viernes, abril 18, 2014

ADIOS A GABRIEL GARCÍA MARQUEZ


Una segunda oportunidad sobre la tierra es lo que tendrá el hombre que se alquiló para soñar y para hacernos soñar. Con su bendrita mania de contar nos regaló algunas de las fabulaciones más apasionantes de todos los tiempos. Siempre volveremos a Macondo

 

martes, abril 15, 2014

El Aparatito Lumiere NOÉ (NOAH)






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La mezcla del cine comercial con el cine de autor no siempre sale bien y Darren Aronofsky, realizador en sus comienzos de películas ásperas y sesudas pero visualmente impactantes y con poso rompedor como Pi (1998) o Réquiem por un sueño (2000)  -que le convirtieron en un cineasta de culto-, no siempre ha visto sus a veces demasiado pretenciosas experiencias saldadas con éxito y en este sentido su adaptación del tema bíblico en Noé resulta un paradigma tal vez demasiado exagerado y evidente de todos sus excesos como director. El responsable de la excelente y turbadora Cisne Negro (2010)- su obra maestra- y de la un tanto más alejada de sus temáticas El Luchador (2008) en esta ocasión ha mirado descaradamente al cine espectáculo pero de una manera bastante incorrecta y desacertada. Aunque la película está trufada de mensajes filosóficos (más que religiosos) e imágenes alegóricas desigualmente presentadas, la posible búsqueda de un público amplio he hecho que esta sea un poco medida mezcla de fantasía épica, cine de catástrofes, cine de acción, drama y los ya mencionados elementos filosófico-metafísico-teológicos que por otra parte solo resultan livianos y anecdóticos. Demasiados efectos especiales y escenas-mamotreto (casi siempre conseguidas por ordenador) en un espectáculo que a veces resulta interesante e incluso estimulante, pero que se pierde por un guión absurdo y con altibajos cada dos por tres y un empacho de pretensiones que termina por desorientar a todo Quisque, por que ¿Qué es en realidad lo que se propone este filme? ¿Dar una visión sobre la historia del mal en al humanidad? ¿Establecer  una visión propia revisada del Génesis bíblico con tufillo new age para que sea del gusto de ciertos nichos de público? ¿Hacer sencillamente un filme comercial pero que guste a espectadores más exigentes, o viceversa? En todo caso, este Noé, encarnado con corrección por Russel Crowe, resulta poco convincente y eso que podía esperarse algo más de un director como Aronofsky, que demuestra estar demasiado maniatado a lo que sus seguidores esperan de él.


Hay que reconocer no obstante que la elección de una estética alejada de los a veces impostados cánones bíblicos o de peplum resulta muy acertada y atractiva, así como ese tono postapocalíptico en paisajes desérticos. Tampoco es rechazable el inserto de varios momentos visuales descontextualizados con su perceptiva simbología, pero el inadecuado afán de esta película por estructurarse como si de El Señor de los Anillos se tratase y lo ridículo de varios momentos de la historia al final no deja ningún poso satisfactorio. Espectáculo con pretensiones de trascendencia muy mal hilvanado.



domingo, abril 13, 2014

CONGO 1885-1908: EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS




El colonialismo europeo en el continente africano en los siglos XIX y XX ha resultado un capítulo en la historia de la humanidad más bien infame. Pero dentro de este fenómeno histórico hay un caso que siempre ha resultado paradigmático como ejemplo de los extremos hasta los que la civilización occidental prácticamente recién inaugurada la edad contemporánea ha sido capaz de llegar en aras del imperialismo, el ansia de poder, la codicia y la ambición. Fue en el llamado Estado Libre del Congo, territorio que en su mayor parte ocupa ahora la actual República del Congo, en donde se dieron el mayor número de atrocidades e injusticia por parte de la población europea colonizadora sobre la indígena: matanzas, esclavismo, amputaciones y todo ello con un total sometimiento del colonizador- en este caso una solo persona, el rey Leopoldo II de Bélgica- sobre los recursos naturales y humanos de un territorio que a mediados del siglo XIX como otras zonas del África negra apenas había sido explorado por la población blanco. La fiebre del caucho y el marfil tiñó de rojo las selvas del Congo a finales del siglo XIX y principios del XX y por primera vez mostró al mundo la cara más salvaje y despiadada del colonialismo. El horror, el horror…


