lunes, abril 07, 2014

El Aparatito Lumiere GILLAUME Y LOS CHICOS ¡A LA MESA! (LES GARÇONS ET GUILLAUME, À TABLE)




*** y 1/2

Un curioso y bien saldado ejercicio cinematográfico el que se marca el actor de comedia francés Guillaume Gallienne en su debut en la dirección. Un película autobiográfica, si, pero curiosa y desde luego que valiente desde la premisa misma de que el mejor autoexorcismo y la mejor autocrítica son reírse de uno mismo. Basada en un espectáculo teatral one man show creado e interpretado por este eficiente actor nacido en 1972, es esta una comedia que usando la ternura, la acidez y la ironía siempre con un punto tragicómico y un sentido del humor mas anglosajón que francés a medio camino entre Woody Allen y Monty Python (aunque aquí hay rollo Jacques Tati e incluso Louis de Funes) va consiguiendo que el espectador consiga mimetizarse con su protagonista, un adolescente y veinteañero Guillaume Galliene interpretado  por el mismo que vive una confusa existencia a causa sobre sus dudas sobre su sexualidad e incluso sobre su género en medio de una crónica evidentemente exagerada y caricaturizada que muestra cómicamente los vaivenes existenciales de un joven de clase media-alta que con un sentimiento de singularidad en su propia persona parece tener un objetivo fundamental en su vida: agradar a su posesiva y peculiar madre, interpretada de nuevo por Galliene que demuestra que lo ha echado todo para recrear en la pantalla a su influyente progenitora.
  

La película no es una crónica sobre la identidad homosexual en un adolescente y que nadie se espere en ese sentido un filme denuncia, ni tampoco una comedia-sátira familiar trufada de gags, aunque varios en  este filme son realmente antológicos: es un relato personal, una manera de contar las cosas con la que su director, protagonista y guionista parece sentirse enormemente a gusto saldando cuentas con un periodo fundamental en su vida y con aquellos que le ayudaron a realizarse como persona. Detalles cómicamente crueles, salidas de tono originales, diálogos sencillamente perfectos y una total maestría para hacer una comedia original e insólita pero capaz de ser degustada por un espectro amplio de público avalan la grandeza del debut en la dirección de Galliene, quien siempre utilizando trampantojos varios (la narración del propio protagonista en la película es la recreación de parte de su espectáculo-monólogo) y manejando como nadie momentos humorísticos clave consigue mantener todo el tiempo la sonrisa y la complicidad del espectador. Lo habré dicho más de una vez, pero el cine español tiene que aprender mucho del francés