viernes, febrero 08, 2013

MIS RETALES FOTOGRÁFICOS (XVIII)

Crepúsculo del Abra 3 (2012)

Altos Lugares (2011)

Brazos del Bosque (2012)

Fuente (2011)

Señor Musgoso (2012)

martes, febrero 05, 2013

El Aparatito Lumiere DJANGO DESENCADENADO (DJANGO UNCHAINED)



 
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No ha defraudado, y lo que es mejor nos ha dejado boquiabiertos. La incursión de Quentin Tarantino en el western no solo se ha saldado con éxito sino que además el cineasta de Knoxville tal vez haya filmado su obra maestra. Y es que poco o nada se puede reprochar a este nuevo homenaje cinéfilo de uno de los directores más mitómanos que han existido nunca en donde en realidad se traza una historia blaxplotation (cine “de negros” muy popular en la población afroamericana en la década de los 70)  por medio principalmente de un engañoso tributo a ciertos códigos spaghetti western (la ultraviolencia) aunque sin salirse de los cánones del western tradicional de John Ford, todo ello para demostrarnos como en la historia del cine el género del western ha influido en toda película con tiros, cazadores de recompensas, asesinos a sueldo, fueras de la ley y héroes errantes que van de pueblo en pueblo en cualquier coordenada espacio-temporal. Porque Django Unchained aspira a ser más que un western y un homenaje al género (la sombra de Sergio Leone es alargada aquí, si, pero no lo es menos la de Ford o Hathaway), es una revisión como hemos dicho del “cine para negros” (género también muy querido por Tarantino, como ya demostró en Jackie Brown) con tintes de denuncia social (se centra en el sórdido mundo esclavista sureño antes de la abolición de la esclavitud) y más escorado al drama y a la epopeya épica que a la comedia, si bien persiste la ironía friky tarantiniana aunque aquí en menor medida de cualquiera de sus películas anteriores. Tarantino está demostrando que es capar de ampliar sus registros y, al igual que en Malditos Bastardos (2009), viajar en el tiempo de manera convincente. Su crecimiento como director esta siendo indudable.


Pese a tomar el título prestado de un western europeo, este Django es una película original cien por cien con un héroe negro, un esclavo fortuitamente liberto (Jamie Foxx) que une su destino al de un cazador de recompensas de origen alemán (Cristoph Waltz) y ambos recorren el sur de EEUU en busca de diferentes forajidos para darles matarile y ganarse “un puñado de dólares”. Pero el amargo pasado del antiguo esclavo Django, convertido, en un pistolero de armas tomar, no parece dispuesto a disiparse y ambos hombres deciden llevar a cabo una arriesgada misión romántica: rescatar a Broomhilda (Kerry Washington) la mujer de Django esclava de un rico, caprichoso y sádico magnate sureño, Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). Una road movie a caballo donde además de darse cita los géneros antes mencionados hay elementos de cine negro, comedia negra e intriga además de un homenaje a la épica de la mitología germana con momentos sublimes y un ritmo cambiante y muy adecuado a efectos narrativos y dramáticos. El climax final, con violencia y sangre a raudales, es lo mas “tradicionalmente tarantiniano” que hay en una película en donde no hay que buscar al Tarantino tradicional. Fox y Waltz funcionan a la perfección como antagónica pareja heroica unida por un extraño vínculo de intereses mutuos, y el resto del reparto no se queda a la zaga con un DiCaprio muy convincente como un villano tan de opereta como cruel y sanguinario o un Samuel L. Jackson que interpreta a las mil maravillas a un viejo esclavo muy acomodado a su condición servilista del amo blanco. Puede parecer un poco repetitivo que Tarantino vuelva a echar mano del recurso de la venganza como motor de una historia, pero el director sabe lo que hace y nada sobra en una película que funciona como un reloj y en donde Tarantino demuestra también que conoce a la perfección los recursos escénicos, plásticos y narrativos del western pero siempre tratando de dar su impronta con una banda sonora variada y algo descontextualizada y un reparto de secundarios curioso en donde se dan cita algunas viejas glorias casi olvidadas como Don Johnson, Robert Carradine, Russ Tamblyn, Ted Neeley, Bruce Dern o Franco Nero. Imprescindible. 

