martes, febrero 06, 2018

EL CUADERNO DE SARA




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Buenas intenciones que consiguen llegar a buen puerto sin hacer una gran película pero ofreciendo una obra sólida e interesante. Esto es lo que El cuaderno de Sara ha logrado a través de una esforzada producción ambientada y rodada (aunque solo en parte) en África y que una vez más toca el tema de la difícil relación del mundo “blanco” con este continente visto con los ojos de dos mujeres españolas. Con un espíritu más filosófico-antropológico que de denuncia- aunque también la hay- y con una aceptable presentación de filme casi de aventuras y acción aunque en realidad nos encontremos con un drama psicológico y familiar puro y duro, esta película pese a que consigue atraer y conmover al espectador con su muy bien hilado hilo argumental centrado en el personaje de la decidida Laura (Belén Rueda), no llega a convertirse en una gran historia aunque a priori había mimbres más que notables. Norberto López Amado, un director de carrera principalmente televisiva, sabe tratar como se merece al espinoso tema de las guerras y la explotación en el África negra y las catástrofes humanitarias subsiguientes así como todo el (muchas veces interesado) entramado de muchas ONGs, pero da la sensación de que la película se pierde en multitud de temas, entradas y salidas de personajes y un discurrir de la historia a veces precipitado. Pero se agradecen películas como estas dentro del cine español, con vocación internacional (el reparto también lo es), un presupuesto y un diseño de producción acorde a las circunstancias y una historia atrayente y bien planteada.        

Ambientada principalmente en el Congo además de en otros países africanos, la historia nos lleva al periplo de Laura, una abogada de unos 50 años que decide ir en busca de su hermana menor Sara (Marian Álvarez), una médico cooperante en África de la que no se sabe nada desde dos años atrás pero que parece ser que sigue viva conviviendo con un grupo armado en el Congo que se dedica a secuestrar a niños para convertirlos en soldados y para trabajar como esclavos en minas de coltán, un negocio lucrativo y oscuro en el que muchos europeos están envueltos. Ayudada por diferentes personas de distintos países que conoce a su llegada al continente y casi siempre guiándose por su propio criterio desoyendo todo tipo de consejos, Laura se introduce en una peligrosa aventura en donde la muerte está siempre al acecho y en donde dará cuenta de las complejas contradicciones de la vida del pueblo congoleño y la enmarañada situación de muchos de sus habitantes. Con cierta crítica a aspectos de la ONU, las ONG occidentales y el desinterés general del resto del mundo con el drama de muchos países de África, la película encuentra sus momentos más interesantes cuando recurre a cierta poesía visual y de situaciones y en su último cuarto, cuando el espíritu de Joseph Conrad y aquel “susurro de un viento que se levanta” que inspiró también a Coppola hace acto de presencia. Una violencia muchas veces atroz pero no muy explicita viene a ilustrar el sentido de una historia-realidad con más capas de lo que parece  Aunque al conclusión de la película pueda resultar un tanto estirada y fácil, el filme sabe llegar a buen puerto reforzado con unas interpretaciones entonadas en donde Belén Rueda cumple con creces.