viernes, julio 08, 2011

Mís 50 discos que te cagas (28): PINK FLOYD –WISH YOU WERE HERE (1975)

 
18 meses fue lo que tardó Pink Floyd en publicar un nuevo álbum tras The Dark Side of The Moon (1973): durante todo ese tiempo el público estuvo esperando impacientemente, el grupo realizó giras en 1974 en Francia y el Reino Unido, y anduvo componiendo nuevos temas que presentó en aquellas giras, además de proyectar un álbum experimental que se iba a grabar con copas, cucharas, martillos y otros cachivaches que finalmente se desechó. El caso es que además de dos temas que luego servirían de base para sendos cortes del ulterior LP Animals (1977), Pink Floyd presentó en los conciertos de 1974 un largo y majestuoso tema-suite llamado Shine on Your Crazy Diamond que fue bien acogido por el público, por lo que se decidió  que dicha composición serviría de base para el nuevo álbum de la banda.

Publicado finalmente en septiembre de 1975, la banda de Roger Waters, David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason era consciente de que el LP anterior había dejado el listón muy alto y de que eran el mejor grupo del mundo en aquel momento, por lo que había que seguir con la tendencia faraónica que con TDSOTM Roger Waters, cada vez más líder de un grupo donde el trabajo equitativo de antaño ya apenas existía, había inaugurado, y en ese sentido Wish You Were Here volvió a ser un disco musicalmente muy ambicioso y en el resultado final volvió demostrar la profesionalidad y grandeza de la banda, aunque no lograse superar a su predecesor. Éxito en las listas de Lps de todo el mundo desde el primer momento, el álbum bien puede considerarse el segundo mejor trabajo de Pink Floyd en su etapa clásica y sigue siendo además uno de los más genuinos highlights del rock progresivo de los 70. De nuevo el grupo concibió el álbum como un trabajo conceptual y el disco es una crítica a la cada vez más ambiciosa y despiadada industria discográfica, en cuya vorágine de trabajo febril el grupo estaba ya imbuido con un enorme sentimiento de hastío. No obstante, Shine on Your Crazy Diamond no parecía seguir el mismo contexto, y aunque fue concebido como un canto a los genios incomprendidos, pronto la asociación de ideas con el tema central del álbum y con la propia biografía  del grupo (porque WYWH era una visión de la propia evolución y situación de Pink Floyd en el negocio musical), llevó inevitablemente a la figura del ángel caído de la banda: Syd Barret

Así pues Shine On… terminó convirtiéndose en un homenaje al que fuera fundador y primer líder de Pink Floyd, que en 1975 se encontraba semirrecluido y con evidentes síntomas de desequilibrio mental. Este tema de cerca de 26 minutos se dividió en dos partes de 12 y 13 minutos cada una situadas en ambas caras del disco y ocupando en total más de la mitad de la duración del mismo.  Un tema evocador y casi perfecto en cuanto a producción e instrumentación, Shine on Your Crazy Diamond sigue resultando hoy en día una pieza de altos kilates musicales, con su evocador tono ambient, (más de la mitad del tema es instrumental), las versátiles guitarras de David Gilmour, los etéreos solos de teclado y sintetizador de Richard Wright, los cambios de estructura musical entre los nueve movimientos de la pieza, su tono grandioso reforzado por los efectos de sonido (viento soplando) y sus por entonces revolucionarios sintetizadores EMS y ARP, y las cuatro famosas notas de guitarra del segundo movimiento, todo un clásico de la música moderna. La preciosa letra de Waters (ya definitivamente el letrista oficial del grupo) y su interpretación vocal recordando al hombre que tenía “una mirada en sus ojos como agujeros negros en el cielo” continúan siendo también antológicas. 

Grabado en Abbey Road, Wish You Were Here apostó por el uso de las nuevas tecnologías de entonces y aunque el final quedó algo faraónico, la cordura musical y el buen hacer se imponen en todo momento con un grupo que aún seguía teniendo capacidad de sorprender. Los otros tres cortes del disco a parte de las 2 partes de  Shine On… son también temas de lujo. Welcome to the Machine juega con sintetizadores y electrónica (además de con guitarra acústica) para ofrecer una ácida visión de la perdida de personalidad ante las exigencias de la industria del entretenimiento. Have a Cigar sigue la misma temática de evocación de la voracidad del negocio musical en un tema de art rock melodramático que resulta bastante autobiográfico para la banda; el cantautor Roy Harper, amigo del grupo, puso su voz en este tema ya que Waters tenía la garganta afectada y Gilmour no quiso cantarlo, y aunque Waters  lo interpretará en los conciertos, es imposible no asociar esta canción con la peculiar voz rasgada de Harper. Y en fin, que decir de la canción que da título al LP: pues que es un clásico inmortal por derecho propio, un genuino ejemplo de baladón electro-acústico perfectamente cantado por Gilmour (que también pone voz a Welcome to the Machine) y que no deja de emocionar con el paso del tiempo, sobre todo si se tiene en cuenta que es el canto a un amigo casi ausente, una vez más Syd Barret.