La más negra crónica en el continente negro

El hombre blanco en la selva. A su alrededor, tribus de indígenas negros, salvajes a ojos europeos. Que nada se interponga en su camino de ambición. Era finales del siglo XIX y África era una deliciosa tarta que varios países “civilizados”  trataban de repartirse con el Reino Unido y Francia, dos de las mayores potencias mundiales en aquel tiempo, casi siempre con las mejores partes. Prusia, Bélgica, Portugal o España obtuvieron trozos menores aunque productivos algunos, pero no fueron solo los países los que colonizaron diferentes porciones territoriales del África en pos del progreso, la civilización y el avance de la población autóctona (aunque lo que en realidad impulsó la colonización fueron los motivos económicos y un ansia de poder de corte imperial). Hubo incluso un monarca europeo, el rey Leopoldo II de Bélgica que durante 23 años, de 1885 a 1908 poseyó a título personal un territorio africano de más de 2000 km cuadrados, el Congo.             

El Estado Libre del Congo, tal y como el rey belga bautizó a su basta posesión africana- la cual llegó a contar con unas fronteras coincidentes con la actual República Democrática del Congo-  es uno de los más infaustos episodios de la historia de la humanidad y el ejemplo más crudo de los desastres de la era del colonialismo (segunda mitad del S.XIX- primera mitad del S.XX), aquella época en que las flamantes naciones desarrolladas de Europa y América tenían que entrar sí o sí en zonas “atrasadas”, “incivilizadas” o casi inexploradas de África, Asia y Oceanía (y no pocas veces en Centroamérica y Sudamérica) y alardear ante los otros países de sus posesiones de ultramar convirtiendo a  estados como Gran Bretaña o Francia en grandes imperios con posesiones más allá de las fronteras europeas. Una auténtica catástrofe humanitaria ocasionada por la ambición, el despotismo y el desprecio por “razas inferiores” como la negra, que se cobró la vida de más de diez millones de vidas.

      
La codicia de un rey

Leopoldo II Rey de los Belgas (1835-1909, reinando en Bélgica desde 1965 hasta su muerte), monarca ambicioso y déspota, aunque no tomó bajo su mandato personal al territorio conocido como “el Congo” hasta 1885, fue en 1876 cuando dejó patente su interés en conseguir posesiones territoriales en el continente africano. Gran parte de la zona que se apropió había sido conocida desde finales del siglo XIV como el reino del Kongo -uno de los muchos reinos prefeudales del África medieval y de la edad moderna  anteriores al colonialismo- e incluía la zona occidental de la actual RD del Congo, la República del Congo (no confundir con la República Democrática) o Congo-Brazzaville, algunas regiones de Angola y una pequeña porción de Gabon. Formada por población de la tribu bakongo o kongo, de la etnia bantú, el reino establecido a orillas del río Congo estaba regido por un soberano que llevaba el título de Manikongo. Relativamente adquirieron prosperidad gracias al comercio de trueque y los tratos con los exploradores portugueses convirtiéndose en una de las regiones del África negra más ricas. Precisamente fueron los exploradores portugueses los primeros europeos en penetrar en al zona al explorar el Río Congo, descubierto en 1482. Los portugueses ejercieron su influencia en la zona del Reino del Kongo o Congo hasta prácticamente comienzos del siglo XX, pero solo pudieron hacerse ya en plena expansión colonial con el territorio que hoy pertenece a la actual Angola.  Ya a mediados-finales del SXIX el Congo permanecía independiente con respecto a cualquier país europeo gracias a la resistencia de sus habitantes y a lo caótico y peligroso de un entorno con lluvias torrenciales y zonas pantanosas y en  donde los europeos contraían fácilmente enfermedades como la malaria o la enfermedad del sueño. En 1876 Leopoldo II, fascinado por la posibilidad de hacerse con el control de territorios aún no colonizados de África -aunque fuese a título personal y como un mero método de lucro particular y de sus allegados, dadas las riquezas que estaba revirtiendo el colonialismo entre los países metrópoli colonizadores- convocó la Conferencia Geográfica de Bruselas, inicialmente para  promover “labores humanitarias” en África central y extender la civilización en el África negra sacando a su población del salvajismo. Esta conferencia fue recibida con entusiasmo tanto por la comunidad científica como por la geográfica, como una vía para extender el progreso en África así como para impulsar nuevas exploraciones en un continente que ya estaba literalmente invadido por el hombre blanco. Leopoldo convocó a exploradores, filántropos y geógrafos que apoyaron en la conferencia la creación a instancias del rey de los belgas de la Asociación Internacional Africana (Assotiation Internationale Africaine), junto con varios gobiernos europeos. El Objetivo principal de al Asociación era llevar a cabo su teórica labor filantrópica y caritativa en el África central aún independiente, una zona muy golosa para todos los países colonizadores. Leopoldo, como presidente de la AIA veía en todo esto una oportunidad de tomar el control de la rica zona conocida como el Congo.

