martes, abril 15, 2014

El Aparatito Lumiere NOÉ (NOAH)






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La mezcla del cine comercial con el cine de autor no siempre sale bien y Darren Aronofsky, realizador en sus comienzos de películas ásperas y sesudas pero visualmente impactantes y con poso rompedor como Pi (1998) o Réquiem por un sueño (2000)  -que le convirtieron en un cineasta de culto-, no siempre ha visto sus a veces demasiado pretenciosas experiencias saldadas con éxito y en este sentido su adaptación del tema bíblico en Noé resulta un paradigma tal vez demasiado exagerado y evidente de todos sus excesos como director. El responsable de la excelente y turbadora Cisne Negro (2010)- su obra maestra- y de la un tanto más alejada de sus temáticas El Luchador (2008) en esta ocasión ha mirado descaradamente al cine espectáculo pero de una manera bastante incorrecta y desacertada. Aunque la película está trufada de mensajes filosóficos (más que religiosos) e imágenes alegóricas desigualmente presentadas, la posible búsqueda de un público amplio he hecho que esta sea un poco medida mezcla de fantasía épica, cine de catástrofes, cine de acción, drama y los ya mencionados elementos filosófico-metafísico-teológicos que por otra parte solo resultan livianos y anecdóticos. Demasiados efectos especiales y escenas-mamotreto (casi siempre conseguidas por ordenador) en un espectáculo que a veces resulta interesante e incluso estimulante, pero que se pierde por un guión absurdo y con altibajos cada dos por tres y un empacho de pretensiones que termina por desorientar a todo Quisque, por que ¿Qué es en realidad lo que se propone este filme? ¿Dar una visión sobre la historia del mal en al humanidad? ¿Establecer  una visión propia revisada del Génesis bíblico con tufillo new age para que sea del gusto de ciertos nichos de público? ¿Hacer sencillamente un filme comercial pero que guste a espectadores más exigentes, o viceversa? En todo caso, este Noé, encarnado con corrección por Russel Crowe, resulta poco convincente y eso que podía esperarse algo más de un director como Aronofsky, que demuestra estar demasiado maniatado a lo que sus seguidores esperan de él.


Hay que reconocer no obstante que la elección de una estética alejada de los a veces impostados cánones bíblicos o de peplum resulta muy acertada y atractiva, así como ese tono postapocalíptico en paisajes desérticos. Tampoco es rechazable el inserto de varios momentos visuales descontextualizados con su perceptiva simbología, pero el inadecuado afán de esta película por estructurarse como si de El Señor de los Anillos se tratase y lo ridículo de varios momentos de la historia al final no deja ningún poso satisfactorio. Espectáculo con pretensiones de trascendencia muy mal hilvanado.



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