domingo, febrero 03, 2013

MIGUEL TARÍN, LA HISTORIA MALDITA DE UN ROCKER GIGANTE BAJO LOS AROS


 


La historia del deporte está llena de malditos, antihéroes y personajes singulares que pese a no destacar por sus aptitudes como deportistas ni por su palmarés dejaron a su paso un recuerdo imborrable por diferentes motivos ya bien sean anecdóticos, curiosos, extraños, trágicos, cómicos, decepcionantes, irritantes, sorprendentes…Miguel Tarín Ruiz (Barcelona, 24 de abril de 1962), baloncestista profesional que desde 1978 hasta 1993 fue el jugador más alto de España con 2,17 m. es en ese sentido uno de los deportistas mas curiosos de la historia del deporte español. Nunca fue un gran jugador pese a las cualidades que se le presuponían con su espectacular altura y fue una decepción para muchos aficionados, periodistas y entrenadores pero su singular historia y su curiosa personalidad merecen ser contadas. Un jugador de comportamiento rebelde, histriónico e intereses singulares amante de rock and roll y rocker vocacional de chupa de cuero que se metió al baloncesto por casualidad y durante su trayectoria profesional de 13 años (de 1980 a 1993) produjo todo un cúmulo de sentimientos encontrados.

 

Tarín y Romay, los techos del basket español en los 80
Hay un detalle en la biografía de Miguel Tarín que resulta revelador yes que fue un deportista tardío y fortuito, un atleta fabricado a partir de un chaval al que el deporte le importaba un pimiento. A finales de la década de los 70, cuando el baloncesto en España era aún un deporte que estaba en pleno despegue en cuanto a fenómeno de masas - aunque desde bastante tiempo atrás era el segundo deporte más popular de España había reducido en aquellos años considerablemente su distancia con el fútbol- y las primeras figuras patrias comenzaban a despuntar internacionalmente (Corbalán, Epi, Romay, Solozabal, Iturriaga, Margall…) se buscaba con ahínco en patios de colegios, gimnasios y hasta en calles y parques mozalbetes que superasen los dos metros para convertirlos en figuras de la canasta y dotar a los equipos españoles de pivots que complementasen a los jugadores norteamericanos de turno (por entonces había uno por equipo). Miguel Tarín fue captado por el FC Barcelona en verano de 1978 cuando contaba con 16 años. Hasta entonces, Miguel era un adolescente barcelonés estudiante de secundaria al que el encantaban oír la música de Ramones, Rolling Stones y clásicos de los 50 que pasaba su tiempo de ocio en billares y a la puerta de los bares compañía de chavales que vestían con chamarras de cuero negro, lucían tupés de los años 50 y gafas de sol y pensaban en Harleys y Cadillacs: eran los primeros exponentes del revival rocker de la ciudad condal. Por supuesto, a Miguel de deporte nada de nada, estaba gordo como una bola y como el mismo afirmó “lo del deporte lo veía como una chorrada, tíos que corrían y se cansaban para nada". Pero una buena mañana de verano, un ojeador de la sección baloncestística del Barça le vio pasear con sus 217 centímetros de altura y le ofreció hacerse una prueba para el equipo juvenil del Barcelona. A finales de los 70 el equipo baulgrana aún no había terminado de despuntar en un baloncesto español totalmente dominado en cuanto a clubes por el Real Madrid, que acaparaba casi todos los años los títulos de liga y de competiciones europeas, dejando algún  pequeño resquicio en cuanto a trofeos para otros equipo como el Jouventut de Badalona. El Barça por su parte ganaba copas del rey pero la “Liga Nacional” (la liga española aún no era la Liga ACB) se le resistía. El Real Madrid ya contaba con el que era el jugador más alto de España, Fernando Romay con 2,13, que era la sensación en el basket hispano por su por entonces cuasi gigantesca altura, y el Barça andaba buscando su Romay particular para contrarrestar el fascinante efecto que había logrado entre la opinión pública con el pívot gallego. Y Tarín podía ser el hombre que supusiese el antídoto perfecto al “efecto Romay” y entre otras cosas ayudar a crecer al Barcelona.