Pronto comenzaron expediciones geográficas ambiciosas en el territorio del antiguo Reino del Congo y en 1877 bajo los auspicios de la AIA el explorador y periodista británico Henry Morton Stanley, famoso por su mítica expedición de 1871 para encontrar al Dr. Livingstone en la actual Tanzania, inició una exploración por la región del Congo que concluyó al año siguiente. Gran Bretaña, el país de Stanley, sin embargo no tenía interés en incluir la región entre sus conquistas coloniales por su difícil entorno y su vasta extensión que haría costosísimo introducir allí una colonia y tratar de desarrollar el área. Leopoldo sin embargo contrató en 1979 a Stanley para que construyese carreteras y viese la posibilidad de hacer al río Congo navegable, todo ello bajo la supervisión de un nuevo organismo, el Comité de Estudios del Alto Congo. Esta cara empresa fue llevada a cabo por el explorador británico entre 1879 y 1884, periodo en el que el Congo aún era territorio independiente. En esos años, Stanley logró construir una carretera desde el sur de la zona hasta el lago que fue conocido después como Lago Stanley (hoy Lago Malebo) y a petición del monarca hizo firmar a jefes tribales  tratados mediante los cuales cedían tierras al rey belga (los jefes, engañados, no tenían ni idea  lo que “firmaban”, lo cual equivalía a ver sus tierras robadas) En 1884, tras el fin de la expedición de Stanley, Leopoldo poseía personalmente una importante área del Congo, donde instaló bases militares. El Reino Unido, Francia y otros países vieron con recelo estas apropiaciones del rey belga, pero el siempre aseguraba que en las zonas que se había tomado como propiedad suya se iba a llevar a cabo una actividad filantrópica. Es aquí donde empiezan las sibilinas estratagemas de Leopoldo para tratar de convencer a las potencias europeas de lo legítimo de su modus operandi, que bajo el disfraz de una misión humanitaria y caritativa escondía sencillamente un afán de poder y de riqueza. Leopoldo aseguró que trataría de evitar y llegado el caso erradicar la trata de esclavos y el esclavismo en sus territorios- lo cual estaba siendo un grave problema para el colonialismo europeo en África-  y por separado y en secreto garantizó a diferentes países un trato preferente en sus zonas a cambio de que no obstaculizasen ulteriores anexiones en el área congoleña.

Bandera del Estado Libre del Congo (1884-1908)

Aunque la AIA primero y el Comité de Estudios del Alto Congo después se disolvieron de facto durante la etapa de exploraciones de Stanley (1779-1884), Leopoldo consiguió mantener el nombre del Comité, aunque virtualmente ya no existiese, para justificar sus actuaciones en los años siguientes. El Comité originalmente estaba patrocinado por empresarios de diversos países que esperaban conseguir beneficios del nuevo territorio colonizado, pero Leopoldo se arregló para que fuesen abandonando el barco poco a poco hasta que el solo quedó como principal beneficiario del invento. No obstante, durante esos años consiguió el apoyo para el Comité de Estudios del Alto Congo de geógrafos y personalidades políticas que no eran más que meros peones que hacían el trabajo sucio al rey de los belgas. Francia fue uno de los principales aliados de Leopoldo en su expansión por el Congo, ya que el rey prometió al país galo la propiedad del norte del Congo (la actual República del Congo) y la posibilidad de hacerse con el control toda la zona si “la salud personal del monarca fuese insuficiente para manejar toda la zona” Todos los países, incluido Estados Unidos, estaban convencidos de la labor filantrópica del rey de los belgas en África central.    


