domingo, enero 10, 2016

MACBETH




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En plena era del Watsapp y del Twitter es más que una buena noticia que un texto de Shakespeare sea convertido en una película ambiciosa y más que solvente a la que parece que no le va del todo mal en taquilla en todo el mundo. Aunque es una obviedad señalar que la obra del dramaturgo inglés sigue siendo una fuente de inspiración de primer orden en el mundo literario y audiovisual, resulta significativo que en muchas de las últimas adaptaciones cinematográficas de obras de William Shakespeare sus responsables se atrevan con planteamientos más o menos insólitos y novedosos con respecto a versiones anteriores. Este Macbeth dirigido por Justin Kurzel, un director británico a tener en cuenta en el futuro, es un filme que sin ser excesivamente ambicioso y sin contar con un enorme presupuesto se perfila como una de las mejores adaptaciones de esta obra a la gran pantalla, tan solo superada por la de controvertida versión de Roman Polanski de 1971. Rodada en paisajes naturales de Escocia y con escenarios austros y estética minimalista adaptada al agreste y aún semibárbaro mundo escocés del siglo XI en donde se sitúa la historia, este Macbeth es una pequeña joya que lleva trazas de convertirse en película de culto con su más que efectiva mezcla de cine independiente, puesta en escena puramente teatral, experimentación narrativa y sobre un atrayente componente visual entre pictórico, naturalista y esteticista puesto al servicio de unas imágenes de calculada composición y cierta inspiración manierista. Digamos que esta es una especie de puesta al día del cine de “arte y ensayo” de los 60 y 70, una especie de ucronía en donde parece que Polanski,, Visconti o Pasolini han rodado en los 2010 aunque eso sí con no pocos elementos del cine contemporáneo, especialmente en cuanto al tratamiento de la violencia y las escenas de guerra, próximas a las coordenadas tarantinianas. Las referencias estéticas y cinematográficas de este filme se completarían con algún elemento de Zeffirelli, Jodorowsky y, por que no, el expresionismo alemán. Pero lo más importante es que el resultado, lejos de ser pedante, es de un filme degustable y relativamente asequible aunque siempre con las reservas que impone su lenguaje clásico y lo árido -desde el punto de vista del público actual- de la temática dramática Shakespeariana.

La historia de Macbeth, paradigma de la ambición desmedida y de las ansias irracionales de poder y gloria, aparece aquí como un relato etéreo e irreal con una ambientación que trata de trascender su pureza teatral con el componente fantasmal y fantástico que su propio autor le imbuyó (jamás las Tres Fatídicas han estado aquí tan inquietantes y sugerentes) íntimamente ligado aquí con los torturados remordimientos de su protagonista excelentemente interpretado por Michael Fassbender. Sus soliloquios y los de Lady Macbeth (curiosamente interpretada por una francesa, Marion Cotillard, que hace un estupendísimo trabajo) se encuentran entre los momentos más logrados del filme, siempre apoyados en deslumbrantes y turbadoras imágenes. El otro tema de la obra, el del uso despiadado de la violencia, como era de esperar ocupa también su lugar central con una dosis de sangre menos abundante que en otras adaptaciones aunque tal vez algo más explícita. Un Macbeth extraño y un tanto diferente que sin embargo cuenta la historia de siempre con prácticamente los mismos recursos eso si tratados de una forma peculiar y original. Recomendable a los amantes de la literatura de Shakespeare y a los cinéfilos exigentes