Miguel Tarín a los 14 años ya medía 2 metros, y con serios problemas para encontrar ropa y calzado adecuado nunca se había planteado jugar al baloncesto o hacer ningún deporte. Cuando se hizo la prueba ya avisó a Eduardo Portela, jefe de la sección de basket baulgrana y a los técnicos del Barcelona que “era muy manta” y que nunca había hecho ningún tipo de deporte, según él solo se dedicaba a “comer y dormir”. Pero sus 2,17 y su 52 de pie resultaban incontestables y Nino Buscató, mitico ex jugador de Jouventut, Barça y la selección española y entrenador del Barcelona de baloncesto juvenil  se propuso en convertirlo en una estrella del basket. El joven Miguel, que desconocía por completo el mundo de la canasta se adentraba en un territorio desconocido para él, al tiempo que la prensa estatal se hacía eco del hallazgo del jugador más alto de España. Tarín, que tuvo que perder 30 kilos en un mes, debutó en el Barcelona juvenil en la temporada 1978-79 en lógica posición de pívot  al tiempo que aprendía a jugar al baloncesto sobre la marcha, cometido al que se entregó Buscató aquel año con la supervisión del entrenador del Barcelona “mayor” Eduardo Kucharsky, quienes veían en aquel jugador un diamante en bruto y por que no, una futura estrella del basket. Los comienzos eran duros para un chaval que no había hecho ningún deporte y que al correr 10 metros el corazón le latía a 200 pulsaciones por minuto. Miguel incluso debutó aquel año con la selección española juvenil.                       



FC Barcelona temporada 1981-82, con Tarín el 2º jugador por la derecha en la fila superior

 Tras el primer año, los técnicos del Barça se sintieron moderadamente satisfechos con la progresión del joven jugador y el seleccionador español Antonio Díaz Miguel andaba bastante interesado en su evolución y en su proyección como futura figura. Como dato curioso, Miguel en aquellos años contaba en su círculo de amigos rockers con otro jugador juvenil de basket, un tal José María Sainz, al que llamaban Loquillo por su tupé a lo Pájaro Loco y que jugaba en al cantera del desaparecido Cotonificio de Badalona; según dicen, Loquillo animó a Miguel Tarín a adentrarse en la práctica del deporte aunque años después “el Loco” dejase el basket por la música. Lo cierto es que Tarín, por su propensión a llevar chamarras de cuero, vaqueros y look rocker (en la calle, claro) ya era en sus años como deportista juvenil bastante criticado y pronto empezó a rumorearse sobre su supuesta afición a las birras y su poco espíritu de deportista, pero el chaval, pese a su escepticismo inicial iba cogiéndole gustillo a esto de la canasta y se estaba convirtiendo en un sportman aunque la evidencia hacía notar que no estaba nacido para ser un gran jugador , y eso se mostrar cada vez con mayor nitidez año tras año. Después de otro año en juveniles (temporada 79-80), Miguel dio el salto en 1980 al equipo junior del Barça (por entonces la categoría junior incluía a jugadores de 18 a 20 años); si bien por su altura (inédita en el basket español) hubiese debutado ya en el primer equipo, aún estaba muy verde y en la temporada 1980-81prosiguió su formación en los equipos inferiores  azulgranas mientras el entrenador del Barça, Antoni Serra se encargaba de supervisar su progresión (bastante lenta, por cierto)   




