martes, junio 02, 2015

El Aparatito Lumiere MANDARINAS (MANDARIINID)



 
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El absurdo de la guerra y su efecto devastador en el ser humano. Este es el mensaje que transmite esta estupenda película estonia nominada al Oscar 2014 a la mejor película extranjera y que además constituye una insólita muestra de una cinematografía desconocida fuera de su país, la de Estonia (aunque con participación georgiana). Una curiosa mezcla de drama intimista y cine bélico visto desde otra perspectiva, la de sus protagonistas fuera del entorno bélico propiamente dicho en un paréntesis-aparte de vivencias y sentimientos en la cotidianidad.  Pero Mandarinas no es una película de guerra, es un drama humanista visto desde la perspectiva de su personaje central, un sencillo y maduro carpintero fabricante de cajas de madera para mandarinas que en su condición de miembro de la minoría estonia en la Georgia de principios de los 90 y por lo tanto de extranjero y parte neutral observa con tristeza y desconcierto los desastres y calamidades convivenciales del comienzo de la guerra civil de Georgia que enfrentó a los georgianos y a los chechenos de Abjasia, mientras que terrible dicha situación atraviesa su drama personal. En  Abjasia  es donde vive Ivo (Lembit Ulfsak), nuestro protagonista retirado en pleno bosque en una vivienda unifamiliar cercana a donde vive su compatriota estonio y amigo Margus, dedicado al cultivo de mandarineros, con el que comparte el desarraigo del refugiado. Testigos de algunas escaramuzas y combates de la guerra que se suceden delante de sus viviendas, ambos hombres aceptan el hecho de que dos soldados heridos cada uno de un bando diferente descansen en al casa de Ivo para recuperarse de sus heridas tras salvarles. Naturalmente, la coincidencia en un espacio tan pequeño de un belicoso y autoritario chechenio y un más tranquilo pero inquinoso georgiano que se odian literalmente a muerte no será ningún camino de rosas.

Con un marco espacial muy reducido y un reparto no muy amplio, Mandarinas triunfa en su propósito de ofrecer una cruda pero contenida reflexión sobre la inutilidad de los conflictos bélicos y sobre todo aquello que los mueve y también sobre como se puede alimentar el odio y este puede ser utilizado según al convivencia personal de cada uno. El personaje de Ivo, un viejo ya sin esperanza y dedicado en cuerpo y alma a su sencillo trabajo y a su reducido mundo pero aún poseedor de firmes valores y de una visión optimista sobre la condición humana, resulta extrañamente fascinante y mueve una historia atrayente de principio a fin y en donde coexisten diferentes matices. Más allá del comentario histórico o político la película ofrece una bella reflexión que no debe ser pasada por alto. Y todo ello con una vistosa fotografía y una más que excepcional puesta en escena. Para amantes de historias sólidas y con mensaje universal.