El Estado Libre del Congo: el patio de juegos de Leopoldo

El marfíl se convirtió en fuente de riqueza para Leopoldo II
En 1884 Leopoldo creó la Asociación Internacional del Congo como ente jurídico para ostentar el poder político sobre la zona. Las potencias europeas reconocieron la Asociación Internacional del Congo como un estado soberano, lo mismo que EEUU. De esta manera, Leopoldo pudo seguir reclamando territorios en la zona en nombre de la Asociación, territorios que eran arrebatados a los jefes locales. En noviembre de 1884 tuvo lugar la Conferencia de Berlín, en la que cual se trataba de regular la colonización en África mediante una serie de leyes y códigos. Allí se reconoció oficialmente a la Asociación Internacional del Congo como una entidad bajo control personal  del rey Leopoldo II pero sin ninguna conexión con Bélgica u otro país (una “unión personal”), algo que resultaba insólito en el reparto colonial africano por parte de los países europeos. Leopoldo suprimió cualquier tarifa para otros países a la hora de comerciar con el Congo y abolió definitivamente la esclavitud en el territorio. Cedió relativamente pequeñas porciones a Francia (el ya mencionado territorio actual de Congo-Brazzaville) y a Portugal (la actual Angola). Leopoldo se quedó finalmente con 2.334.000 km cuadrados y tres millones de habitantes. El Reino Unido, que no tenía intereses en el Congo, no veía con buenos ojos una nueva expansión de su encarnizado colonial Francia y en ese sentido apoyó a Portugal en una eventual reclamación de todo el territorio del Congo basándose en las primeras exploraciones portuguesas en el territorio, pero diferentes pactos comerciales de Leopoldo con Portugal (y Francia) terminaron haciendo que el país luso se conformase con su territorio del sur. Leopoldo, con todo, había conseguido que el Reino Unido y Francia por primera vez estuviesen ausentes de un vasto territorio colonial africano, un hecho desde luego que significativo.



La Asociación Internacional del Congo dio paso inmediatamente al Estado Libre del Congo, nombre oficial territorio colonial propiedad del rey Leopoldo e inicialmente regido por una comisión de funcionarios belgas al servicio del monarca. 14 distritos administrativos dividían el nuevo “país”, a su vez divididos en diferentes zonas, que a su vez se subdividían en sectores y los sectores en puestos. La mayor parte del Congo estaba conformado por tierras y junglas deshabitadas sin explotar que eran inmediatamente apropiadas por el Estado Libre para su explotación por parte de población indígena que se encontraba ahora al servicio del monarca (sirvientes del Estado). El hecho de que la mayor parte del Congo fuese jungla ofrecía un serio problema para el desarrollo y el transcurso del comercio en la zona, lo que impidió al Congo ser obtener ingresos considerables con el comercio con otros países africanos. Sin embargo, la producción de marfil y caucho, principales riquezas congoleñas,  supuso una gran rentabilidad para Leopoldo. Todo lo producido en las tierras apropiadas por el Estado pertenecía al propio Estado (casi todo el territorio del Congo era propiedad estatal ya hacia 1889) y la población indígena terminó por conseguir esos productos únicamente por vía estatal. Como fuente de ingresos, Leopoldo estimuló que varias empresas de diferentes países se asentasen el territorio congoleño para extraer caucho y marfil gracias a una permisiva política de impuestos que violaba el acuerdo de libre mercado firmado en el Tratado de Berlín de 1884. En 1885 se creó la Force Publique (FP), un cuerpo policial-militar para garantizar el orden en la colonia, compuesto por soldados congoleños muchos de ellos en años posteriores secuestrados de tribus en su infancia y educados en misiones católicas, bajo el mando de oficiales europeo en su mayoría belgas.