En la temporada 1981-82, Antoni Serra decide subir por fin a Tarín al primer equipo del FC Barcelona convirtiéndose en el jugador español más alto que había pasado por la liga española. El Barça había sido campeón el año anterior consiguiendo su segunda liga después de mucho tiempo. En aquel equipo jugaban grandes baloncestistas como  Solozabal, Flores, Epi, Creus, Sibilio, De La Cruz y el americano Hansen y aspiraba a renovar el título con el Real Madrid como gran rival en un panorama basket hispano en pleno crecimiento y cada vez más con más adeptos paralelamente a los primeros grandes éxitos deportivos de la selección española de Díaz Miguel. Aquel año el rendimiento de Tarín fue bastante deficiente con pocos minutos y porcentajes de acierto muy pobres, Serra y los aficionados del Barcelona se estaban dando cuenta que iba a ser muy difícil hacer explotar un jugador torpe y limitado pese a que se esforzaba en el rebote y el tiro como el que más y tenía una buena coordinación de movimientos; en ese sentido su progresión desde que llegó a vestirse de corto en 1978 con 16 años había sido bastante buena, aunque insuficiente. Aquel año el Barcelona perdió la liga en la última jornada ante el Madrid, aunque fue campeón de la Copa del Rey.  A principios de 1982, y si haber cumplido los 20 años, nuestro hombre pasa por la vicaría (por el juzgado, mejor dicho) al casarse con su novia de toda la vida en una curiosa ceremonia de estética rocker en la que él lucio cazadora roja, vaqueros y deportivas y su mujer cazadora negra y gafas de sol. Realmente, Tarín estaba demostrando ser un personaje singular. Ese mismo año, se produce otro acontecimiento en la vida del baloncestista: su debut con la selección española. Díaz Miguel, a quien Tarín siempre le pareció un diamante en bruto le convocó para una serie de partidos de preparación previos al Mundobasket de Colombia. El mítico seleccionador manchego estaba obsesionado por convertir a Tarín en uno de los mejores pivots del mundo (según él era ideal para cualquier equipo), pero se  desesperaba ante la lentitud del joven jugador, aún lento y bastante armario aunque con bastante precisión en el rebote. Al final no obtuvo plaza entre los 12 seleccionados para el  Mundobasket en una selección que incluía a algunos de los mejores baloncestistas españoles de todos los tiempos como Epi, Corbalán, Romay, Iturriaga, Fernando Martín, Jiménez o Margall y que obtendrían varios éxitos en la década de los 80 como las medalla de plata en los JJOO de Los Angeles en 1984. La experiencia de Tarín en el combinado español fue efímera y en total disputó cinco partidos, tal vez uno de los jugadores más flojos que hayan pasado por ella aunque por el momento fue el más alto, superando a Fernando Romay.




El jugador aún necesitaba rodaje y pese a su internacionalidad el Barça optó por cederle a otro equipo para la temporada 1982-83 año en el que su ficha pasa de junior a senior y en los equipos españoles aquel año no podía haber más de diez fichas senior en un equipo. Al disponer de bastantes hombres altos senior, el Barcelona prescindió de su ficha cediéndole al modesto equipo de primera Naútico de Tenerife, cuyo objetivo era mantenerse en la élite y desechando ofertas del Real Madrid, el Valladolid, el Cotonificio e incluso la Cibona de Zagreb. El jugador continuaba con una exigente preparación para explotar lo mejor de sí en donde tenía mucho que ver Díaz Miguel  además de los técnicos del Barcelona. Debía de hacer footing todos los días por lugares bastante intransitables con zapatillas inadecuadas para su 52 de pie que literalmente le machacaron el talón de Aquiles, en Tenerife solía correr por la playa muy temprano por la mañana y eso resultaba agotador. Nike, una empresa casi desconocida en España fue quien le suministró zapatillas reglamentarias adecuadas convirtiéndose en el primer deportista español patrocinado por la multinacional nortemericana, que además le surtió de ropa de entrenamiento adecuada a su talla en una época en la que encontrar ropa para tíos de casi 2,20 era ciencia-ficción;” Vestirse en aquella época con mi estatura era un infierno”, llegaría a declarar el jugador. En Tenerife Tarín realizó una temporada muy discreta (el Naútico descendió de categoría) en donde no demostró apenas progresión aunque sí algunas pequeñas virtudes como un buen porcentaje en tiros de dos puntos y mayor movilidad y rapidez, aunque seguía siendo técnicamente muy limitado y sin destellos propios de una figura del basket.



