sábado, agosto 04, 2012

El aparatito Lumiere PROMETHEUS


 

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En 2012 Ridley Scott se reencuentra con Alien, o mejor dicho, con su universo. Han pasado 33 años desde que el director británico firmase con Alien el Octavo Pasajero (1979) un clásico inmortal tanto del cine de ciencia ficción como del de terror, y 30 desde que dirigiese su último filme de dicho género Blade Runner (1982), un clásico de la ci-fi y del séptimo arte en general aún mayor que Alien; ambos filmes convirtieron a Scott en un cineasta de referencia entre los aficionados al cine pero desde entonces la prolífica carrera del director de Durham ha estado llena de altibajos no respondiendo en su plenitud a las expectativas que a principios de los 80 se generaron con él (aunque nunca ha dejado de ser un director alabado y reconocido), pese a que ha logrado hacer filmes tan estimables como Thelma y Luise (1991) o Gladiator (2000) junto con otros (muchos) pestiños impropios de su talento. El reencuentro de Ridley Scott con Alien, el mítico extraterrestre serial-killer que inspiró tres secuelas sin la participación de Scott, dos impresentables pseudoprecuelas crossover con la franquicia Predator y toda una mitología y culto popular entre amantes del cine y lo fantástico alrededor de su figura, era lógicamente algo que iba a poner los dientes largos a muchos aficionados y desde la noticia del proyecto de Prometheus hasta su estreno, la expectación ha sido máxima. Aunque planteada como una precuela de la saga, al final en palabras de su director la cosa fue más allá y se ha hecho una película que puede funcionar perfectamente como historia independiente bajo una premisa inédita con respecto al mundo de Alien: la búsqueda y el encuentro de la humanidad con sus creadores, una misteriosa raza alienígena que creó al ser humano en la tierra con no se sabe que fin.

Este planteamiento suena epopéyico y ambicioso hasta lo máximo, recordando mucho al de todo un clásico de la ficción científica como era 2001 Una Odisea del Espacio (1968) de Stanley Kubrick, filme del que toma bastantes elementos conceptuales y filosóficos, a veces casi tanto como de la propia serie Alien, pero al final no es más que un mero McGuffin para una película de ciencia ficción inteligente, disfrutable y trepidante, un entretenimiento muy bien conseguido que pese a estar bastante por debajo de la legendaria primera entrega hace justicia al legado del monstruo de cabeza fálica y boca vaginal que tantos sustos ha provocado a los espectadores durante más de 30 años, incluido todo su universo circundante: la Corporación Weyland, los viajeros espaciales desaliñados, currelas y a veces sin glamour, los androides listillos e inquietantes (y propensos a perder la cabeza), las naves gigantescas, las hibernaciones de larga duración, los escenarios planetarios de pesadilla, las tensiones entre los tripulantes de las naves… y la presencia de entidades biológicas tendentes a un desagradable parasitismo.  Todo esto se da cita una vez más en Prometheus, un filme que si obviamos su un tanto ridícula pretenciosidad que al final se queda en agua de borrajas y está fatalmente resuelta, resulta un buen trabajo dentro del género fantástico y se puede decir que resulta “rollo Alien” a tope, además de ser un nuevo pequeño acierto en la carrera de Ridley Scott, cuyos últimos filmes no han sido muy buenos.  

A bordo de la nave Prometheus viaja una expedición de 17 profesionales de diferentes campos hacia un planeta donde se encuentran los “ingenieros” la especie de extraterrestres que supuestamente crearon a la humanidad- y que no son otros que la raza del mítico “Space Jockey”, aquel gigantesco extraterrestre petrificado de la nave que pedía auxilio en El Octavo Pasajero- pero una vez llegados a su destino las cosas empiezan a torcerse. El reparto incluye a la sueca Noomi Rapace como la doctora Shaw, la “teniente Ripley” de esta película, Charlize Tzeron como Vickers, la delegada de la corporación patrona de la expedición en la nave, Logan Marshall-Green como Halloway, idealista arqueólogo novio de Shaw, Idris Elba como Janek, el capitán de la nave, Michael Fassbender como el androide David 8 y un irreconocible Guy Pearce como Mr. Weyland, el anciano e inquietante promotor del proyecto. También son protagonistas los imponentes decorados (reales, nada de ordenador) tanto de los planetas como de las naves y una lograda atmósfera entre la pesadilla y lo terroríficamente perfecto merced a la espectacular fotografía de Dariusz Wolski. Por si fuera poco, los fans de Alien de toda la vida disfrutarán con unos decorados y diseños inspirados en la obra del artista HR Giger, el creador original del monstruo y cuya impronta aparece aquí con mayor notoriedad que en las tres secuelas. Es cierto no obstante que la continua referenciación a cosas vistas en la primera entrega y posteriores hace que esta no resulte una película demasiado original donde muchísimas escenas parecen remixes y versiones reinterpretadas de momentos ya vistos, además de adolecer de un guión a veces mejorable y con una resolución un tanto floja. No apta para espectadores sensibles y con estómago débil, desde el punto de vista del cine de terror la película cumple aunque a años luz del Alien original por esa tendencia ya comentada al autoplagio y autohomenaje, aunque el factor sorpresa trate de abrirse camino a trancas y barrancas con momentos muy logrados que hacen recordar a la película inspiradora (como el descubrimiento  de la sala de control de los “space jockeys”).  Una película de verano ideal para pasar un momento de fuertes sensaciones y recordar la leyenda de un filme mítico que revolucionó el cine fantástico.     

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