Una tierra de caucho, marfil y sangre

En 1891, Leopoldo y el Estado Libre del Congo se enfrentaron con su primer gran problema cuando se propuso conseguir el control del Reino de Yeke (hoy provincia de Katanga, en la RD del Congo) un pequeño y rico territorio independiente al sur del EL del Congo rico en cobre que ya había resistido las embestidas británicas cuyo notable interés en el reino podía poner en aprietos a la integridad territorial del sur del Congo. Leopoldo mandó allí una expedición militar de mercenarios europeos y africanos al mando del británico William Grant Stairs para tomar por la fuerza Katanga y así asegurarse eliminar cualquier intromisión británica. El rey Msiri, quien se opuso a ceder su territorio al Estado Libre, fue hecho muerto de manera cruel y su cabeza cortada exhibida para impresionar a la población nativa hasta que se firmó el tratado de adhesión de Yeke-Katanga al Estado Libre del Congo. 

En 1892, dado que la política violadora del libre mercado en África estaba ocasionando airadas protestas por parte de la comunidad internacional, Leopoldo decidió modificar su táctica empresarial admitiendo concesiones industriales a dos compañías de nueva creación dedicadas a la extracción y exportación de marfil y caucho, ambas regidas por amigos y colaboradores del monarca y con control sobre sendas bastas regiones. A esta zona, gran parte de ella antes propiedad del Estado, se le denominó la Zona de Libre Comercio (compañías de Kasai, al suroeste, y de Katanga, al sureste) y no solo controlaba la producción y comercio de marfil y caucho en dicha región sino que podía apropiarse de cualquier producto que allí creciese o existiese. Leopoldo controlaba indirectamente la Zona de Libre Comercio y se apropiaba de sus diferentes productos así como los beneficios de las dos compañías revertían en su persona, ya que en realidad eran propiedad suya. La mayor parte del resto del país (dos tercios del país) era el denominado Domaine Privé (Dominio privado) propiedad del estado al que en 1893 se añadió una zona ganada a la Zona de Libre Comercio en el centro del Congo y denominada Domaine de la Couronne. Leopoldo se iba lucrando cada vez más y más ya que todo el Congo producía directa o indirectamente para él, al tiempo que la población indígena se veía desposeída de sus tierras y productos así como estaba imposibilitada a realizar comercio alguno ya que debían de ceder toda su producción al Estado. Para colmo, tanto las compañías como los Dominios les explotaban hábilmente para poder conseguir la mayor parte de recursos nacionales (el caucho principalmente) posibles.        

La Force Publique, torturando
Entre 1892-1894  la guerra congo-árabe puso en serios aprietos a Leopoldo. Tratantes de esclavos árabe-swahilis como Tippu Tip operaban en Zanzíbar en la frontera oriental con el Congo y los conflictos territoriales y logísticos con un país que a priori rechazaba la esclavitud no tardaron en aparecer con los árabes dispuestos a penetrar en tierras congolesas para hacerse con marfil y esclavos. Para evitar conflictos de calado el rey decidió otorgar a Tippu Tip el gobierno del distrito de las Cataratas Stanley, pero el carismático tratante aprovechó dicha concesión para penetrar a su antojo por varios territorios del Congo en busca de marfil para comerciar y establecer trata de esclavos en las Cataratas Stanley. Tras varios encontronazos, se llegó a una guerra de dos años en la que Leopoldo movilizó por el Congo a nativos congoleses que también fueron reclutados por el ejército de los sultanatos árabe-swahilis fronterizos. Aunque a la luz de la opinión pública internacional parecía una guerra de cristianos antiesclavistas contra pérfidos árabes infieles, lo cierto es que el EL del Congo estaba desembocando en el esclavismo a la hora de tratar a los nativos congoleños, generalmente forzados a trabajar, sin derechos ni posesiones y que ya empezaban a sufrir torturas, mutilaciones y asesinatos por parte de las compañías y de los funcionarios al servicio de Leopoldo. Pese a la victoria en la guerra, esta supuso un enorme gasto que afectó a la economía de la colonia. Además de que los funcionarios vieron reducidos sus salarios, los oficiales blancos de distrito comenzaron a pagar cada vez más comisiones por su producción a Leopoldo. Posteriormente el pago se restringiría a funcionarios y agentes cuya conducta fuese juzgada como satisfactoria por sus superiores. La población indígena, empleada para mano de obra y para labores militares como el la guerra congo-árabe, hacia 1892 ya no cobraba nada en la gran mayoría de los casos y el único “comercio” que se les permitía directamente era el que debían de establecer en el Dominio Privado con las fuerzas del Estado, presentando una cuota determinada de caucho y marfil para los oficiales vendida a precio fijo y alimentos para los puestos: el esclavismo había terminado de llegar al Estado Libre del Congo 


