martes, marzo 05, 2013

El Aparatito Lumiere AMOR (AMOUR)




**** y 1/2

El Oscar a la mejor película extranjera ha sido merecidísimamente para el último filme de un director tan hábil, dotado, versátil, arriesgado y en definitiva grande como es el veterano austriaco Michael Haneke, un realizador cosmopolita que en esta ocasión se deja caer en el cine francés. De las muchas maneras para contar una historia de amor al límite, Haneke ha escogido la del amor en contacto con la desgracia y con la muerte, en una etapa de al vida en que esto ocurre con frecuencia como es la vejez. Y aquí no hay concesiones sensibleras ni melodrama fácil pero tampoco pesimismo y catastrofismo. Sencillamente, en este filme se ha tratado de contar las cosas de la manera mas realista posible sin olvidar que los protagonistas son dos personas de más de ochenta años que se han amado durante toda su vida y que ahora, ante una perspectiva descorazonadora y trágica, van a intentar hacer lo mismo. Una película tan sobria y bonita de ver como triste y desgarrada cuyo mensaje fundamental es que el amor nunca muere.        

El filme esta totalmente fundamentado en sus dos protagonistas, Georges (Jean-Louis Trintignat) y Emmanuelle Riva (Anne), un anciano matrimonio de profesores de música jubilados que trata de mantenerse ante la enfermedad de la mujer, situación que no será nada fácil para Georges al ver como su esposa, con daños cerebrales irreversibles, ya no es la que era. Una brillante interpretación la de la veterana pareja protagonista, especialmente la de Emmanuelle Riva totalmente creíble y sobrecogedora como una anciana fatalmente demente y enferma, desde luego que hubiese merecido el Oscar a la mejor actriz.  El filme apuesta por una puesta en escena sobria y realista matizada por la brillante fotografía Darius Khondji  y varios insertos simbólicos en momentos datos que dotan al filme de una melancólica belleza. Nada sobra ni falta en una película sin exteriores narrada casi linealmente aunque se comience por el final y en donde más que “crescendos” emocionales hay inesperados arrebatos como en la alucinante escena-clímax. Haneke ha triunfado en el propósito de mostrarnos el delicado, atormentado y temeroso universo mental interior de Georges ante estos momentos difíciles y que además el espectador sea total partícipe de ellos. Al final, la película deja un regusto agridulce pero degustable, y esto pocas películas lo logran. Como curiosidad, Merece mencionarse la presencia del actor vasco Ramón Aguirre en un pequeño papel. Una película absolutamente recomendable.       

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