La literatura del rock ha contado un millar de ocasiones el providencial e inesperado reencuentro de Pink Floyd con Barret en junio de 1975 en los estudios de grabación cuando precisamente estaban mezclando Shine On. Syd había engordado anormalmente y se había afeitado las cejas y todo el pelo de la cabeza, a sus ex compañeros les costó reconocerlo. Se marchó aquel día sin despedirse y el resto de Pink Floyd  no volvieron a verle más. Pero más allá de todo el mito circundante al homenaje al Diamante Loco,  Wish You Were Here es un LP atemporalmente grande que año tras año, generación tras generación, sigue atrapando a nuevos seguidores de Pink Floyd sea cual sea su edad, algo que muy pocos discos han conseguido.


FICHA TÉCNICA

Géneros: Rock Progresivo, Art Rock
Publicación: septiembre 1975
Sello original: Harvest / EMI
Producción: Pink Floyd
Duración: 44:28
Músicos:
Roger Waters: voz, bajo, guitarras, sintetizadores, efectos de cinta
David Gilmour: voz, guitarras, steel guitar, sintetizadores, teclados, efectos de cinta
Richard Wright: teclados, sintetizadores, clarinete, coros
Nick Mason: batería, percusión, efectos de cinta
Dick Parry: saxo
Roy Harper: voz principal en Have a Cigar
Venetta Fields y Carlena Williams: coros

Track listing

1- Shine On You Crazy Diamond (partes I-V)
2- Welcome to the Machine
3- Have a Cigar
4- Wish You Were Here
5- Shine On You Crazy Diamond (partes VI-IX)

martes, julio 05, 2011

El aparatito de Lumiere UN CUENTO CHINO


 
***

Película tan divertida y lograda como inofensiva, Un Cuento Chino vuelve a demostrar que el cine argentino sabe manufacturar productos de calidad independientemente de cuales sean las pretensiones del filme en cuestión, ya bien sea dramas trascendentes, filmes con más o menos contenido denuncia, melodramas de regusto internacional o, comedias ambiciosas, o como en este caso, comedias de planteamiento modesto y casi anecdótico pero que cumplen más que con creces con su función: la de ofrecer una historia sencilla, entrañable, inteligente que resulte divertida y de agradable visión para el espectador.

Un Cuento Chino es una especie de mezcla entre buddy movie a la argentina con comedia humana con algunas gotas de excentricidad, costumbrismo y, por que no, radiografía social. Ricardo Darín, sin duda alguna el rostro más conocido de la interpretación argentina en los últimos 10 años vuelva a darse un recital interpretativo como protagonista, esta vez encarnando a Roberto De Cesare, un cincuentón solitario, maniático, cascarrabias y amargado que vive solo para su negocio de ferretería y que reside en un desaliñado apartamento que  parece anclado en los comienzos de los años 80. Su gris rutina se ve alterada por la llegada casual a su vida de un joven inmigrante chino, Jun (Ignacio Huan, un actor chinoargentino), que sin saber ni papa de castellano busca a su tío supuestamente residente en Argentina, tras haber salido de su país repentinamente. Roberto, contra su voluntad inicial, accederá a dar hospedaje al chinito de marras con todos los desencuentros posibles de imaginar debido a la barrera idiomática, la diferencia de costumbres y sobre todo lo imposible que resulta que Roberto se adapte a la presencia de una sola persona en su vida inmediata.  Una estructura sencilla (casi un cuento, vamos) en una historia que siempre esta planteada desde el punto de vista de su protagonista y la evolución de sus (más complicadas de lo que parecen) circunstancias emocionales. Un canto a la amistad y al entendimiento entre diferentes como solución a los problemas, contado de forma llana y sin concesiones a artificios varios.  El director de esta cinta, Sebastián Borenzstein muestra además una gran versatilidad y variedad de registros formales, ya que además la columna  de comedia costumbrista que sustenta este filme, el guión inserta curiosos retazos (existentes en la imaginación de Roberto o fuera del contexto de la historia) de corte tragicómico y algo esperpéntico que visualmente parecen beber del cine de los hermanos Coen o del Tarantino más salvaje, y que contrastan con el tono general del filme, así como su curioso prólogo-flashback.

Una película sobre el poder de las casualidades y con un mensaje claro: es más fuerte lo que nos une a todos que lo que nos separa. Varios momentos de especial intensidad, como el falshback de la guerra de las Malvinas, que viene a explicar en gran medida las circunstancias del ferretero protagonista, aumentan las virtudes de una película que tampoco es que sea como para tirar cohetes, pero que divierte (y mucho) y deja algún que otro mensaje positivo, algo que muchas veces se hecha en falta en muchas de las películas que se estrenan.