Manos cortadas

A principios de la década de 1890 la extracción de caucho comenzó a convertirse en una obsesión para el EL del Congo con la población nativa congoleña trabajando  en inhumanas condiciones muchas veces lesionándose o impregnándose del caucho reseco que debía despegarse de la piel de una manera harto dolorosa. Para incrementar la producción del lucrativo caucho se estableció un sistema de cuotas mínimas cuyo incumplimiento estaba penado con la muerte de los recolectores que no alcanzasen la cuota. La Force Publique- que en su mayoría había sido recluida a la fuerza y había recibido instrucción militar en condiciones de semi esclavitud-  comenzó a tener orden de reclutar por la fuerza a trabajadores nativos y a castigar a aquellos que no cumpliesen las cuotas de recolección de caucho y pronto hizo de la tortura, la violación, la devastación de aldeas e incluso el canibalismo su salvaje modus operandi para castigar a los “vagos” e infractores, siempre cumpliendo órdenes de sus superiores blancos. Para mostrar a sus oficiales que no habían gastado balas cazando animales, los miembros de las FP debían de mostrarles las manos cortadas de las personas que habían asesinado en sus expediciones a aldeas poco dispuestas a colaborar. Estaba claro que los funcionarios coloniales de Leopoldo y el monarca mismo habían interiorizado lo rentable que salía el esclavismo y lo poco que valían las vidas de los negros salvajes, cuya única razón de ser en al colonia del Congo era la de conseguir la mayor cantidad de caucho posible.

Así mismo, la abundancia manos cortadas pronto se convirtieron en un sinónimo de incumplimiento de las cuotas de recolección. También se cortaban las manos de las esposas y los hijos de los trabajadores- sin matarlos-  que incumpliesen la cuota. Considerados muchas veces en rebeldía solo por protestar contra cuotas de recolección poco realistas, muchos poblados y aldeas fueron devastados con las cabezas de sus habitantes cortadas y colgadas. Los soldados de la FP veían el número de manos cortadas que ofrecían a sus superiores pagadas en cantidades de caucho o en una reducción de su servicio y pronto la amputación de manos pasó a ser un fin en si mismo para muchos soldados. Varias personas lograron sobrevivir a haciéndose las muertas antes de las amputaciones, pero no evitaron las mismas. 


El mundo contra Leopoldo

Ya entrado el siglo XX, el precio del caucho, merced a las nuevas aplicaciones encontradas en el nuevo siglo, se disparó y las compañías concesionarias consiguieron sus mayores beneficios hacia 1903, pero el alto coste de producción en comparación con los cultivos de caucho en Latinoamérica y Asia comenzó a afectar negativamente a la producción congoleña quien pese a aumentar aún más la mano de obra forzada y técnicamente esclava  ya no obtenía beneficios a partir de 1904. Con una situación económica más vulnerable, el Estado Libre del Congo empezó a ser foco de denuncias internacionales por esclavismo, matanzas y actos bárbaros. La población de la colonia descendió dramáticamente desde 1884 debido a las matanzas, las hambrunas por falta de alimento (sustraído por el Estado a la población local), la guerra y enfermedades como la Enfermedad del Sueño. Debido al hecho que nunca se hizo un censo general de población en el EL del Congo, no se sabe a ciencia ciertas en que términos de cifras fue esa reducción de población, pero se cree que entre cinco y diez millones de personas perdieron la vida entre 1884 y 1908.            

