miércoles, julio 12, 2017

VERANO 1993 (ESTIU 1993)





**** y 1/2        

Gran sorpresa el debut en el largo de la joven realizadora catalana Carla Simón, una película autobiográfica sobre un episodio de la vida de la directora que le marcó profundamente y que ha tenido la gentileza de compartirlo con nosotros en forma de un encantador y más que sugerente relato de maduración y de descripción-muestrario de sentimientos con la infancia como foco central. No se puede decir que haya una historia definida en esta película ya que lo que trata de trasmitir es la situación, las vivencias, las sensaciones y los sentimientos de su pequeña protagonista, Frida (Laia Artigas), trasunto de la propia directora: una niña de 7 años que acaba de perder a su madre, víctima de, además de haber fallecido su padre unos años antes, y que ahora pasa a la tutela-adopción de su tío Esteve (David Verdaguer), hermano de su madre fallecida, y de su tía Marga (Bruna Cusí), padres de Anna (Paula Robles), de cinco años. Es el verano del año de 1993 y Carla pasa los primeros momentos de su nueva vida en la masía de un pueblo de Girona donde residen sus tíos. La niña no parece haber asumido aún el duelo por la pérdida de su madre, acaecida solo unos días antes, y trata de adaptarse a sus nuevos padres ya su nueva hermana mientras explora un entorno, el rural y campestre, que para ella resulta desconocido y fascinante y en donde el recuerdo de su madre, vivido de una forma inocente y peculiar pero sin lágrimas, está siempre presente. La difícil adaptación de Carla y los problemas que crea a sus tíos y a su primita, con la que establece desde el primer momento una curiosa relación mezcla de complicidad fraternal y dominación egoísta al más puro estilo infantil, es lo que mueve la película en su mínima línea verdaderamente argumental ya que lo que aquí importa en realidad es el sentir de Carla y su mirada ante las cosas envuelta en una circunstancia demasiado extraña para ella como para exteriorizar algo.      

El Espíritu de la Colmena parece una cierta referencia a esta película en cuanto se trata de mostrar todos los entresijos y la complejidad de la mirada infantil, aunque aquí el tono eminentemente realista hace de este filme una cosa bien diferente al mítico largometraje de Víctor Erice. Con un reparto adulto de intérpretes de los circuitos catalanes algunos de ellos debutantes y el tono casi de improvisación del filme (rodado en catalán) en un espacio bastante restringido - la inmensa mayoría del metraje se desarrolla en la masía familiar- la película es un feliz ejercicio de cine verista muy adecuado al tono intimista y de concatenación de situaciones y anécdotas de enorme realismo, esta claro  la directora se ah propuesto reproducir esa parte de su infancia al más mínimo detalle y para ello ha recurrido a recursos muy bien resueltos que abarcan una escenificación casi exacta de las relaciones familiares en situaciones desagradables y límite (todos los parientes de Carla trasmiten total credibilidad y resultan identificables como diversas tipologías de familiares), una muy fiel representación de los comportamientos de la infancia, y sobre todo un estudio de la reacción de los niños ante la pérdida y ante la desgracia. En el extraje no contemplamos casi a una Carla triste, sino a una Carla curiosa, rebelde y con sentimientos encontrados que abarcan el miedo, la ira, el atrevimiento y el escapismo, trayendo siempre de cabeza a su tíos, unos seres que definitivamente la llegada de carla pese a las esperanzas iniciales termina desnortándoles y solo en ese momento asumirán la importancia de la pérdida de la madre de la niña y sus consecuencias. El momento catárquico final, vivido por la protagonista, ilustra perfectamente el resultado del devenir de todo lo que hemos visto hasta ese momento en Carla. La niña Laia Artigas está fascinante en su debut y consigue adueñarse totalmente de la película con una madurez y naturalidad desbordantes. También es de reseñar la actuación de la muy pequeña Paula Robles, con una credibilidad fastuosa. Ha sido un acierto estrenar esta película en toda España en VO subtitulada porque no quiero ni imaginar la chapuza que hubiesen hecho doblándola y en definitiva desproveyéndola de su trabajado naturalismo en los diálogos. Una pequeña joya que demuestra que hay nuevos cineastas con mucho, mucho que decir y que además se atreven con proyectos tan difíciles como este, que es la mejor película española en lo que llevamos de año.  
  

martes, julio 11, 2017

HERMANOS DEL VIENTO (BRÜDER IM WIND)





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Gerardo Olivares, un veterano director español que ha sido capaz de plasmar toda su experiencia como director de documentales en más que interesantes filmes de ficción ha vuelto a acertar en el filme que cierra una trilogía en la que el director andaluz ha mostrado su vena naturalista (forjada en algunos de sus documentales previos) en películas como Entrelobos (2010) o la aún reciente El faro de las Orcas (2016) en donde el mundo de los animales y su relación con los humanos cumple papel central. Menos brillante sin embargo que las películas anteriores, esta Hermanos del Viento – codirigida junto con el austriaco Otmar Penker en una producción de este país- ha supuesto un esfuerzo artístico y técnico de primer orden ya que ha sido rodada durante varios años en los Alpes austriacos con un concepto más eminentemente documental y por así decirlo, científico que los filmes anteriores y centrándose en gran media en la vida de los animales protagonistas, que en este caso son las águilas reales: La vida casi completa de un águila real, desde su nacimiento hasta su madurez está plasmada con enorme detalle incluyendo impresionantes escenas de cacería o vuelo, interacción con otros animales u humanos a través de espectaculares y bellísimas imágenes en donde la majestuosidad del paisaje alpino se muestra en su esplendor y es un personaje más. Pero, claro está, lo importante aquí es la historia de relación del animal con el ser humano y en este caso nuestra águila cumplirá un papel importantísimo en la vida de un muchacho de 12 años Lukas (Manuel Camacho, el inolvidable “niño salvaje” de Entrelobos) que vive en un cabaña perdida en Los Alpes junto con su padre Keller (Tobias Moretti), con el quien por alguna razón tiene una relación tensa y casi silenciosa. Una premisa, la de la soledad y el sentimiento de culpa y la redención y hallazgo de la felicidad del ser humano por medio del amor a un animal, que se resuelve de manera demasiado simbólica y enormemente simplista y fácil en lo que la historia de las personas se refiere al establecer el corazón de la película en los devenires del águila protagonista, que a su favor hay que decir que se presentan por medio de sus hermosas imágenes captadas de la naturaleza con una puesta en escena que parece casi de ficción: como si los animales en realidad estuviesen actuando 
                                                                                                               
Pese a lo demasiado sencillo de la historia, ya solo la espectacularidad visual del filme justifica el que sea considerado como un brillante espectáculo en donde el mensaje de que la amistad verdadera es capaz de todo es el leiv mitin con el que debemos quedarnos. La película consigue transmitirnos la devoción que siente el joven Lukas por su águila Abel, la cual rescata cuando casi era un polluelo después de que su hermano la expulsase del nido y todo mediante el evocador poder de las imágenes y de la naturaleza. Su excesivo esquematismo y su morosidad a la hora de culminar una épica que al final no aparece por ninguna parte pese a ciertas esperanzas en el arranque o lo poco que aportan en realidad personajes como el guardabosques que interpreta todo un Jean Reno impide que esta sea una gran película, pero las propias condiciones del rodaje y la extremadamente difícil, arriesgada y valiente premisa técnica del filme tampoco se prestaban para demasiadas filigranas: al final el resultado valorando todo es más que digno. Para amantes de la naturaleza.