lunes, junio 06, 2011

El aparatito de Lumiere PEQUEÑAS MENTIRAS SIN IMPORTANCIA (LES PETIS MOUCHOIRS)


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El éxito autóctono en las taquillas francesas de los últimos meses trata de repetir repercusión en el resto de Europa. Sus ingredientes suelen ser los efectivos para lograr una considerable afluencia de público: mezcla de melodrama y comedia, realismo costumbrista y protagonismo coral, sin huir de algunas trampas en forma de cine romántico. En otras palabras, se ha tratado de hacer una película en algunos aspectos próxima a los cánones hollywoodienses del drama-comedia, aunque no se haya renunciado al genuino sello galo, algo que el cine francés, sea cual sea el género abordado, jamás pierde ni esforzándose en ello. Y al final, Pequeñas mentiras sin importancia es una película inteligente, sobria y que se deja ver con sumo interés, aunque también es cierto que es algo irregular -hasta la mitad de la película la cosa se mantiene en niveles muy discretos y farragosos- y también algo tramposa y embaucadora. Un producto que trata de ser una mezcla de retrato generacional (de gente entre 35-45 años), crónica realista y estudio psicológico, aunque solo consigue sus propósitos de conmover y hacer pensar al público de manera tibia.

En realidad, es difícil saber porque esta película, dirigida con tino por el realizador y actor Guillaume Canet (ausente en esta segunda faceta en la película), se muestra veces como un quiero y no puedo si cuenta con un argumento y premisa bastante sólidas y unas actuaciones excelentes por parte de un largo reparto con algunos de los mejores intérpretes del cine francés. Tal vez sea lo confuso del rumbo de las diferentes historias que se cuentan lo que hace que esta película solo se a capaz de mostrar sus excelentes cartas ya casi al final de la misma. Un marco espacial prácticamente único - una localidad costera donde Max, el mayor y virtual líder de un grupo de amigos tiene una vivienda- un grupo de personajes que interactúan exclusivamente entre ellos en dicho marco a la manera teatral – una pandilla de tardotreintañeros, cuarentones y algún cincuentón, algunos casados, otros en situación complicada, y alguno con críos - y una premisa: un amigo del grupo que se debate entre la vida y la muerte en parís tras haber sufrido un grave accidente, mientras sus camaradas tratan de pasar el verano como siempre lo han pasado y centrados únicamente en sus problemas, ya que cada uno tiene o arrastra un vicisitud propia que de alguna manera termina afectando a los demás de manera indeseada. La imposibilidad de separar y abstraerse de los intereses y problemas personales en un entorno en donde se vive una tensa calma presidida por el fantasma del amigo moribundo  y la sensación de que todos están llevando a  cabo una comedia para no herir ni desconcertar a los demás ni tampoco para fastidiar un momento que tradicionalmente ha sido de felicidad para ellos, es lo que presida esta historia en realidad  formada de pequeñas historias que algunas veces se antojan un tanto maniqueas e impostadas pero que son fácilmente reconocibles y a priori creíbles.  No obstante el pretendido  realismo de esta película de la impresión de no haberse conseguido por la sumisión de al historia a algún artificio sentimental o de comedia fácil perfectamente prescindible.

Como ya se ha indicado antes, es digno de mencionar el enorme trabajo interpretativo del largo reparto coral de esta película pese a que la galería de personajes sea desigual en cuanto a peso, algunos no se exploten como es debido y muchos de los intérpretes sean meros comparsas.  François Cluzet, Benoit Magimel, Gilles Lelouche, Valérie Bonneton, Jean Dujardin, y la últimamente omnipresente Marion Cotillard (compañera sentimental del director), entre otros,  están muy, muy  bien. Muchos de los intérpretes tienen su momento para lucirse y realmente lo aprovechan. Aunque el carácter y costumbres francesas puedan resultar algo peculiares para nosotros en algunos aspectos, es fácil identificarse en algunos momentos con situaciones y problemas descritos en esta película. Es una pena que no se haya logrado una matización más acertada en este filme y se hayan recurrido a tantos artificios, porque su interés es indudable.