Roger Casement, denunciante de las atrocidades del  Congo, durante una exploración

El comienzo del nuevo siglo también marcó el inicio del descrédito de la política de Leopoldo II en el Estado Libre del Congo. Aunque desde la creación del Estado las misiones católicas que restringidamente se permitieron establecer comenzaron a denunciar tímidamente las atrocidades contra la población nativa, pronto Leopoldo se las ingenió para silenciarlas lo más posible. Así mismo, y pese a que era evidente a ojos de los gobiernos de los países que se estaban violando muchos puntos del Tratado de Berlín, apenas hubo durante ese periodo informes al exterior lo que originó numerosas críticas de otros países hacia el secretismo del estado colonial propiedad personal de Leopoldo II. El monarca belga creó algunas instituciones-cortina de humo para supuestamente defender a la población nativa de abusos, pero poco a poco las matanzas y las amputaciones fueron saliendo a la luz internacional gracias al testimonio de militares, misioneros y  diplomáticos de diferentes países europeos y la Asociación para la Protección de los Aborígenes. Fue el relato del periodista y político británico E.D Morel, que trabajó para una firma naviera, el primero que expuso con claridad los abusos de la Force Publique en 1900  tras investigar por qué los barcos que llegaban del Congo con cargamentos de caucho volvían a este país con armamento, munición y cadenas para la FP. Una vez hecho público el informe de Morel, la opinión pública internacional y especialmente la clase política y la comunidad intelectual se movilizaron contra el reino negro de Leopoldo. Se fundó en Londres la Congo Reform Association como punta de lanza del Movimiento Reformista del Congo en  contra de los abusos en ese país. El escritor polaco-británico Joseph Conrad, antiguo marino mercante, publicó en 1902 su celebre novela corta Heart of Darkness (El Corazón de las Tinieblas), basada en su experiencia en 1890 como capitán de un vapor en el Congo y en donde se expone como el hombre blanco estaba cometiendo todo tipo de abusos en el país africano. Bertrand Russell, Mark Twain y Brooker T. Washington también fueron miembros prominentes del Movimiento Reformista del Congo.    


El final del Estado Libre del Congo


En 1903, a instancias de Morel, la Cámara de los Comunes británica aprobó una resolución en la cual el gobierno británico se comprometía a investigar las violaciones del Tratado de Berlín por parte del EL del Congo. En 1904 Roger Casement, el cónsul británico en Boma, envió un detallado informe sobre la flagrante situación en el Congo. Varios países europeos y EEUU se unieron a los británicos a la hora de apoyar una revisión del cumplimiento de los puntos del tratado de Berlín en el Congo. En Bélgica, el parlamento logró formar una comisión independiente de investigación pese a los esfuerzos de Leopoldo por evitarlo. La comisión confirmó que se estaban violando los diferentes puntos del Tratado de Berlín y se verificó el informe de Casement. Humillado por el enojo de los países y expuestas a la luz sus mentiras y ocultaciones así como sus crímenes, Leopoldo no tuvo más remedio que acceder a reformar su política en el Congo para principalmente amoldarla al Tratado de Berlín (a principios del siglo XX nadie se atrevía a acusar, juzgar y mucho menos condenar a un rey por delitos contra la humanidad), dejando una puerta abierta a su salida como “propietario” de la colonia, algo que no le iba a quedar más remedio que hacer. Bélgica, país candidato natural a hacerse con la soberanía del Congo, debatió durante dos años el hecho de tomar control sobre la colonia. El 15 de noviembre de 1908, Bélgica se anexionó el Estado Libre del Congo, que a partir de ese momento pasa a llamarse Congo Belga. El estado se hace con el control de las propiedades y explotaciones de los dominios particulares de Leopoldo II aunque el boom del caucho en África ya había remitido definitivamente y las compañías concesionarias que allí operaban a instancias del monarca se habían disuelto. Bélgica ostentó su soberanía en el congo hasta 1960, año en que el país africano proclamó su independencia convirtiéndose en la República del Congo (no confundir con al actual República del Congo o Congo-Brazzaville, antes Congo Francés) (1960-1971), Zaire (1971-1997) y en la actualidad República Democrática del Congo.      

El ser humano aprendió mucho de la experiencia del Estado libre del Congo, pero por desgracia no ha sido suficiente para que algunas cosas (matanzas indiscriminadas, explotación inhumana, supremacía del interés económico sobre el factor humano) hayan dejado de darse, así como tampoco aceleró el fin del colonialismo. Pero la historia esta allí, mostrándonos una de las caras más amargas del ser humano y aleccionándonos sobre lo injusto del sentimiento de superioridad.