Para la temporada 1983-84 la primera división española de baloncesto se convierte en la liga ACB y pasa al control directo de la Asociación de Clubs de Baloncesto (ACB), dispuesta a convertir a la primera competición española en una liga de baloncesto casi comparable a la NBA con moderno sistema de competición en grupos y play off, además de poder disponer a partir de ahora de dos jugadores extranjeros por equipo. El Barcelona, flamante campeón de la última Liga Nacional 82-83 no deseaba contar con Tarín para su plantilla para esa temporada (ahora la posibilidad de tener dos pivots estadounidenses por equipo iba a frenar la progresión de muchos hombres altos estatales) pero aún así le renovó en verano de 1983 por tres años con el fin de que tras varias cesiones llegase a ser apto para los culés. Su destino durante la temporada 83-84 fue el Pineda, equipo de la segunda categoría estatal llamada a partir de aquel año primera división (o primera B, como se la conocía antes o como se conoció popularmente durante años). Lo cierto es que Miguel se había destapado como un jugador mediocre y en nada fue la promesa que muchos esperaban y ya todo el mundo era consciente de ello. La temporada siguiente continuo cedido en primera b, esta vez en el Hospitalet Dry Shack mejorando algo con respecto a temporadas pasadas pero sin nada verdaderamente reseñable. Por aquellos años se empezó a establecer una maliciosa leyenda negra sobre el baloncestista; era cierto que tenía un comportamiento excéntrico y singular con declaraciones en las que opinaba sobre temas variopintos como la homosexualidad (era partidario de respetar cualquier opción sexual), la política (decía que no le interesaba porque “la íbamos a palmar todos”), además de lucir pendiente y llevar cazadoras rockeras –algo insólito en un deportista español en aquella época-  y eso le puso la etiqueta para aficionados y periodistas de “loco” y “rarito”. Estos hechos, unidos a su mediocridad como deportista (teniendo en cuenta además que el ser el techo del baloncesto español le llevaba a un nivel de exigencia máximo entre los buenos aficionados al basket) convirtieron a Miguel Tarín en la diana de burlas, críticas malintencionadas y comentarios jocosos. Miguel, pese a todo un chico simpático, honesto, locuaz y sobre todo una persona excepcional según quienes le conocieron no se mordía la boca en las entrevistas y confesaba muchas veces la presión a la que se veía sometido por parte de aficionados y técnicos que trataban de explotarle al máximo mediante una preparación que el siempre tildó de inadecuada. Se llegó a decir también que en las concentraciones, Miguel le daba a las cervezas y a los porros como buen rockero, pero eso parece falso. Miguel en 1984, con solo 22 años era pese a todo un hombre feliz que se había enamorado tardíamente del deporte –un mundo que el desconocía poco tiempo atrás-, era amante del rock, de los animales, de sus amigos y de su familia -había sido padre en 1983 de una niña llamada Sara, su única hija- y se disponía a hacer del baloncesto su modo de vida.




En 1985, tras su temporada en el Hospitalet, el Barcelona decidió rescindir el contrato a Miguel a falta de un año de su cumplimiento considerando que el jugador no era ya interesante para los baulgranas. Es muy posible que las leyendas urbanas sobre el jugador hubiesen influido en esa decisión, pero eso no impidió que el gigante del basket ibérico volviese a la máxima categoría al fichar aquel año por el TDK Manresa, equipo recién ascendido a la ACB. Tarín iba a debutar entonces en la “nueva” primera liga en un conjunto modesto, consciente en que ya no era aquella promesa de principios de los 80 sino un jugador de equipo que eso sí, seguía siendo el más alto de España. En total, Miguel estuvo dos años en Manresa en la ACB en donde deportivamente aportó más bien poco. Miguel además de sus limitaciones deportivas tuvo que soportar muchas puyas de entrenadores, periodistas y aficionados descontentos con su rendimiento tratándose además del jugador español “más grande”. Era cierto que su comportamiento histriónico en el parqué ante árbitros y jugadores rivales muchas veces no procedía, pero no era esa “jeta” que mamaba del baloncesto sin ni siquiera saber jugar ni ese “pirado” ni negado que muchos querían ver. Eso si, su gigantesca figura y su carácter simpático y original no pasaban desapercibidos en ningún sitio sobre todo en un deporte que aún era bastante “recatado y modosito” como era el baloncesto español de los 80, aún lejos de las excentricidades de gente como Dennis Rodman en USA años después. En lo deportivo, Tarín en su primer año en el Manresa (85-86) jugó solo 15 partidos con una media de 3,2 puntos por partido y 2,6 rebotes mientras que en el segundo (86-87) se quedó en 9 partidos con 2,4 puntos y 1,7 rebotes de media, unos porcentajes no precisamente estratosféricos.  En su último año en el TDK Manresa Tarín consiguió ganar la desaparecida Copa Príncipe que clasificó a los manresanos para la Copa Korak, pero sus constantes broncas con el entrenador Juan María Gavaldá propiciaron su salida.





