aparecer. El ascenso al Collado Sur estaba resultando más dificultoso de lo que se pensaba en un principio, de hecho, tras Garaioa y  Kike, los siguientes en tratar de alcanzar el Collado Sur para preparar el Campamento 4, Erro y Felipe, fracasan en su intento a finales de abril. No obstante, Pemba Tsering consigue llegar al Collado con un buen grupo de porteadores con la intención de equipar el C4, preparándolo para lanzar intentos de llegar hasta la cumbre.  Garaioa y Kike bajaron al CB para reunirse con el resto de expedicionarios en las cordadas de ascensión. El primer grupo llega al C3 el 1 de mayo, sin Emilio, que se sentía indispuesto y tuvo que volverse al CB. El segundo grupo también se pone en camino. 

Angel Rosen

 El intento del grupo primero, formado por Rosen, Garaioa y Ricardo, se empieza a frustra a primeros de mayo. Pese a que el día 3 ya estaba en el C4 y el día 4, en compañía de 4 sherpas, había conseguido alcanzar la Cima Sur (8.760 m.) atravesando una pesada nieve profunda, el grupo se queda sin oxígeno y desiste: hay que regresar al C4.  El segundo grupo ya había llegado entonces al C3, aunque Petxu decidió volver al C2. Al llegar al collado Sur, el segundo destacamento sufre un gran vendaval y deciden bajar hasta al C2 en espera de que el tiempo mejore. En el C2 ya estaba Martín, del grupo tercero, junto con Kike, el apoyo al mismo. Los días del 8 al 10 de mayo serán aburridos y ansiosos días de espera para la Expedición Vasca al Everest. Días fríos, tediosos, en espera de que el tiempo mejore. Allí se encontraban Kike, Takolo, Martín y Lorente, mientras que el resto estaban en el Campo Base. El día 11 el día amanece azul intenso en la fría montaña, señal de que el tiempo iba a cambiar. Lorente y Martín deciden entonces subir al C3, ya parece que la climatología no va impedir la continuación del propósito. Mientras Kike y Takolo bajan al CB, otros expedicionarios suben al C2.  El tiempo sigue siendo benévolo, y Martín y Lorente entienden que ya nada puede impedir el preciado sueño del montañismo vasco: llegar hasta la cima más alta del mundo, llegar a la cima del Everest. El día 13, los dos montañeros vascos y los sherpas Pasang Temba, Phurba Kitar y Ang Nima llegaron al Collado Sur y ahora había que conseguir lo que el priemr grupo no había logrado. El día 14, los expedicionarios partieron a las 2 y media de la madrugada animosos y llenos de esperanza del Collado Sur. Martín Zabaleta supera el mítico espolón de los ginebrinos,  pero Lorente se tuvo que volver mitad de camino, a las 5,30 de la mañana. Nima y Kitar bajan al C4, y a las 13 horas Martín y Pasang Temba  llegan a la Cima Sur. Ya se percibe la cumbre

Nieva espesa y blanca, aristas, grietas. Martín y Pasang siguen subiendo. Incluso poco después de rebasar la Cima Sur, vieron que aquello estaba algo peligroso y pensaron en retirarse, pero finalmente prosiguieron. El Escalón Hillary, que difícil. Continuaron. La ascensión continuúa monótona y cansina. Hasta que envuelta entre la niebla, una cosa oscura se divisa: es el trípode chino. A las 15,30 del 14 de mayo de 1980, Martín Zabaleta y Pasang Temba llegaron a la cumbre del Everest

Pasang Temba planta la ikurriña en la cima del Everest (14-V-1980)

Enseguida, Martín se pone en contacto con el C2 por medio del radioteléfono; toda la expedición salta de alegría a medida que va enterándose campamento a campamento. Pasang planta la ikurriña sobre el trípode chino, con ella también la bandera de Nepal, la única bandera del mundo que no es rectangular y la ya casi icónca en la Euskadi de aquellos años bandera antinuclear: los hombres de las montañas, en contra de la central de Lemoniz. A las 16,15, los dos montañeros inician el descenso, con lo que se deseaba desde años atrás por fin cumplido. Martín y Pasang no llegan al Collado Sur hasta el día siguiente por la tarde, con la ayuda de los sherpas Nima y Kitar y después al C3, donde se encuentran Xabier y Felipe, quienes les abrazan embargados de la emoción.  Pemba Tsering y otros sherpas, mientras tanto, comienzan a desmontar el C4, y tras este, los siguientes, la expedición ha concluido.

Los días siguientes, hasta el 21 de abril, serán de recogida de felicitaciones, abrazos, rostros iluminados por sonrisas, emoción y también de recogida de bártulos. Descendiendo, campo a campo, todo lo allí colocado por la Expedición Vsca al Everest va desapareciendo, devolviendo a la montaña su inmaculado aspecto blanco y grisáceo. Aún quedaría alguna que otra situación desagradable, como la avalancha que el día 16 arrastró a un sherpa de la expedición catalana al Lhotse, quien fallecería al día siguiente o la caída y posterior evacuación del sherpa de la expedición Dawa Dorjee cundo todo el personal se encontraba en el Campo Base.  El día 21, la expedición deja el Campo Base y cinco días después ya está en Kathmandu. La llegada a Bilbao no se producirá hasta el 12 de junio de 1980.

Un final feliz para una gran aventura, que tras su conclusión, como dijo Felipe Uriarte, inundaba el sentimiento de vivir. Otros muchos vascos y de otras zonas de la península ibérica llegaron detrás de ellos, pero que duda cabe que fueron ellos los que marcaron la pauta en el ámbito hispánico. No obstante, la injusticia se cebó con el logro una vez hecho: los medios de comunicación de alcance nacional apenas se hicieron eco de la noticia, una expedición vasca con ikurriña plantada en la cima al grito de Gora Euskadi askatuta era algo muy poco cómodo en aquella incipiente España democrática, y se optó por el silencio, aunque años después, diversas publicaciones deportivas y de montaña y anales del mundo del deporte, reseñaron el acontecimiento más o menos como se merecía


A los 12 expedicionarios vascos les esperaron en los días siguientes a su regreso recepciones por parte del lehendakari Carlos Garaikoetxea y homenajes en sus localidades natales y de residencia. En los años siguientes, todos continuaron su actividad montañera, pero siempre recordaron con especial cariño aquel importante logro. 30 años después, ahora que el mundo de la montaña es ya muy mediático y en al Everest hay expediciones prácticamente todos los años, aquella primigenia hazaña se contempla con el indudable encanto de la épica romántica y la inocencia de la primera vez. El placer de averiguar y conocer de ver quien fue el primero en hacer algo, circunscrito  en algún ámbito determinado. Los 12 hombres de la montaña se propusieron conseguir el sueño de cualquier escalador y lo cumplieron. Tras el primer amanecer, el sueño, hecho de felicidad, proseguía. Y aún continúa.