A partir de 1987 y hasta su retirada en 1993 Tarín fue principalmente un jugador de las categorías inferiores a la ACB iniciando un largo periplo por la geografía española. Para la temporada 1987-88 salió por segunda vez de Catalunya al fichar por el Bosco Coruña de 1ª que desapreció a mitad de año jugando el resto de la campaña en el Vic de 3ª división, algo verdaderamente humillante para un jugador internacional solo 6 años antes. Después defendió los colores del Syrius Patronat de Mallorca (88-89, 1ª), Proexinca Cartagena (89-90,2ª) y Gesa Alcudia (90-91,1ª y 2ª). Con el Alcudia descendió a segunda en 1991 y comenzó jugando en dicho club la temporada siguiente hasta que a mitad de año el entrenador Moncho Monsalve lo llamó para jugar con el Puleva Granada de la ACB hasta que finalizase la campaña. Miguel disputó 12 encuentros con el conjunto nazarí en donde solo promedió un punto por partido. Tarín, el gigante español del basket, el diamante del baloncesto español que nunca se terminó de pulir era solo un jugador mediocre para equipos mediocres cuya última estancia en al ACB fue anecdótica. El propio Monsalve no le sacaba muchas veces diciéndole que estaba lesionado cuando no lo estaba, algo que Tarín nunca se lo perdonó: el propio jugador declararía años después que fue a Granada “engañado”. Curiosamente, esta ciudad andaluza jugará un papel importante en el destino de Miguel Tarín.



Miguel Tarín en la actualidad

La última temporada de Miguel Tarín como deportista en activo fue en 1992-93 en el Digsa Loja de primera, otro equipo de la provincia de Granada, una tierra de la que el catalán se había enamorado. Su retirada con solo 31 años se produjo con la más absoluta indiferencia de los medios, algo propio en deportistas mediocres. Miguel decidió establecerse con su familia en Granada tras su retirada tras años y años de residencia en distintas ciudades. Amante de los animales y de los perros en particular, ya en 1993 se convierte en presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Granada, para él la protección de los animales y del medio ambiente era un “tema más serio” que el basket y durante años se dedicará a dichas tareas. Años después comienza a dedicarse a la distribución de comida para animales y a la cría de perros estableciendo su residencia en una casa de campo a las afueras de Granada en la que actualmente vive con su mujer y varios perros. Una vida de aparente tranquilidad aunque que en 2011 volvió al candelero público tratando de introducirse en la política liderando las listas municipales en Barcelona por el partido Plataforma per Catalunya. En los últimos años ah concedido varias entrevistas y se sabe que es presidente de la Asociación Española de Animales, afirmando que es más feliz que cuando jugaba al baloncesto pese a que ahora está en el paro. Eso sí, recuerda con cariño aquella época de jugador de baloncesto  -pese a todo lo que tuvo que aguantar- aunque rememore con cierto resquemor que ganó muy poco con el basket (según él, apenas ganó unos doce millones de pesetas). En algunas últimas entrevistas, el ex baloncestista, hoy de 50 años, ha mostrado cierta amargura debido a su situación de desempleo pero por otro lado otras informaciones afirman que en la actualidad está ocupado con sus negocios de cría canina y satisfecho con sus actividades en pro de los animales. Sea como fuere, Miguel Tarín fue y es según sus amigos y conocedores un ser excepcional, un simpático y encantador narrador de anécdotas y un rebelde del deporte que se topó con la incomprensión generalizada y utilizó el baloncesto como el modo de vida que le habrían ofrecido cuando le captaron para convertir a aquel gigantesco rockero macarrilla gordito en un jugador de baloncesto. Tarín, hasta la irrupción de Roberto Dueñas a mediados de los 90, fue el jugador de basket más alto de España y uno de los más altos del mundo (solo jugó con tres jugadores de mayor altura, Tatchenko, Sabonis y Gilmore) y el hombre que ejemplarizó aquella desmedida ambición de los 80 de convertir en figuras de la canasta a hombres altos pese a que no estuviesen dotados para el baloncesto o incluso el deporte. Un gigante bondadoso que pese a ser un más que mediocre baloncestista y un proyecto frustrado, dejó una profunda huella.